lunes, 31 de mayo de 2010

La Burra de Balaam y la Guerra Espiritual - Del Miedo A La Confianza - ©2006Milton Acosta

La irónica y divertida historia de la burra parlanchina de Balaam nos enseña una lección muy importante para el cristianismo evangélico de América Latina y para la construcción de una teología bíblica sobre la seguridad del cristiano contra los ataques del Adversario. Lo siguiente es lo mínimo que podemos afirmar con respecto a una historia bíblica tanto curiosa como única, la cual hay que disfrutarla para comprenderla, por lo menos en parte.
Estando en las llanuras de Moab, antes de entrar a la tierra prometida, el pueblo de Israel pasa diversas pruebas de la fe, algunas de las cuales reprueban. En esas, hay un ataque que se cierne contra ellos inadvertidamente: Balac, un rey enemigo de Israel, contrata al profeta Balaam para que los maldiga. Balac está convencido del poder de tal maldición para acabar con Israel.

Todo parece indicar, y los académicos lo confirman, que el Balaam hijo de Beor de la inscripción de Deir ±Alla es el mismo Balaam hijo de Beor de Números 22–24.[1] Balaam es pues un individuo extraordinario: es probablemente el personaje bíblico más antiguo documentado en fuentes extra-bíblicas y su texto es el escrito profético original más antiguo conocido.[2] Según el texto bíblico, Balaam[3] es un vidente con una reputación establecida: “el que tú bendigas bendito quedará, y el que tú maldigas maldito quedará,” dice el asustado rey Balac (Num 22:6). Pero Dios detiene a Balaam y le advierte que no puede maldecir a Israel “porque bendito es” (Num 22:12). Balaam trata de obedecer a Yavé, pero el temor de Balac es tal que insiste una y otra vez que vaya. Dios entonces le dice ahora a Balaam que vaya, pero sólo hará lo que se le indique (Num 22:20).

La historia es confusa porque después de darle Dios permiso a Balaam para que vaya, la ira de Dios se enciende porque va (Num 22:22). Entonces el ángel se le interpone en el camino; Balaam no ve el ángel, pero la burra sí. La burra se asusta, no quiere caminar, se aparta del camino y termina lesionando la pierna de Balaam. El vidente, que no ve, se enoja y le pega a la burra con un palo. Yavé abre la boca de la burra y ésta le reclama a Balaam por su comportamiento. Esta burra es uno de dos animales en la Biblia que hablan (cp. Génesis 3).
Otra vez le dice Dios a Balaam que sí puede ir, pero que sólo dirá lo que él le diga. Y así fue. Balac prepara todo para que su profeta contratado le maldiga a Israel, pero todo lo que sale de la boca de Balaam para Israel son bendiciones. La razón está en el poema de Balaam: quien bendice y maldice es Dios (Num 23:8). Mientras todo esto sucede Israel “habita confiado” (Num 23:9; cp. Jue 18: 7, 10, 27), es decir, ni se dan cuenta de lo que otros están tramando contra ellos.

¿Puede el pueblo de Dios ser atacado por fuerzas del mal cuando está “descuidado”? La respuesta, según esta historia, es que Dios es el responsable de proteger al su pueblo de esos ataques como maldiciones o cosas por el estilo. El resto de la historia de Números y de toda la Biblia, realmente, muestra que lo que al pueblo de Dios más debe preocuparle es la obediencia diaria, consistente y sostenida. Cuando Israel fracasó, como nación o como individuos, fue por otro tipo de descuidos: David con Betsabé, la adoración a Baal en tiempos de Elías y Eliseo, las injusticias contra los pobres en tiempos de Omri (en el norte) y en tiempos de los profetas pre-exílicos (en el sur); los ejemplos abundan. Por otro lado, aún cuando sí suceden los ataques, estos no están fuera del control de Dios. Hasta en el caso de Job, Satanás sólo puede hacer lo que Dios le permite.[4] El enemigo ataca sistemáticamente y poco a poco, no siempre de golpe como lo imaginamos. No hay que huir, ni temer, sino resistirlo estando firmes en la fe (1 Pedro 5:8–11; Santiago 4:7; 1 Timoteo 1:19; 6:21).[5]

En conclusión, la estrategia de atemorizar a la gente con un enemigo tanto misterioso e impredecible como cruel y despiadado no es solamente arma de los gobernantes para ganar elecciones y reelecciones, sino también de predicadores y escritores cristianos que sin culpa o con ella, producen temores e incertidumbres que la Escritura, gracias a Dios, no promueve. Como se ve en la historia de Balaam, no solamente Dios no permite que se maldiga a Israel, sino que convierte la maldición en bendición.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Mensaje A Las Siete Iglesias (Apocalipsis). Esmirna – Parte 3

Esmirna rivalizaba con Éfeso por el honor de ser llamada la primera de Asia y la metrópoli. Llamada la belleza de Asia, estaba situada en la cabeza de un golfo bien protegido, con un puerto excelente. Seguía a Éfeso en volumen de comercio, es la única prospera en la actualidad. Al parecer su fundación se dio simultáneamente con la iglesia de Éfeso. Cristo escribe la carta y se identifica como el primero y el ultimo, el que estuvo muerto y vivió (Es una referencia a la crucifixión y resurrección). Esto es una analogía con la historia de Esmirna. La ciudad fue destruida por los lidios y por 400 años no existió, ahora había resurgido. Como en la carta a Éfeso, el Señor comienza diciendo “Yo conozco tus obras”, estas palabras llevan a la vez consuelo y advertencia. Se mencionan dos cosas: Tribulación y pobreza. Aparentemente su tribulación era la causa de su pobreza. Hebreos 10:34 dice: “Por que de los presos también os compadecisteis, y el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una mejor y perdurable herencia en los cielos”. En una situación similar parecería que en Esmirna las turbas judías y paganas estaban despojando a los cristianos de sus propiedades. La palabra tribulación, significa apretados o exprimidos, presionados y golpeados día a día. Aunque exteriormente la Iglesia de Esmirna era conocida por su pobreza, en realidad era rica. Materialmente pobre, espiritualmente rica, esta combinación se señala más de una vez en el nuevo testamento. El Señor menciona la blasfemia de los que se dicen ser judíos y no lo son. Se refiere a judíos de raza y religión, perseguidores de la Iglesia, estos odiaban y perseguían sobretodo a aquellos judíos que se habían convertido a Cristo. La blasfemia o calumnia, la primera cuando iba dirigida hacia Dios, la segunda contra los hombres. Los judíos hacían ambas cosas. El relato del martirio de Policarpo en Esmirna es una muestra. Lo acusaron de todo lo que se les ocurrió y aunque era día de reposo recogieron leña para quemarlo vivo. Por lo anterior Jesús llama a los judíos sinagoga de Satanás. El Señor pasa ahora a exhortar y dice: “No temas en nada lo que vas a padecer”, el diablo echara a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados. Lo anterior sugiere complicidad de las autoridades con los judíos perseguidores (Ambos eran instigados por el diablo, sus instrumentos). En esas circunstancias se conocería la clase de conversión de los cristianos de Esmirna. La tribulación duraría 10 días. Esta expresión indica un breve periodo de tiempo, el sufrimiento no será para siempre tiene un final próximo (Consuelo). Dios estaría pendiente de que no sufrieran más de lo que pudieran soportar. Si eran fieles hasta la muerte (Probablemente una insinuación al martirio), recibirían la corona de vida, la corona del vencedor, la vida eterna. “El que tiene oídos para oír oiga”. Este es un mensaje dirigido a Esmirna pero para ser tenido en cuenta por todos los cristianos. Al final les dice: “El que venciere, no sufrirá daño en la segunda muerte”, esto es la muerte espiritual. Lo que Jesús quiere decir es: “Aunque sufran la muerte física, nunca morirían espiritualmente”. Son las palabras de un salvador reinante a una Iglesia sufriente. En resumen el mensaje a Esmirna es: No importa lo que pase, soporta la tribulación hasta el final (el final podía ser la muerte), Yo se que estas sufriendo, Yo se que estas siendo calumniado, que hablan mal de mí para hacerte daño, se que has perdido tus bienes por seguirme, no voy a dejar que sufras más de lo que puedas, Yo estoy contigo, al final te espera la corona del vencedor: Jesús. En una frase: Permanece fiel pase lo que pase.

En la última parte (9), se darán las aplicaciones y conclusiones de la serie.

bereanocomprueba@gmail.com

lunes, 17 de mayo de 2010

Mensaje A Las Siete Iglesias (Apocalipsis). Éfeso – Parte 2

Éfeso era la ciudad principal de la provincia romana de Asia. En el tiempo en que Juan escribía, era un gran puerto de mar. Era una metrópoli, la puerta de Asia, la carretera hacia Roma. A principios del Siglo II, Ignacio llamaba a Éfeso “El camino de los mártires”. Políticamente era una ciudad libre, esto significada que gozaba de una medida considerable de gobierno propio. También se celebraban juegos cada año. Religiosamente, Éfeso era el centro del culto de Artemisa. Su templo era una de las siete maravillas del mundo antiguo. Era llamada la luz de Asia, sin embargo era una ciudad pagana. Pablo pasó casi tres años levantando la iglesia en Éfeso y luego de salir del destierro fue a vivir allá, donde finalmente murió. Juan escribe primero a Éfeso, porque en primer lugar era la Iglesia mas cercana a Patmos (100 kilómetros aproximadamente), en segundo lugar, era a la primera ciudad adonde el mensajero llegaría y en tercer lugar era la Iglesia original de Juan. El autor de la carta es Jesús y la envía a su Siervo (Entiéndase pastor o ministro). El Señor entonces, le dice a la Iglesia de Éfeso: “Yo conozco tus obras”. La Iglesia de Éfeso es dedicada a la obra. Trabaja hasta el cansancio, no escatima esfuerzos para llevar a cabo la obra, es paciente y valiente. No le importan las consecuencias, ni la persecución, la resiste con paciencia y resignación, la sufre por amor a su Señor. Sea que triunfe o sea que sea derrotada, la Iglesia de Éfeso permanece en pie de lucha llevando el mensaje del evangelio, pero había un problema. Éfeso tenía obras, pero no obras de fe; trabajo, pero no trabajo de amor; paciencia pero no paciencia de esperanza. “No es mucho decir que una Iglesia puede tener todas las virtudes mencionadas y estar, sin embrago, desprovista de vida espiritual”. Lo mismo puede pasarle a cualquiera de nosotros. La Iglesia de Éfeso no podía soportar a los malos. A diferencia de Corinto, no toleraba el pecado dentro de su círculo. Había probado a los que se dicen ser apóstoles, y no los son, y los había hallado mentirosos. Aquí se refiere a falsos maestros que llegaban a las Iglesias con la pretensión de tener mayor autoridad que el pastor y los ancianos. (Ver entrada la didaje y los falsos profetas). Los maestros que llegaran a una ciudad cualquiera debían presentar a la Iglesia local una carta de recomendación de una Iglesia reconocida. La Iglesia de Éfeso, vivía la verdad y aborrecía la herejía (Incluidos los nicolaitas que menciona la carta). Jesús encuentra una cosa que no le gusta, que no le agrada en la Iglesia de Éfeso. La Iglesia carecía de amor. El texto da la idea de suma gravedad, esto era una verdadera tragedia que exigía una solución drástica. “Tengo contra ti que has dejado tu primer amor”. El termino dejar sugiere un acto voluntario. Ellos habían dejado el primer amor por su negligencia, por eso era necesario arrepentirse. El amor, de acuerdo a las Escrituras y a las enseñanzas de Jesús es de doble vía (Véase Mateo 22:34-40), el amor que habían dejado, era el amor por Cristo y el amor por los hermanos. Es posible que el celo por defender la sana doctrina haya desarrollado un espíritu duro y critico que termino por opacar el amor en la Iglesia. Debemos guardarnos de este peligro. La Iglesia de Éfeso había caído en una postración y el Señor le dice: “Haz tus primeras obras y arrepiéntete”, esto es u llamado a obedecer. “Cuando el cumplir con las actividades y programas de la Iglesia me lleva a olvidar la esencia del evangelio, entonces estoy pecando”. La esencia que ellos habían olvidado era el amor. Simplemente, el llamado es a obedecer. Amar a Dios y al prójimo. Si la Iglesia no se arrepentía, el Señor le dice: “Desaparecerán como Iglesia”. Esto no sería consecuencia del juicio de Dios, sino de dejar de amar, poco a poco el candelero se iría apagando. La Iglesia que no tiene amor esta destinada a desaparecer. La historia dice que la Iglesia de Éfeso se arrepintió. “El que tiene oídos para oír oiga”. Lo importante aquí es escuchar al Señor. La promesa para el vencedor es que comerá del árbol de la vida, esto es disfrutar todo lo que la vida del mundo venidero tiene atesorado para la humanidad redimida.

Al igual que 1 de Corintios 13, el mensaje es este: Puedo tener…………….., pero si no tengo amor de nada me sirve, puedo hacer………………….., pero si no tengo amor de nada me sirve. Puedo ser el mejor, puedo hacer lo mejor, pero sino amo a Dios, y a mi prójimo como a mí mismo nada soy y nada seré. Al final: “Lo que hace que la Iglesia sea Iglesia es EL AMOR”. El amor fue el que hizo que el Padre enviara a Jesús a morir por nosotros en una cruz. El amor es el mensaje.

En la última parte (9), se darán las aplicaciones y conclusiones de la serie.

bereanocomprueba@gmail.com

sábado, 15 de mayo de 2010

Predicando en el Mundo Postmoderno Cuarta Parte: Pablo el Evangelista

Introducción

¿Cómo debemos evangelizar en nuestro mundo postmoderno? ¿Cómo podemos comunicar las buenas nuevas de Jesús a un mundo que se encuentra tan perdido como lo fue el mundo moderno?  Creo que tenemos mucho que aprender de los métodos utilizados por el Señor Jesús y el Apóstol Pablo.

Ya hemos visto la manera en que Jesús predicó el Sermón del Monte y cómo  evangelizó a la mujer en el pozo. También hemos visto la manera en que Pablo predicó en Atenas. Ahora quiero considerar cómo Pablo evangelizaba.  Quiero tomar el ejemplo de cómo trató con tres personas muy diferentes en Filipos, ciudad de Macedonia, Grecia.  Esto se describe en Hechos 16:11-40.

Probablemente no todos preguntarían directamente, “¿Qué debo hacer para ser salvo?” (v.30).  Pero todos necesitan ser salvos, y cada una de estas tres personas de Filipos necesitaba ser salvado.  Una de nuestras metas principales debe ser la de inducir a las personas a hacernos esta pregunta, porque es la pregunta más importante que jamás podrán hacer.  Muchas personas están formulando esta pregunta.  Quizá no lo expresen usando las mismas palabras, pero tal vez sepan que algo está mal en su vida.  Pueden sentir angst, la angustia de sentirse culpable, o pueden sentirse aburridos, o tal vez sean esclavizadas por alguna adicción mala y destructiva. El evangelio tiene que ver con la salvación.

Lucas nos describe a tres personas que experimentaron el poder salvador de Jesucristo: una mujer de negocios, una muchacha esclava y un carcelero. Estos tres individuos muy diferentes fueron los primeros tres convertidos de  Europa bajo el ministerio de Pablo. ¡La iglesia de Filipos debía de haber sido muy interesante! El relato nos hace recordar que la iglesia de Cristo está compuesta por personas de todo tipo, y por lo tanto, en nuestra evangelización, nunca debemos pensar que es imposible que cierta persona, o tipo de persona, se convierta. Todos necesitan el poder de Dios, y su poder es capaz de cambiar el corazón más duro.

Una Mujer que Buscaba

Lidia era similar, de muchas maneras, a una mujer típica del mundo postmoderno.  Parece que era “mujer liberada”.  Ella era comerciante que manejaba su propia empresa. Negociaba con “púrpura”, término relacionado con el negocio de los tintes o las telas. Lidia era de Tiatira, ciudad de Asia, ubicada en el occidente de la Turquía actual, y lugar famoso por su tinte de púrpura, lo que sugiere que manejaba un negocio de exportación. La púrpura  era muy cara y de gran demanda en todo el imperio romano, por la asociación del color púrpura con el emperador. Habrá existido demanda para el tinte en Filipos ya que la ciudad era colonia romana y que fue el hogar de muchos veteranos del ejército romano.

Todo esto nos sugiere que Lidia tenía independencia económica. Era rica y posiblemente soltera o quizá viuda. Tenía la responsabilidad por su propia casa y daba las órdenes allí (v. 15). ¿Cómo fue que Pablo y sus amigos llegaron a conocer a tal mujer?

La conocieron porque ella estaba buscando; buscando espiritualmente. ¿Por qué buscaba así? Tal vez se debió a que ella se sentía desarraigada por haber  salido de su ciudad y trasladado a otro lugar, de cultura diferente de la suya.  Estaba lejos de su casa, y aunque existía cierto nexo por el hecho de que Tiatira era colonia macedónica, el predominio marcado de la cultura romana en Filipos le habrá parecido extraño.

Parece también que Lidia se sentía insatisfecha. Era de trasfondo gentil, o en otras palabras, no era judía, pero sí se sentía atraída a la religión judía.  Sabemos que no era judía, no sólo por su nombre, pero porque Lucas la describió como “adoradora de Dios” (v. 14). Puede ser que se había hecho adoradora de Dios en Tiatira, ya que había allí colonia judía. Sea como fuera, está claro que, en algún momento, se había sentido insatisfecha con el paganismo y atraída por la religión judía. El judaísmo era, y es, imperfecto, pero debemos recordar que las personas que están en una búsqueda espiritual pueden sentirse atraídas a iglesias muertas que tienen algo de la verdad, pero que no tienen el evangelio. Sería incorrecto para nosotros evitar todo contacto con ellos.  En la actualidad, hay muchos que se sienten insatisfechos con el materialismo y están buscando alguna repuesta espiritual.

Esto nos lleva a observar que Pablo y sus amigos se encontraron con Lidia, no sólo porque ella estaba buscando, pero porque también lo hacían ellos.  Estaban en búsqueda de pecadores perdidos. ¿Y dónde los buscaban? Uno de los lugares prioritarios de búsqueda era la sinagoga, y Pablo tenía la costumbre de iniciar su misión en cualquier ciudad visitándola. Su principio era llevar el evangelio primeramente al judío. Los judíos son el pueblo de Dios bajo el Antiguo Pacto. No debemos pasarlos por alto en nuestra evangelización, y esta tarea debe ser todavía prioritaria. Pero no se trataba simplemente de llevar el evangelio primero al judío. Pablo se dirigía a los lugares donde encontraría a  personas que estaban realizando una búsqueda espiritual. ¡Es como que llegara al Perú y comenzara su misión en la iglesia católica romana!  Su forma de proceder nos debe alertar al hecho de que todavía hoy hay muchos buscadores espirituales en las iglesias muertas y no debemos olvidarlos.

Pero en Filipos no había sinagoga. Sólo había un grupo de mujeres que se reunían para orar al lado del río.  Nos da a entender que no había allí ni siquiera diez varones judíos, el número mínimo requerida para constituir una sinagoga. Sin embargo, la ausencia de una sinagoga no desanimó a Pablo y sus amigos. Se preocupaban tanto por las mujeres como por los hombres. Hay  lección aquí para nosotros también, especialmente en esta época del auge del  feminismo. Debemos tratar a las mujeres como iguales a los hombres, como personas hechas a imagen de Dios, y como personas que necesitan el evangelio.

¿Qué hizo Pablo? ¿Cuál gran herramienta evangelística fue utilizada por él y su equipo? “Se sentaron y comenzaron a hablar a las mujeres” (v. 13). Esta forma de proceder parece muy sencilla y ordinaria. La palabra traducida “hablar” no es el término apropiado para referirse a un discurso público formal. Es término apropiado para referirse a una conversación. Ellos comenzaron a charlar acerca del evangelio. Los apóstoles les contaron a las mujeres algo nuevo y maravilloso para ellas. Jesús, a quien crucificaron, es el Cristo.

Luego, ocurrió algo asombroso. Mientras estaban sentadas junto al río, escuchándole a Pablo: “el Señor abrió el corazón de ella para responder al mensaje de Pablo”. A pesar de estar de búsqueda espiritual, el corazón de  Lidia permanecía cerrado. Ningún argumento ni prédica ni charla podría abrirle el corazón. Sólo el Señor podría abrir su corazón ¡y lo hizo! La salvación es obra de Dios. Los que están de búsqueda espiritual necesitan ser salvados.  Nosotros también necesitamos depender de la gracia soberana de Dios. A él le toca salvar a las personas, y a nosotros nos toca compartir el evangelio.

Una Muchacha Esclavizada

La segunda persona con quien Pablo y su equipo se encontraron era muy diferente a Lidia. Ella era muchacha esclava. No sólo se encontraba privada de la libertad por ser esclava de sus dueños; también se encontraba esclavizada por un poder demoníaco. La expresión que usa Lucas para describir su condición de ser poseído por un espíritu implica una asociación con el dios griego Apollo y el oráculo de Delfos. Lucas indica que los amos de esta  muchacha ganaban mucho dinero por las adivinanzas que ella hacía.

A la muchacha obviamente le fascinaba la espiritualidad. Ella sintió que había algo espiritual en Pablo y sus compañeros, se sentía atraída hacia ellos, y les  seguía, atrayendo la atención de la gente hacia Pablo. Es interesante que sus palabras decían solamente la verdad: “estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación” (Hechos 16:17). Comentaremos esta proclamación más adelante, pero por ahora podemos observar que debe haber sido la manera en que ella hablaba que le molestó a Pablo. La muchacha seguía repitiendo su anuncio, tal vez como si estuviera en estado de éxtasis. Seguramente nos molestaríamos si un hombre ebrio entrara acá y me señalara diciendo: “¡Este hombre está predicando la verdad! ¡Pónganle atención!” Está claro que Pablo no quería que la gente pensara que el Dios que adoraba estuviera asociado con el ocultismo que practicaba la muchacha. A fin de cuentas, Pablo se sentía tan adolorido y entristecido por lo que ocurría que ordenó, en el nombre de Jesucristo, al espíritu malo a salir de  ella. Pablo se preocupaba tanto por la muchacha como por el evangelio, y sabía que sólo Jesucristo podría liberarla.

En la época postmoderna nos encontraremos cada vez más con personas como esta muchacha. Cuando el antiguo racionalismo de la época moderna haya ido, y la gente aún no vuelve a la revelación de la Palabra de Dios para orientarse, su renovado interés en la espiritualidad les expone a las influencias muy reales del ocultismo. En vez de volver de la ciencia al Salvador, la gente  vuelve a la superstición.

En nuestro trato con tales personas de la Nueva Era, debemos sentir una verdadera preocupación por ellas, porque se encuentran esclavizadas.  Debemos demostrar el mismo amor y la misma compasión que tuvo Jesús para las personas que estaban bajo influencia del ocultismo. Por otro lado, no debemos ceder ante el ocultismo. ¡Sólo porque alguien muestra interés en la “espiritualidad”, no debemos pensar que está bien! Necesita ser liberada de las influencias del ocultismo, y sólo Jesús puede lograrlo. También debemos recordar que no es solamente la gente supersticiosa y de la Nueva Era que necesita ser liberada del mal.  “El dios de este siglo ha cegado el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (2 Co. 4:4). Sólo el soberano Dios puede hacer que su luz resplandezca “en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (2 Co. 4:6). La  evangelización es un trabajo espiritual.  Debemos realizarlo dependiendo de Dios en oración.

Un hombre que Quería Suicidarse

En Filipos, Pablo y Silas se encontraron con una tercera persona muy diferente de las dos ya mencionadas. Era oficial de la prisión. ¿Cómo se encontraron con él? ¿Lo conocieron por algún encuentro social? ¡No! ¡Se encontraron con él en su lugar de trabajo! ¡Fueron encarcelados!

¿Cómo fueron encarcelados el Apóstol Pablo y Silas? ¿Qué crimen cometieron? ¡Ninguno! ¡Su delito fue el de liberar a una muchacha de la esclavitud del ocultismo! El problema fue que sus amos la habían utilizado para enriquecerse, y esa bonita fuente de ingresos se había secado. ¡Eso les había vuelto furiosos! ¡Querían venganza! No podían conseguir que arrestaran a Pablo y a Silas tan sólo por haber restaurado a una muchacha a la normalidad. Así que les acusaron de ser judíos que “alborotan nuestra ciudad y enseñan costumbres que no nos es lícito recibir ni hacer, pues somos romanos” (Hechos 16:20-21). Por lo general, los romanos toleraban una variedad de religiones y permitían la práctica del judaísmo. Sin embargo, la tolerancia oficial no podía garantizar la ausencia del prejuicio y la persecución. En este caso Pablo y Silas fueron golpeados con palos, castigo romano muy cruel, sin proceso judicial y a pesar de ser ellos ciudadanos romanos. Hoy, en algunos países como la India y Turquía que son, supuestamente, estados seculares que garantizan la libertad religiosa, hay una realidad distinta. Los que vivimos en países con libertad religiosa genuina debemos guardar celosamente el privilegio, porque la tolerancia postmoderna probablemente volverá intolerante frente a una postura de verdad absoluta, como la que debemos defender los cristianos de convicción bíblica al proclamar el evangelio. Es interesante observar que Pablo hizo uso pleno de sus privilegios de ciudadanía romana, no sólo en esta ocasión sino también en otras.

Cuando nos encontramos por primera vez con el carcelero, está simplemente trabajando. Probablemente sea soldado romano jubilado. Se le ordena a que guarde a sus prisioneros nuevos con cuidado, así que los pone en la celda interior y asegura sus pies en el cepo. Pablo y Silas, a estas alturas, estarían seriamente lastimados y sangrando debido a la golpiza que recibieron, pero eso no le importa a este romano endurecido.

Procedió, aparentemente, sin preocupación. Sin embargo, el carcelero habrá tenido mucho en qué pensar. Primero, tendría que considerar el impacto de Pablo y Silas en la ciudad, y la conmoción pública causada por la joven esclava y sus anuncios tampoco se podía ignorar. Adicionalmente, la conmoción pública causada por la liberación espiritual de la muchacha y el arresto de los visitantes sería también de conocimiento general. ¡Y por encima de todo tendría que intentar a comprender el espectáculo asombroso que los presos producían al orar y cantar alabanzas a su Dios a la media noche, a pesar de sus golpes y pérdida de sangre! En vista de lo que sucedió en seguida, no debemos desestimar el efecto en los demás del testimonio gozoso de los cristianos mientras pasan por circunstancias difíciles. Hay pocas pruebas más  convincentes de la realidad de la fe cristiana.

El carcelero no tuvo tiempo para reflexionar sobre todos estos eventos  extraños, ya que fue despertado bruscamente de sus sueños por un terremoto súbito y violento. Lo primero que vio eran las puertas abiertas de la cárcel. Debido al pánico que sintió en ese momento, sacó al instante la conclusión  que todos los prisioneros habían escapado y que él tendría que ser ejecutado por fallar en el cumplimiento de su deber. Habrá pensado que la situación no le dejaba más alternativa que la de suicidarse.

A la luz de su conversión inmediatamente posterior, el relato nos enseña algo en cuanto al pecado de suicidio. El suicidio, como cualquier otro asesinato, es  pecado. Sin embargo, a la luz de este pasaje no podemos concluir, como lo han hecho algunos, que el suicidio es pecado imperdonable. Jesús nos enseñó que el pensamiento es tan pecaminoso como el acto. Sin embargo, este hombre, que por cierto cometió el pecado de suicidio en su corazón, fue perdonado. A la luz de este caso no debemos concluir, en cuanto a los casos trágicos de suicidio de un cristiano, que su acto demuestra que no pudo haber sido cristiano.

Dejando estas consideraciones, vemos que el carcelero fue confrontado repentinamente con su propia muerte. Estaba a punto de lanzarse a la oscuridad sin esperanza alguna. En ese momento se habrá enfrentado con la realidad de la vida y la muerte de manera totalmente nueva. Dicen que, en tales momentos, las personas recuerdan su vida entera, que pasa como relámpago a través de su mente. Fue en ese preciso momento que Pablo le habló.

La muerte provee todavía una oportunidad apologética muy grande para el cristiano. Todavía hay miedo de morir en el corazón humano. Tememos lo desconocido, el dejar de ser, y aún el juicio final. Woody Allen, el comediante americano, lo expresó en su estilo inimitable: “No es que temo morir, sólo no deseo estar allí cuando acontece.” Difícilmente podría expresarse mejor la desesperación aguda del no cristiano frente a la muerte, que en las siguientes líneas del poeta galés, Dylan Thomas:

Aquí, entre las luces del cielo soberano
Está conmigo a dónde voy, un viejo ciego
Que anda en la pradera del ojo de su hijo.
Sobre él  cayó un mundo de desgracias, como la nieve.
Gritaba mientras moría, al final temiendo oír el último sonido
De la esfera de este mundo que se extinguía sin respirar;
Demasiado orgulloso para llorar,  demasiado débil para frenar las lágrimas,
Y atrapado entre las dos noches, la de la ceguera y la de la muerte.
Herida más profunda de todas, que tenga que morir
En ese día más oscuro. Si solamente podría ocultar
Las lágrimas, excluyéndolas de sus ojos, demasiado orgullosos para llorar.
Hasta que muera yo, no se apartará de mi lado. 

¿Qué mensaje tienes para tal hombre? ¿Le dirías: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo”? ¡Equivocado! Eso es para más adelante. La primera palabra del evangelio que escuchó el carcelero fue: “¡No te hagas daño!”  ¿Cómo podría ser esa la primera palabra del evangelio? Es la primera palabra del evangelio porque es palabra de esperanza y a la vez, palabra de amor.

Es urgente que la gente escuche de nosotros palabras similares en nuestra época postmoderna. Las personas angustiadas necesitan oír de nosotros palabras que les demuestran que nos preocupamos por ellos en medio de sus problemas. La gente necesita escuchar que hay mucho para vivir. Las personas a quienes intentamos evangelizar necesitan oír que son hechos a imagen de Dios y que sí nos importa si viven o mueren. La vida humana sí tiene un valor alto, y un significado y dignidad únicos. Tú no eres solamente animal altamente desarrollado, ni máquina bioquímica compleja. Eres ser humano creado para disfrutar de una relación personal con el creador del universo. ¡Tú sí le importas al creador!

Las palabras de apoyo y ánimo que el carcelero escuchó de la boca de Pablo le habrán impactado más aún porque las pronunció un hombre a quien le estaba haciendo daño. Sin mostrar compasión para con Pablo, y sin prestarle atención alguna a sus contusiones y heridas sangrientas, el carcelero le había lanzado a Pablo a la cárcel más segura, encadenándole allí. ¡Ahora escucha a este mismo Pablo rogarle no tomar su propia vida! Demostrarles a las personas un amor desinteresado como lo hizo tan claramente Pablo, es prerrequisito de la evangelización efectiva. ¡La gente no te escuchará si no puede percibir que para ti tiene importancia!

El carcelero ahora se sintió abrumado por el miedo y el asombro; miedo por su confrontación reciente con la muerte, y asombro causado por las muestras del interés de parte de Pablo por salvarle la vida. “Pidiendo luz, se precipitó adentro, y temblando, se postró a los pies de Pablo y de Silas; y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?” (v.29-30) ¿Qué quería decir y por qué les hizo esta pregunta que llegó a ser tan famosa? Está claro que no se refería a salvarse de la muerte física ya que Pablo había logrado salvarle la vida con su grito. Todos los prisioneros permanecían allí. Ya no parecía necesario suicidarse. ¿A qué se refería? ¿Tenía claro todo lo que nosotros pensamos cuando usamos el término “salvo”? Es probable que no. En el pasaje se nos dan dos pistas a seguir para comprender por qué el carcelero hablaba de ser salvo. La primera tiene que ver con la realidad que, a pesar de haber escapado del horror de estar a un paso de morir, tenía todavía en su mente todos los pensamientos que brotaron en el momento de la crisis. Estos pensamientos de temor, culpa y desesperación no habían desaparecido y quiso ser liberado también de ellos. La segunda se sugiere por qué el carcelero, para referirse al concepto de “salvo”, usó una forma de la palabra usada por la muchacha endemoniada cuando gritaba: “estos hombres … os anuncian el camino de salvación” (v.17). Parece probable que el carcelero dedujo que estos presos tenían algún mensaje pertinente a su condición y les preguntó entonces: “¿qué debo hacer para ser salvo?” (v.30).

Cualquiera que haya sido el significado preciso de la pregunta del carcelero, Pablo y Silas le respondieron con precisión. ¡Su respuesta era tan precisa que  tal vez habrán dicho ambos las mismas palabras, simultáneamente! La respuesta para Pablo y Silas era muy obvia, y la respuesta directa e inmediata implica que aceptaron la pregunta del carcelero como pregunta válida. No hubo necesidad de ponerse a discutir con él el significado exacto de sus palabras. No le hacen problemas porque su cambio de corazón ocurrió en medio de una crisis de pánico, donde podría haber sospechado el carcelero por un momento que sus presos misteriosos hubieran, tal vez, causado el terremoto. Tampoco iniciaron un debate en cuanto a los roles respectivos de la soberanía divina y la responsabilidad humana en la salvación. ¡No! Aceptaron su pregunta y le respondieron directamente.

Aprender a responder así a la gente es de vital importancia en nuestra época. Las personas pueden acercarse a nosotros con toda clase de ideas entremezcladas, envueltas en un lenguaje espiritual. Sin embargo, si son genuinos en su búsqueda de ayuda espiritual hay que darles una respuesta directa. Por ejemplo, podrían usar un término como “redención”, pero posiblemente le darían un significado distinto del uso bíblico, y sería para nosotros la oportunidad para poder explicarles el verdadero camino hacia la redención.

Pablo y Silas aceptaron su pregunta como enteramente válida. No le dijeron: “No te preocupes tanto. No eres tan malo. Cálmate porque no es muy sabio arreglar tales problemas delicados cuando estás tan emocionado”. ¡No! Le animaron a creer que necesitaba desesperadamente ser salvo, porque sabían que todos necesitamos ser salvados de la culpa del pecado, de la adicción al  pecado y del juicio divino sobre el pecado. Sabían que estos asuntos tenían que ser arreglados urgentemente. “Ahora es el día de la salvación”.

También le dieron una respuesta claramente definida y precisa: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa”. Claramente creían que su  afirmación era verdad absolutamente. No hubo calificativas como “tal vez” o “quizás”, o “bueno, esto es lo que pensamos nosotros, pero pueden existir otros caminos hacia Dios”. ¡No! Sólo hay un manera de ser salvo. Jesús dijo: “Yo soy el camino, la verdad, y la vida. Nadie viene al Padre sino a través de mí.” Pedro lo dijo también: “No hay otro nombre, bajo el cielo, dado entre los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12). La verdad absoluta es que necesitamos absolutamente ser salvos. Nadie más, ni papa ni profeta, nos puede salvar. Ningún sistema de obras buenas nos puede salvar, solamente  Jesús lo puede hacer, a través de la fe personal puesta en él.

Este mensaje no le gusta a la gente de nuestro mundo postmoderno y pluralista, que cree que hay muchas verdades, muchas metas narrativas y muchos caminos hacia Dios. Sin embargo, este hecho no nos debe conducir a modificar el mensaje evangélico. Tenemos que comprender nuestro mundo, y tenemos que aprender cómo comunicarnos con nuestro mundo actual, pero no debemos recortar el mensaje para que encuadre con las ideas del mundo actual. Puede ser que no le gusta el mensaje a la gente, pero es la única esperanza para este mundo empobrecido y perdido. En él siempre habrá gente como el carcelero de Filipos, para quién las palabras del evangelio serán como los sabores más exquisitos, como una carta de la familia, o como la lluvia sobre tierra seca.

Hay que observar también que Pablo y Silas dirigieron al carcelero directamente hacia Jesús. No le dijeron: “Bien, tenemos una teología denominacional con la cual tienes que familiarizarte. Tendrás que leer todas las cartas de Pablo, la Confesión de Westminster y también La Institución de la Religión Cristiana escrita por Juan Calvino, antes de poder comprender claramente todo lo necesario.” ¡No! Dijeron: “Cree en el Señor Jesucristo”. La teología es importante. Las escrituras son de suprema importancia. Sin embargo, no estamos invitando a la gente a la teología. Ni siquiera la invitamos a la Biblia, ni tampoco a una iglesia. Invitamos a la gente que se acerque a una persona. La invitamos a creer en el Señor Jesús. Este hombre de Filipos tenía mucho que aprender en cuanto a la identidad de Jesús y lo logrado por él, y Pablo y Silas procedieron a hablarle la palabra del Señor y enseñarle algo de teología, pero su énfasis fundamental está en la fe en una persona. Esto tiene importancia crucial para nosotros hoy también. La gente postmoderna tiene muchas suspicacias frente a las organizaciones y su dogma, pero sí tienen mucho interés en las relaciones y en la experiencia. ¡Tenemos un mensaje específicamente apropiado para ellos! Llamamos a nuestros contemporáneos a formar una relación con su creador y a la experiencia de la confianza personal puesta en Jesucristo.

Después de decir todo esto, no debemos de olvidar el hecho que Pablo y Silas procedieron después a enseñar al carcelero y a su familia las implicancias precisas de la fe cristiana: “le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa” (v.32). En ninguna parte del Nuevo Testamento encontramos justificación para conseguir decisiones solamente emotivas a favor de Jesús, o para animar a creer ciegamente como alguien que salta al vacío en la oscuridad. Al contrario, constantemente encontramos que el  énfasis está en conseguir que las personas conozcan lo que se les pide creer.      

Debemos observar también que Pablo y Silas enfatizaron el rol del carcelero en cuanto a su familia. Le dijeron: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.” En la Biblia no encontramos el individualismo estéril que tanto daño ha hecho a la vida moderna. La Biblia subraya la importancia de las comunidades humanas, las de la familia, la iglesia y la nación. La fe, según la Biblia, no es asunto netamente del individuo. Está claro, por supuesto, que cada persona debe escoger creer por sí misma como individuo, pero esta elección tiene repercusiones para otros, y nos introduce también a la confraternidad de los hermanos en Cristo.

Este aspecto de la enseñanza bíblica entra en resonancia más con personas postmodernas y con personas premodernas, de las cuales hay muchas en el mundo de los dos tercios, que con la gente que está de acuerdo con el énfasis moderno sobre el individualismo. Nuestro mensaje debe enfatizar la comunidad de la familia, la comunidad de la iglesia y la comunidad más amplia de la sociedad. El cristiano no es llamado a ser ermitaño. Es llamado a interactuar con otros y funcionar como la sal de la tierra y la luz del mundo.

Conclusión

Ya hemos visto al apóstol Pablo en su actividad como evangelista, a través de Hechos 16.  Hemos visto cómo interactuó a nivel personal con tres personas muy diferentes: Lidia, mujer de negocios, la muchacha esclava endemoniada, y el carcelero de Filipos. Confío que nos haya orientado en algo en cuanto a cómo relacionarnos con distintos tipos de persona que se encuentran en el mundo postmoderno, y cómo relacionarles con el evangelio.

También espero que, a través de esta serie de presentaciones sobre la predicación y evangelización de Jesús y de Pablo, que hayan aprendido del Maestro y de su alumno ilustre cómo comunicar el evangelio. Específicamente espero que hayan visto que la Biblia es libro de texto de utilidad incomparable tanto para aprender metodología como para aprender el mensaje evangélico, y espero también que sigan utilizando sus recursos para orientar sus diversos ministerios en nuestro mundo cambiante.

Rvdo Alex MacDonald,

Buccleuch and Greyfriars, Edinburgh,

Iglesia Libre de Escocia.

Conferencia en el SEL, octubre 2003

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Predicando en el Mundo Postmoderno Tercera Parte: Pablo el Predicador

Introducción

Visitar a una ciudad por primera vez es una experiencia fascinante. Durante estos días tengo el privilegio de visitar a su bella ciudad de Lima, y a donde voy hay para mí novedad. A cada paso hay algo nuevo que ver y escuchar. He visto templos y edificios públicos impresionantes. Escucho hablar a todos en una lengua que es nueva para mí, y estoy aprendiendo algo de las costumbres peruanas.

Si podríamos visitar por primera vez a la capital cultural del mundo, como lo hizo Pablo, el impacto en nosotros sería abrumador. En casi cada calle encontraríamos algo nuevo y emocionante al ver la arquitectura impresionante, las esculturas magníficas, los templos asombrosos y los famosos centros de erudición. Tal ciudad fue Atenas en el año 50 DC cuando Pablo la visitó. Llegó a la cuna de la democracia antigua, ciudad de Sócrates, Platón y Aristóteles. La visita de Pablo a Atenas se describe en Hechos 17:16-34, pasaje calificado por Hans Conzelmann como “el documento cristiano más importante de los inicios de una confrontación entre el cristianismo y la filosofía que fue destinada a determinar la historia occidental entera”.

La Ciudad Habla

Antes que Pablo pudo confrontar a Atenas, Atenas le confrontó a él. Quiero decir que antes que el gran misionero tuvo oportunidad de predicar a los intelectuales de la ciudad, la ciudad misma le estaba comunicando algo de sí. Lo que le llamó la atención a Pablo no fue la nobleza de la ciudad, ni su educación, su arte, o su cultura. Fue la idolatría de Atenas que le impactó. En esa época, Atenas se había llenado de la peor idolatría y por todas partes se veían estatuas e imágenes de los dioses y diosas griegas, y altares para su adoración. La idolatría, es decir la sustitución del Creador por lo que ha creado, es la mayor de las maldades, y cuando Pablo la contemplaba junto con la degradación que había producido, “su espíritu se conmovió dentro de él”. La palabra griega que hemos traducido “conmovió” expresa la idea de una conmoción muy fuerte, un paroxismo, y significa literalmente “se le dio filo”. En otras palabras, la experiencia de estar rodeado de tal despliegue asombroso de habilidad artística, entremezclado con filosofía y superstición, lejos de adormecerle los sentidos a Pablo, más bien le puso en punta, agudizando su percepción espiritual. Lo que veía le dolió, le dio cólera y le conmovió, impulsándole a hacer algo para ayudar a los atenienses, tan sabios y a la vez ignorantes; con tanta riqueza cultural pero tan empobrecidos en espíritu.

¿Pero qué podría hacer Pablo para ayudarles? No tenía ni poder político ni habilidad artística. ¡Sin embargo, sí tenía libertad para hablar, entendía el pensamiento y cultura griegos, hablaba griego con facilidad y tenía novedades para los atenienses! En Atenas había un lugar que pudo haber sido diseñado para su uso, el ágora o plaza del mercado. Allí le esperaba una audiencia a la expectativa ya que a los atenienses les encantaba escuchar y debatir las ideas novedosas. El lema de Atenas pudo haber sido la pregunta:"¿Qué novedad hay?”. El ágora fue el lugar de preferencia para encontrarse informalmente y debatir los temas del día.

Doctrina Nueva

Fue en el ágora que la ciudad le habló a Pablo por segunda vez, a través de las voces de los filósofos estóicos y epicúreos mientras debatían con él. Esos hombres hablaban en forma despectiva de Pablo. Decían que era charlatán, o  picoteador de semillas, su jerga para describir a los que recogían pedacitos misceláneos de filosofía. A la vez sus intentos de comprender su enseñanza resultaron en confusión. Parece que pensaban que intentaba añadir dos dioses nuevos al panteón griego. Su frase “Jesús (Iesous) y la resurrección (anastasis)” habrá sugerido a sus mentes una idea como “El Sanador y su pareja la Restauradora”. De todas maneras tuvieron suficiente curiosidad con respecto a la doctrina novedosa de Pablo para invitarle a presentarse ante el concilio del areópago con la finalidad de explicar su filosofía en un lugar más tranquilo que el mercado.

El areópago fue la institución más venerable de Atenas, y mantenía todavía su autoridad tradicional en temas de religión y moralidad a pesar de haber ejercido una influencia disminuida frente al crecimiento de las ideas democráticas. Les parecía natural escuchar y poner a discusión en ese foro la nueva enseñanza proclamada por Pablo. El areópago  recibió su nombre de su primer lugar de reunión en la colina de Ares, dios de la guerra, llamado Marte por los romanos. En el tiempo de Pablo normalmente se reunía en el stoa basileios, lugar de reuniones públicas cerca del mercado. Así aconteció que el primer gran misionero cristiano al mundo griego pudo predicar a algunos de los principales intelectuales de la época. Podemos sentir el drama de la situación cuando leemos el relato de Lucas: “Pablo se paró en el areópago y dijo:”Hombres de Atenas, en todo observo que son muy religiosos””. No parece que les insultaba llamándoles supersticiosos, sino simplemente destacaba su reverencia para los dioses, o espíritus, aunque es cierto que la palabra traducida ‘religiosos’ es ambigua ya que puede usarse para evaluar favorable o despectivamente, dependiente del punto de vista. Esta declaración inicial de Pablo habrá despertado aún más la curiosidad de su audiencia para oír sus explicaciones.

Como evidencia en apoyo de su evaluación de la sociedad ateniense, Pablo citó las palabras fascinantes que vio sobre un altar, mientras paseaba por la ciudad: "AL DIOS DESCONOCIDO”. Varios escritores antiguos confirman que había tales altares en Atenas. Uno de ellos, por ejemplo, reporta cómo Epimenides de Creta pudo contener una plaga en Atenas con la construcción de altares a dioses desconocidos. Es de notar que Pablo citó un poema de este mismo Epimenides más adelante en su discurso: “Porque en él vivimos y nos movemos y somos”. También citó a Aratus, paisano suyo de Cilicia: “Porque linaje suyo somos”. Por medio de la inscripción del altar y las palabras de los poetas, la ciudad le habló a Pablo una vez más.

Pablo Escuchó

Está claro que Pablo escuchó la voces de la ciudad y asimiló todo lo que le dijeron, porque su discurso en el areópago llegó a ser declaración clásica de las verdades cristianas para la mente griega en palabras comprensibles para ella. Para poder hablar a la ciudad con efectividad, como lo hizo Pablo, es necesario escuchar primero las voces de la ciudad con tanto cuidado como lo hizo él. Tendremos que escuchar las voces diversas y confundidas de nuestro mundo postmoderno de hoy si queremos lograr una comunicación efectiva hacia él.

¿Qué aprendió Pablo de Atenas? Primero, aprendió que esa ciudad estaba sumergida debajo de las aguas de la idolatría. La idolatría es la adoración de lo que está a la vista, de la forma visible o de la imagen, y era la característica más prominente de la religión griega, y también de casi todas las demás religiones del mundo, con la excepción del cristianismo verdadero y las religiones derivadas de él; el judaísmo y el Islam. La idolatría no es solamente  característica visible de la mayoría de las religiones, sino característica esencial. La idolatría de Atenas, aparentemente dedicada a la adoración de dioses y diosas sobrenaturales, fue en la práctica adoración de los procesos naturales de los cuáles dependía la ciudad, y también de aspectos de la sociedad humana de la ciudad. Los dioses y diosas son todos dioses de algo, por ejemplo dioses del cielo, de la luna, de la cosecha, del amor, y de la guerra. Aunque la religión griega tuvo sus raíces en la antigüedad, fue en el siglo cinco AC, durante el período del gran florecimiento de la civilización, filosofía y drama griegas, que se identificó con la institución del polis. Para los griegos el polis, traducido como ‘ciudad’ o ‘ciudad estado’, fue toda la vida y actividad comunales de una comunidad. Para los practicantes de la idolatría griega, a nivel popular lo que adoraban era, probablemente, el oro, la plata o la piedra costosa de que fue hecho el ídolo. En un nivel más profundo, se adoraba más los procesos naturales o sociales vitales para la ciudad y representados por el ídolo.

Es reconocido que la iglesia católico romana adoptó muchas de las actitudes idólatras del mundo pagana para evangelizarlo. También en nuestra época postmoderna hay un resurgimiento de la idolatría que viene de fuentes como la religión oriental, el paganismo antiguo de los celtas europeas, y la religión indígena norteamericana. Se ha usado la frase general ‘la nueva era’ para referirse a estas idolatrías contemporáneas, que tienen como base común la creencia panteísta que la naturaleza, o algunos procesos de ella, es divina. Hoy es tan probable que nos encontremos con personas idólatras en Edimburgo o Lima como lo fue para Pablo en Atenas.

Impersonal

La segunda forma en que Atenas le habló a Pablo fue a través de los filósofos con quienes conversó. Ellos representaban la empresa filosófica griega para esa época. A los griegos les inquietaba la búsqueda de la unidad profunda que subyace la complejidad superficial del mundo. Sus grandes pensadores les habían dejado un problema sin solución. Si el ‘uno’ era personal y moral, entonces tuvo límites porque existía también la maldad. Así pensaba Platón. ¿O era el ‘uno’ impersonal y sin límites, y entonces amoral, como creía Aristóteles? Los mitos religiosos populares encerraban el mismo problema. Por un lado estaban los dioses como Zeus que era personal, semejante a un hombre y limitado, y por el otro lado estaba el destino (ananke) que era impersonal e ilimitado. En la época de la visita de Pablo a Atenas, prevalecía la opinión a favor de lo impersonal. Tanto los estóicos como los epicúreos creían, en formas diferentes, que el hombre está envuelto por los procesos impersonales del cosmos. Las ideas básicas de ambos grupos son muy conocidas en el mundo postmoderno.

Los estóicos creían que el factor que unifica al universo es un destino impersonal y, a la vez, racional. Al destino le dieron el nombre de logos, o razón, identificado comúnmente por ellos con dios. Decimos, entonces, que los estóicos eran panteístas que creían que no hay dios aparte de la naturaleza. Concluyeron que el hombre debe vivir regido por la razón, siendo autosuficiente e inflexible. Esta forma de pensar tiene, evidentemente, muchos paralelos en las épocas recientes, incluyendo la interpretación marxista y determinista de la historia, el determinismo de la psicología conductista, y la forma del hombre que dice “lo qué será, será”.

En contraste, los epicúreos creían que a los dioses ya no les interesa de ninguna manera el mundo, cualquiera que haya sido su rol en su creación. Decían que la fuerza que ahora sostiene el universo es el movimiento totalmente impersonal y al azar de las partículas atómicas y sus mutuas combinaciones. El hombre, entonces, está hecho de tales partículas atómicas y cuando se desarticulan en el momento de su muerte, deja de existir. La consecuencia de todo esto es que un hombre debe dedicarse a cultivar su propia felicidad. Nuevamente, estas ideas antiguas encuentran eco en nuestra época. Algunos biólogos, como Francis Crick, ganador del premio Nóbel por sus estudios del ADN, enfatizan el rol del azar como factor gobernante en el desarrollo evolucionista. El adicto a los juegos de azar también cree en la suerte.

Nos interesa observar que ni el estoicismo ni el epicureismo difieren en forma significativa de la religión popular en cuanto a su enseñanza que el hombre es parte de los procesos impersonales de la naturaleza.

La Atenas Agnóstica

El altar al dios desconocido también es testigo mudo que le hablaba a Pablo de las necesidades de Atenas. Ninguno de los dioses de la ciudad, ni todos sus dioses juntos, serían capaces de satisfacerlas. Los dioses de los epicúreos estaban demasiado lejos y su materialismo demasiado pesimista para ayudar. De igual manera, el logos de los estóicos era demasiado ciego e impersonal. Se levantaba un grito de angustia que suplicaba que viniera alguien a llenar el vacío, pero Atenas no conocía a nadie capaz de responder. Aquí también se podría decir lo que Pablo escribió a los corintios: "El mundo, por la sabiduría, no logró conocer a Dios” (I Corintios 1:21). Tal vez dirían los griegos que tal ignorancia de su parte era solamente un vacío pequeño, pero era, en realidad,   un defecto fatal que arruinaba su filosofía entera. Los griegos habían establecido a la mente humana como el instrumento de medida de todas las cosas. Y mientras continuaban así jamás podrían hacer el descubrimiento más importante de todos. De manera similar, está claro por qué la filosofía y agnosticismo griegos no produjeron la ciencia. Los griegos pusieron su sabiduría preconcebida en una posición más elevada aún que la observación precisa de la naturaleza. El movimiento científico moderno comenzó solamente después que la reforma rechazó la filosofía de Aristóteles, y hombres como Francis Bacon comenzaron a “leer el libro de las obras de Dios manifestadas por su creación”.

Sin embargo, Pablo detectaba una nota más positiva. Los poemas que citó se referían a Zeus como ser supremo del panteísmo griego, que, aún en sus expresiones más nobles, distaba mucho de la revelación bíblica. En cuanto a esto, Pablo nos hace recordar una verdad importante cuando leemos lo que dijo a la gente de Listra: “Dios no nos dejó sin testimonios de su existencia” (Hechos 14:17). Dios hizo al hombre y lo colocó en un ambiente relacional, y por esta razón el hombre, de vez en cuando, expresa la verdad a pesar de ser  pecador, y a pesar de tener una filosofía errónea.

Debemos recordar que toda verdad es de Dios, y debemos desarrollar la capacidad para reconocerla, darle la bienvenida y utilizarla, cualquiera que sea su procedencia. Para poder hacer así, debemos dedicarnos primero a escuchar. Para poder comunicarle el evangelio de manera efectiva a la ciudad y al mundo, debemos escucharle para comprender lo que nos dice a través de su música, su poesía, su literatura, su cine, su televisión, sus filósofos, sus científicos y las voces de la gente en el mercado. 

Una Dificultad

Todas las conclusiones a las cuales hemos llegado en cuanto a Pablo en Atenas están fundamentadas sobre la presuposición que lo que decía allí está en armonía con el resto del pensamiento paulino expresado en los libros del Nuevo Testamento. De esta manera lo dicho por Pablo en Atenas se constituye en ejemplo del modelo provisto por Dios para nuestra predicación en la ciudad agnóstica. Esta presuposición ha sido cuestionada de dos maneras, ambas objeciones basadas en la misma idea equivocada, de que Pablo en Atenas cambió su mensaje para agradar a sus oyentes. Algunos consideran que, de ser así, fue muy loable de parte de Pablo. Dicen que es necesario hoy modificar el evangelio para que el “hombre científico lo comprenda y acepte. Otros, mientras no comparten en absoluto tales conclusiones, están de acuerdo con la idea que Pablo modificó su mensaje en Atenas y creen también que, al ver los resultados decepcionantes, volvió pronto a su práctica anterior de predicar a “Cristo crucificado” en Corinto (Hechos 18:5, I Corintios 1:23; 2:2).

Malentendido

Si fuera cierto que Pablo cambio el evangelio en Atenas, tendría consecuencias profundas o para nuestra teología o para nuestra evangelización. Sin embargo, creo que es un malentendido de los más graves pensar que Pablo acomodó la verdad cristiana al pensamiento griego para impresionar a sus oyentes. Consideremos con cuidado lo que cambió y también lo que no cambió.

Primero, está claro que Pablo no citó directamente las escrituras del Antiguo Testamento como lo hizo en Antioquía de Pisidia (Hechos 13:16-41). ¿Pero hasta dónde este hecho puede apoyar la objeción que estamos evaluando? Son muchos los pasajes en las cartas de Pablo donde no cita directamente las escrituras (por ejemplo Romanos 1: 18-32) y, aunque sin citas, el discurso de Pablo en el areópago estaba lleno de énfasis veterotestamentarios y formas de expresión (por ejemplo, véase Isaías 42:5; 40:18ss; Deuteronomio 4:7; 10:14; 32:8; Salmos 50:10-12; 96:13; I Reyes 8:27; Job12:10; Malaquías 2:10 etc.).

No es difícil encontrar la razón por no citar las escrituras en esa ocasión. Mientras en Antioquía de Pisidia Pablo se dirigía a judíos en una sinagoga, acá en Atenas se dirigía a griegos que ni conocían ni apreciaban las escrituras. No se hubiera ganado nada citando el Antiguo Testamento para tal audiencia. Lo que Pablo estaba cambiando fue su presentación y no el contenido de su mensaje.

De igual manera, el hecho que citó a los poetas griegos Epimenides y Aratus no implica de ninguna manera que estaba modificando el evangelio. Al contrario, esta forma de proceder está de acuerdo con su creencia que los hombres “detienen con injusticia la verdad” (Romanos 1:18). El ser humano pecador es todavía capaz de declarar una verdad, aunque sea entremezclada con error e inmoralidad. Nuevamente se ve que lo que Pablo cambió era su método de presentación. Citar los poetas griegos en la sinagoga no le hubiera  ayudado mucho a su audiencia a comprender el mensaje, y de igual manera el citar las escrituras en el areópago tampoco hubiera ayudado mucho a la audiencia.

Cristo Crucificado

Algunos argumentan que no solamente la presentación sino el contenido del discurso de Pablo en Atenas difiere notablemente de lo que predicó en Antioquía de Pisidia y en Corinto. Sin embargo, las diferencias deberían pesar en el argumento solamente en el caso de poder demostrar que lo dicho en Atenas contradice lo que decía en otros lugares. Es cierto que en el areópago habló de Dios como creador y juez, y también habló del hombre como criatura especial de Dios, pero está igualmente claro que expresó esas verdades también en otras ocasiones, como demuestran Hechos 14:15-17 y Romanos 1:18-2:16. No se podría considerar Romanos 1:18-2:16 como etapa preliminar y experimental de la reflexión de Pablo. Al contrario representa la reflexión madura del gran apóstol escribiendo bajo la inspiración del Espíritu Santo. Sería erróneo insistir que Pablo hubiera predicado el evangelio de una manera estereotipada. Proclamaba los aspectos específicos de “todo el consejo de Dios” que consideraba pertinentes a su audiencia. Los judíos tenían que saber que Jesús es el Cristo, mientras los griegos tenían que saber por qué necesitaban el Cristo.

Todos estos argumentos están bien, pero queda todavía la pregunta:"¿Por qué no proclamó Pablo a Cristo crucificado cuando habló en Atenas?” Sería posible dar varias respuestas aceptables, mientras rechazamos la respuesta inaceptable e innecesaria que omitía a propósito cualquier referencia a la cruz para no ofender. Primero, se podría decir que Lucas nos ha dado un resumen de los argumentos principales que utilizó Pablo y no un reporte detallado de todo lo que dijo. Segundo, se puede notar que parece altamente probable que le interrumpieron a Pablo cuando mencionó la resurrección (Hechos 17:32) y que después de esto no hubo más oportunidad para dirigirse a la asamblea para poderles hablar de la cruz.

Tercero, se puede notar en el reporte del discurso que Pablo señaló claramente a Jesús como el hombre nombrado por Dios a resolver el problema del pecado y a quien Dios levantó de entre los muertos (Hechos 17:31). Está claro que la resurrección de Jesús fue precedida por su muerte, y que el ser nombrado por Dios implica que Jesús tuvo un rol crucial en determinar el destino final de los seres humanos. En resumen, se puede ver que están presentes todos los elementos del evangelio en esta última declaración de Pablo. “Nosotros predicamos a Cristo crucificado” es la culminación del sermón de Pablo tanto en Atenas como en Antioquía de Pisidia y en Corinto.

Decepción

Queda por comentar todavía el argumento que Pablo, después de sufrir una decepción en cuanto a los resultados pobres de su predicación filosófica en Atenas, volvió a proclamar “el evangelio sencillo” cuando llegó a Corinto. Preguntemos primero: ¿Por qué estaría decepcionado Pablo al salir de Atenas? Lucas nos informa que “algunos creyeron, juntándose con él” como resultado de su presentación  en el areópago (Hechos 17:34). Lucas reporta el detalle que uno de los integrantes del areópago llamado Dionisio estaba entre ellos. Este resultado sería motivo para regocijarse y no decepcionarse. Podríamos aún concluir que si Pablo se hubiera decepcionado después de eso, sería culpable de ingratitud hacia Dios. No sería motivo de decepción hoy si la prédica de un evangelista en una universidad resultara en la conversión de uno de los catedráticos.

Segundo, si examinamos con cuidado lo que Pablo escribió en I Corintios 2:2 veremos que no dice allí que cambió su prédica cuando llegó a Corinto; más bien dice lo contrario. “Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado”. En otras palabras dice: “No cambié mi mensaje cuando llegué a Corinto, sino continuaba predicando a Cristo crucificado”. Tal interpretación encaja bien con todo el argumento de los capítulos uno y dos de I Corintios. No está haciendo una comparación entre su prédica en Atenas y su prédica en Corinto, sino compara la sabiduría de Dios con la sabiduría del hombre. Tanto en Corinto como en Atenas, la sabiduría humana rechazó la sabiduría de Dios (Hechos 17:32; 18:6).

Adicionalmente, podemos observar que, si Pablo en Atenas modificó el evangelio para no ofender a su audiencia, lo hizo de manera muy torpe al  mencionar dos temas que parecen calculados precisamente para ofenderles. Primero se refirió a la unidad de la raza humana (v 26). En cuanto a esto los atenienses se creían distintos de todas las demás razas. Creían que eran autochthonos, y como si se hubieran brotado del suelo de su país de Ática.

Segundo, en su discurso Pablo habló de la resurrección de Jesús (v.31). Para esa audiencia la idea de resurrección les hubiera ofendido más que la idea de la crucifixión. Aeschylus el dramatista, en su obra Euménide, describiendo el origen del areópago pone las siguientes palabras en boca del dios Apollo: “Cuando un hombre muere y la tierra traga su sangre, no hay resurrección”. Los griegos consideraban al cuerpo como un estorbo para la vida verdadera. Es evidente, a la luz de estas aclaraciones, que Pablo no alteraba el evangelio para conformarlo a los prejuicios de sus oyentes atenienses.

El Mensaje

Ahora podemos considerar el contenido del mensaje de Pablo para los areopagitas. Enfatiza los tres fundamentos de la verdad que proclama el cristianismo; la verdad en cuanto a Dios, en cuanto al hombre y en cuanto a la salvación. Llama la atención que Pablo no comenzó su presentación del evangelio con la cruz, o aún con el fracaso moral del hombre, sino con la perspectiva cristiana sobre Dios y el hombre. El discurso en el areópago no es  caso único, sino parece seguir el método normal utilizado por Pablo para presentar el evangelio a los que no estaban familiarizados con la verdad como la Biblia la presenta (Hechos 14:14-17) y Romanos 1:18-25). Este procedimiento me parece muy lógico y debe ser nuestro modelo hoy para predicar a las personas que no conocen la Biblia., Es precisamente porque Dios es lo que es, y porque el hombre es también lo que es, que el pecado se ve tan destructivo y la cruz tan gloriosa. Las doctrinas de Dios y del hombre deben ser prioridades para nuestra evangelización y para la instrucción de nuestros hijos.

Las enseñanzas de los estóicos y los epicúreos le confrontaban a Pablo con dos verdades distorsionadas en cuanto a Dios. Los epicúreos enfatizaban la trascendencia o separación absoluta entre Dios, o los dioses, y el mundo creado hasta tal punto que a los dioses no les interesaban para nada ni el mundo ni el hombre. Para ellos no había posibilidad alguna de entrar en  relación personal con Dios. Era imposible para ellos conocer a Dios o a alguno de los dioses. Al otro lado, los estóicos eran panteístas y creían que Dios es totalmente inmanente y envuelto en el mundo, en el sentido que no hay nada  de Dios fuera del mundo. Para ellos Dios era solamente el “alma” racional del cosmos.

Es vital para nosotros descubrir como Pablo combatía estas ideas ya que han resurgido en nuestra época. En el pensamiento popular, persiste el concepto deísta de un Dios que inició al mundo como el relojero hace funcionar al reloj y luego no lo ve jamás. Simultáneamente, en nuestra época, el panteísmo de las religiones orientales y la Nueva Era ejerce una influencia enorme. Estas ideas tienen en común la despersonalización de Dios. Dios llega a ser simplemente una palabra para referirnos a todo lo que no comprendemos en cuanto al mundo. De todas maneras, según estos conceptos, es imposible entrar en relación personal con Dios.

Un Dios Personal

Pablo afirma tres verdades en cuanto a Dios. Enfatiza su verdadera trascendencia, su verdadera inmanencia y también que es tanto personal como sin límites. Dios es trascendente porque creó el mundo (v.24). No depende del cosmos ni del hombre para su existencia, sus planes o su poder. Al contrario el universo y la raza humana dependen totalmente de él (v.24,25). Es urgente expresar la soberanía de Dios hoy, no para combatir las doctrinas arminianas sino para combatir el panteísmo en todas sus formas.

Dios también es inmanente en su creación. No es cierto que lo ha puesto a funcionar como un relojero y luego lo abandonó. Dios está obrando continuamente en el universo sosteniendo la vida (v.25, 28), y desenvolviendo sus propósitos soberanos. La característica principal de la enseñanza de Pablo es la personalidad de Dios. No hablaba de una fuerza ciega e impersonal, sino de un Espíritu personal que nos conoce. Crea (v.24), planifica (v.26), tiene propósitos (v.27), y da órdenes (v.30). Las fuerzas impersonales o los principios o las ideas no pueden actuar así. Solamente el Dios viviente que nos revela la Biblia es a la vez sin límites y personal. Es de vital importancia que predicamos enfatizando que Dios es trascendente, inmanente y personal.

La Imagen de Dios

Pablo sigue su discurso declarando otro principio fundamental del cristianismo. El Dios principal creó a sus “hijos” únicos, la raza humana, para entrar en relación personal consigo (v.26-28). Esta enseñanza encierra cuatro elementos. Primero, que la raza humana es una raza (v.26). Dios ha hecho a todas las naciones de la humanidad del primer ser humano Adán. Esta enseñanza es el único antídoto al racismo cualquiera que sea la forma que tome, sea la ateniense antigua, la fascista moderna o la del apartheid. No hay razas distintas de negros, blancos, arios o judíos. Hay una sola raza humana con un ancestro común a todos los hombres, Adán. Ni el evolucionismo ni el humanismo tiene respuesta tan radical al racismo. Al contrario la semilla del  racismo está en ambos.

Segundo, los seres humanos somos hijos de Dios (v.29). Como hemos comentado, Pablo utiliza acá el lenguaje de los poetas griegos. Si su audiencia hubiera sido judía, sabemos con certeza cuál pasaje citaría: “Y creó Dios al hombre a su imagen (Génesis 1:27). La relación única entre Dios y el hombre solamente puede describirse en términos de la relación entre un nov y su padre (Génesis 5:1-3). De la misma manera que un niño es semejante a su padre, así el hombre es portador de la semejanza de Dios. Una parte de esta semejanza, la integridad moral, se perdió en la caída y solamente es renovada en Cristo (Colosenses 3:10; Efesios 4:24; Romanos 8:29). Tal vez hemos olvidado el aspecto de la imagen de Dios que Pablo enfatizó en Atenas, es decir la semejanza que permanece aún en el hombre caído. Todo el argumento de Pablo en contra de la necedad de la idolatría está fundamentado sobre el hecho que el hombre sigue siendo imagen de Dios. El hombre no necesita otra imagen de Dios y ninguna imagen material o impersonal es adecuada. Esta referencia de Pablo a la imagen de Dios que persiste en el hombre a pesar de la caída no es única, como se puede ver en Génesis 9:6, I Corintios 11:7 y Santiago 3:9.

¿Cómo puede un hombre pecador ser semejante a Dios? La respuesta no tiene que ver con su fracaso moral sino con su constitución metafísica. Cuando pecó no se convirtió ni en animal ni en demonio. Seguía siendo hombre. Los pasajes pertinentes, especialmente Génesis 1:26; 2:18-20; 9:1-6 y el Salmo 8, enfatizan todos la dignidad humana única y distinta de la creación animal. Es precisamente por la diferencia entre el hombre y el animal que podemos percibir su semejanza a Dios en su habilidad creativa, y en su capacidad para elegir, hablar y amar; en otras palabras por sus cualidades personales.

Es urgente enfatizar esta verdad bíblica de nuevo en nuestra época. La ciencia materialista nos dice que somos solamente máquinas biológicas complejas, y la tecnología industrial avanzada nos muestra que no son tan buenas. Una propaganda diseñada para vender autos proclamaba que cierto modelo fue “hecho a mano por los robot”. Podría parecer gracioso para muchos, menos par el hombre que fue despedido porque un robot ya hacía su trabajo. En los ojos de muchos el hombre vale menos que la máquina. Muchos se preguntan si vale la pena vivir su vida. Tal hombre necesita oír las palabras del evangelio diciéndole: “¡No te preocupes! ¡Vales más que muchas avecillas!”, y también que muchos “chip” de silicona.

La Razón de Ser

El tercer énfasis que Pablo hizo en su discurso fue que el hombre ha sido creado y su vida ordenado por Dios, quien le dio el propósito específico de buscar y encontrar a su creador. La razón de ser del hombre es “glorificar a Dios y gozar de él para siempre”, como dice el catecismo de Westminster. La razón de ser del hombre es disfrutar de una relación personal y permanente con el creador personal. Esta declaración es un elemento esencial de la presentación de  la verdad cristiana. La vida del hombre no carece de sentido. El hombre tiene una  razón para vivir; amar a Dios su creador, personal y sin límites.

Cuarto, el hecho lamentable es que el hombre no buscó a Dios. Al contrario, ejerció su creatividad torcida para inventar a dioses sustitutos (v.29). Esta es la maldad más grande, la de adorar a la criatura en vez del creador (Romanos 1:25). Por actuar así el hombre es culpable y Dios lo llevará ciertamente al juicio (v.31). De esta manera Pablo enfatiza otros ingredientes esenciales del evangelio; la seriedad del pecado y la certeza del juicio final.

Después de estas declaraciones Pablo llegó al punto principal de su discurso con las buenas noticias de la misericordia de Dios. Sus palabras son pocas, pero está claro que resaltan tres aspectos importantes. Dios ha designado a un hombre para resolver el problema de nuestro pecado, ha provisto evidencia objetiva de esta labor en levantarlo de entre los muertos, y por lo tanto ordena a todos en todo lugar a arrepentirse (v.30,31). En Atenas, como en otros lugares, la predicación de Pablo está centrado en “Jesús y la resurrección” (v.18), y toda verdadera predicación del evangelio tiene que apuntar a lo mismo.

El postmoderno siglo XXI no tiene más esperanza que los estóicos o los epicúreos en cuanto a la vida después de la muerte del cuerpo. Hoy la gente necesita urgentemente oír de nuevo del que conquistó al pecado y también a la muerte, del que desaparece nuestra culpa y nos da esperanza.

Como en Atenas habrán siempre en nuestras audiencias los que se burlan y los que postergan la consideración seria del evangelio mientras siguen abrazados con sus ídolos vetustos y ciegos en vez de inclinarse ante el único Dios que hay. Sin embargo, por la gracia de Dios, habrá también otro Dionisio, y otra Damaris y otros también con ellos.

Rvdo Alex MacDonald,

Buccleuch and Greyfriars, Edinburgh,

Iglesia Libre de Escocia.

Conferencia en el SEL, octubre 2003

Se debe respetar la autoría de los trabajos presentados en esta página Web por lo que su uso debe ser debidamente citado

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viernes, 14 de mayo de 2010

Predicando en el Mundo Postmoderno Segunda Parte: Jesús el Evangelista

Introducción

Nuestro Señor Jesús nos dio el mejor ejemplo de predicación. Nos dio también el mejor modelo de evangelización. En esta presentación deseo comentar un ejemplo específico de su técnica de evangelización. Miraremos al relato de su contacto con la mujer samaritana (Juan 4).

En el Nuevo Testamento destacan dos grandes técnicas de evangelización: la prédica y la conversación. Aquí vemos a Jesús evangelizando a través de una conversación personal.

Jesús se encontró con la mujer samaritana aparentemente por casualidad y cerca de un pozo. Después del encuentro, ella fue a invitar a la gente de su pueblo a que vengan a conocer a Jesús, “un hombre que me dijo todo lo que he hecho”, y les instó a considerar si era o no el Cristo. Como resultado muchos de los que atendieron a la invitación creyeron en Jesús. ¿Qué es lo que ocurrió? Nosotros estaríamos contentísimos con tal éxito en tal experiencia  de la evangelización transcultural. ¿Cuál fue el secreto de Jesús? Para decirlo en pocas palabras: fue que la comprendió. Lo que más le impresionó a la mujer fue que aquí había un hombre que la conocía, la comprendía y le revelaba sus necesidades más profundas: "me dijo todo lo que he hecho”. Jesús se relacionó con ella en forma muy personal.

Este hecho tiene importancia crucial para nuestra época postmoderna. En la época moderna anterior la gente se preocupaba con explicaciones científicas precisas, con evidencia y con racionalidad. Hoy, en la época postmoderna, las personas generalmente se preocupan más con el significado personal. La pregunta que se hace ya no es: “¿Es verdad?” sino “¿Cómo se siente?”. ¿Cómo debemos de interactuar con esta realidad?

El evangelio de Cristo es verdad. De hecho, Jesús da a entender que sólo en él está la verdad “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida”. No quiere decir que hemos cumplido a cabalidad nuestra tarea de comunicar el evangelio cuando hemos declarado las doctrinas de la fe cristiana de manera únicamente racional e impersonal. Como hemos visto en la prédica de Jesús, debemos de ilustrar y aplicar. Debemos de hacer que el evangelio sea personal, o para expresarlo de otra manera, debemos de hacer que las personas vean que el evangelio es personal. Jesús se relacionó con seres personales y con sus necesidades personales. Si vamos a seguir el ejemplo que dejó Jesús, y creo que debemos de hacerlo,  ¿cómo nos tocaría también evangelizar?

Relaciónate Con la Gente (Juan 4:4-9)

¿Quién habló primero? ¿Lo hizo Jesús o la mujer? Fue Jesús. El tomó la iniciativa. El comenzó la conversación. El se acercó a la mujer. El trajo abajo las barreras. Esto le asombró completamente a la mujer. Ella estuvo atada a  los prejuicios de su tiempo y lugar. Los hombres, especialmente los hombres religiosos, no hablaban con mujeres en público. ¡Los fariseos no hubieron hablado siquiera con sus propias esposas si las hubieran encontrado en la calle! Lo que es peor aún, los judíos no se relacionaban con los samaritanos. Esto implicaba que ni siquiera usarían los utensilios domésticos de los samaritanos. ¡Y Jesús le pidió un sorbo de agua de su taza!

¿Por qué había tanta animosidad entre judíos y samaritanos? Como la mayoría de prejuicios, tenía cientos de años. Se remontaba al tiempo del regreso de los judíos del exilio babilónico, 538 AC  y después. Tuvieron una recepción hostil de parte de la gente que vivía en la región de Samaria. Hay desacuerdo entre los eruditos de hoy en cuanto a si esos pobladores de Samaria fueron los antepasados directos de los samaritanos del Nuevo Testamento. El historiador judío Josefo, escribiendo en la generación después de Pablo, identificaba los dos grupos, lo que muestra que la enemistad entre judío y samaritano llevaba más de cinco siglos.

De todas maneras, los samaritanos del tiempo de Jesús practicaban una forma de la religión del Antiguo Testamento. Reconocían los libros de Moisés, los primeros cinco libros del Antiguo Testamento, como escrituras sagradas, y habían construido un templo en el monte Gerizím.

¡Nos confrontan prejuicios similares en nuestro tiempo: musulmanes y cristianos, protestantes y católicos, escoceses e ingleses, blancos y negros, criollos e indios, urbanos y rurales! ¿Cuál debería ser nuestra actitud? ¿Hemos de seguir el ejemplo de los judíos y los samaritanos? ¿O seguiremos el ejemplo de Jesús?

Jesús conocía el prejuicio de la mujer, pero lo superó. El no tenía prejuicio en contra de ella, aunque ella sí tenía en contra de él. Entonces, tomando la iniciativa, rompió la barrera. ¿Por qué rompió la barrera? La respuesta está en dos niveles. En el primer nivel, rompió la barrera porque necesitaba algo de ella. Tenía sed. Necesitaba beber agua y ella podía sacarla del pozo. Esto es significativo. Jesús no temía dejar ver su vulnerabilidad humana y dependencia de otras personas. Pedía prestadas las cosas constantemente. Le pidió a Simón su bote, envió los discípulos por un pollino, y se hizo la última cena en una habitación prestada. Muchas veces tenemos temor de pedir ayuda, o aprender algo, de los que no son cristianos. Todos los seres humanos son hechos a imagen de Dios y, bajo la gracia común de Dios, son capaces de contribuir al bienestar de la sociedad y al aumento del conocimiento en muchas áreas. No debemos de tener reservas para buscar la ayuda de un médico, o un mecánico o un amigo, sólo porque no son cristianos. De esta manera se rompen las barreras. No es legítimo que tengamos un sentimiento de superioridad que nos haga decir: “No puedes hacer nada para mí. ¡Yo debo ayudarte a ti!”.

El segundo nivel de respuesta se ve en el deseo de parte de Jesús para relacionarse con esta mujer. La vio como ser humano necesitado. Entonces, le trató como ser humano hecho por Dios, pero que estaba huyendo de él. Le habló. No mostró prejuicio. No hubo barreras de su parte. Quería conducir a esta mujer a que crea en él, y por eso se acercó a ella y se relacionó con ella. Nosotros también tenemos que relacionarnos con las personas. ¡No podemos evangelizar aislándonos de la gente! Jesús no se hubiera encontrado con esta mujer si antes no hubiese decidido ir por Samaria. Tampoco se hubiera encontrado con ella si no hubiese ido al pozo. Debemos de contactarnos con otras personas mientras se hacen las compras, el trabajo, el deporte, o alguna  otra actividad de todos los días.

Recientemente un joven llegó a ser cristiano en nuestra iglesia en Edimburgo. No asistía a iglesia alguna. Normalmente su sombra no caería sobre la entrada de una iglesia. Pero él tenía un interés en común con mi hijo. Ambos cantan  en bandas de música rock. Durante un período de siete años mi hijo hablaba con él y discutía con él la verdad del evangelio. Este año aquel joven llegó a ser cristiano. ¡Los que no son Cristianos no se convierten si no nos relacionamos con ellos!   

Hay otra dimensión significativa aquí que tenemos que considerar. Tiene que ver con las connotaciones para aquella cultura de encontrarse en el pozo. El pozo fue un lugar de encuentro y símbolo de la vida y los valores. En el libro de Génesis, el pozo fue lugar de encuentro con el Señor para Hagar. También fue  lugar de encuentro romántico entre un hombre y una mujer, como en el caso de Jacob y Raquel. Jesús estaba plenamente consciente de estas connotaciones cuando se encontró con esta mujer. Era una persona marginada como Hagar. Sin embargo, quiso conquistar su corazón, no en el sentido romántico (aunque tal pensamiento podría haber existido en ella), sino como su Salvador.

Cuando evangelizamos debemos de estar conscientes de la historia de las personas a quienes hablamos, tanto de su historia personal como de la historia de su pueblo. De esa historia saldrán detalles de significado que cobren importancia cuando intentamos ganar a estas personas para Cristo. No debemos tener vergüenza de relacionarnos con gente marginada, aún corriendo el riesgo de ser incomprendidos. Los discípulos se sorprendieron al ver a Jesús conversando con una mujer. Luego se le acusó de ser amigo de los cobradores de impuestos y pecadores, y de ser glotón y hasta borracho. Evidentemente, Jesús no era inmune en cuanto a las suspicacias, pero no se le podía reprochar de haber cometido alguna falta. Así debemos de relacionarnos con las personas, pero sin cometer falta alguna.

Despierta la Curiosidad (Juan 4: 10-12)

Hasta cierto punto, Jesús ya había despertado la curiosidad de la mujer cuando le pidió agua. Para comenzar, la idea de la mujer acerca de Jesús fue  sencillamente que era un judío. Veremos cómo cambiaron sus ideas en cuanto a él, pero al inicio no comprendía por qué un judío le pedía agua. No debemos de actuar de una manera predecible y aburrida. Las personas tienen sus ideas y preconceptos de lo que es un cristiano. Los postmodernos creen que la religión organizada es peligrosa y que los cristianos somos hipócritas intolerantes. ¡Hay que darles una sorpresa agradable! ¡Hay que picarles en su  curiosidad!

Jesús ciertamente aumentó su curiosidad con lo que dijo en seguida. Respondió con una de esas preguntas graciosas y enigmáticas tan queridas por los orientales. Le dijo, “Si conocieses el don de Dios y quién es que te pide agua, le hubieras pedido y te habría dado agua viva.” Habló de un don de Dios. Habló de agua viva, y levantó la pregunta de su verdadera identidad. Todos estos detalles fueron calculados para picarle su curiosidad. La mujer comenzó a preguntarse “¿Dios de veras me regalaría algo sin tener que trabajar para ganármelo? ¿Qué es eso de agua viva? ¿Y quién será este hombre que me habla así?” 

Lo que dice, sin embargo, no revela tal reflexión: “No tienes nada con qué sacar agua y el pozo es profundo. ¿De dónde sacarás esta agua viva? ¿Eres  mayor que nuestro padre Jacob que nos dio este pozo?” Aparentó no entenderle. Más probable, a mi entender, es que tomó sus palabras en un sentido que ignoraba las implicancias: tal vez porque le pareció gracioso o para provocarle a este forastero a que se explicara más. De todas maneras disfrutaba del diálogo y quería seguir conversando. No solamente había  comenzado a reflexionar sobre agua viva, que tal vez entendía como agua fresca y corriente, también estaba considerando la identidad de Jesús. Tal vez  pensaba bromeando, o aún en forma despectiva, pero de todas maneras le siguió el diálogo y evidentemente se estaba preguntando si el forastero de veras podría ser mayor que Jacob.

Jesús le hablaba, deliberadamente, en forma misteriosa como hacía  frecuentemente para despertarle la curiosidad a alguien. En la época de la modernidad, que precedía nuestra época postmoderna, la gente tenía  vergüenza de lo misterioso y todo tenía que ser explicado en forma racional. En contraste, en nuestra época postmoderna, a la gente le encanta lo misterioso. Ahora se entiende que la mera razón humana, sin auxilio, no es capaz de darle explicación a todas las cosas. En este punto los cristianos estamos de acuerdo con los postmodernos, aunque no rechazaríamos las explicaciones racionales como ellos lo hacen. Tenemos aquí, en las dimensiones misteriosas y poéticas del evangelio, un punto de contacto con nuestros contemporáneos postmodernos y no las debemos de ocultar. Al contrario, tenemos que presentárselas con confianza como parte del mensaje cristiano completo. Encontraremos que tal presentación atraerá a las personas y no las alejará.

Apela a los Anhelos Profundos (Juan 4:13-15)

Llegado a este punto, Jesús redirigió la conversación a un nivel más profundo. Sabía que esta mujer no solamente tenía curiosidad sino también anhelaba  encontrar satisfacción en su vida. Como muchos no la había encontrado aún. Había tenido cinco maridos y ahora convivía con otro hombre más. Anhelaba encontrar el amor verdadero y sentirse realizada, pero no lo había encontrado.

Mick Jagger de los “Rolling Stones” cantaba: “Yo no puedo encontrar ninguna satisfacción”. Tal es el testimonio de millones, aún de los que aparentan tenerlo todo. El tenista Boris Becker intentó suicidarse: “Había ganado el torneo de Wimbledon dos veces, una de ellas como el participante más joven. Era rico. Tenía todas las posesiones materiales que podría necesitar: dinero, autos, mujeres, todo …Sé que esto suena a muy trillado. Es la canción antigua de las estrellas de la música y del cine que quitan su propia vida. Tienen todo y, sin embargo, están sumamente insatisfechos… Yo no tenía nada de paz dentro de mí. Fui títere, sostenido por cuerdas.” ¡Sin satisfacción!

Esta experiencia de sentirse insatisfecho es común a toda la humanidad. En el siglo XVIII, el poeta nacional de Escocia, Robert Burns, lo expresó para su propia generación:

Más los placeres son como las amapolas en el campo
            Agarras la flor y su belleza se le quita;
            O como la nieve que cae en el río,
            Luce blanco por un instante y luego se derrite para siempre.

¡Sin satisfacción!

El autor Douglas Coupland habla como vocero de la postmoderna Generación X cuando dice: “Mi secreto es que necesito de Dios. Estoy enfermo y ya no puedo llegar solo. Necesito de Dios para que me ayude a amar”. Tales anhelos,  sin satisfacción, para un amor verdadero son profundamente sentidos hoy en el corazón de muchas personas. ¡No fue solamente en la época de Jesús que la gente se encontraba sin satisfacción!

Jesús le habló a la mujer de una sed insatisfecha que siempre vuelve. La mujer pudo comprenderle ya que venía todos los días para sacar agua. Pero Jesús dijo también que él puede satisfacer los anhelos más profundos del corazón humano. El regalo que ofrecía era el agua viva, y que brotaba para vida eterna. Estaba hablando de la vida del espíritu y de una relación personal con el Dios viviente.

La mujer aparentemente malentendió esto. Parece que pensaba que Jesús le estaba hablando de algún tipo de agua milagrosa, pero todavía agua real, que le quitaría el trabajo diario duro de ir al pozo. ¡Aunque no entendía el importe preciso de lo que Jesús le decía, quería obtener lo que le ofrecía! Quería  escapar de su ronda diaria de anhelos insatisfechos. Su tono podía ser todavía jocoso, y hablaba bromeando, pero está claro que las palabras de Jesús habían removido sus pensamientos y captado su atención.

La capacidad de apelar a los anhelos de satisfacción de la gente es uno de los atractivos mayores del evangelio para un mundo trabajado y cansado. Fue así en el mundo griego y romano del primer siglo y sigue siendo así en nuestro mundo postmoderno fatigado. La realización personal y la satisfacción  duraderas todavía están ocultas para el hombre pecador.

Apunta a la Conciencia (Juan 4:16-18)

Llegado a este punto, Jesús parece cambiar bruscamente el tema. ¡Aparentemente desde el aire, le dijo que trajera a su esposo! Un cambio interior repentino también ocurrió en la mujer. Hasta aquí fue locuaz y dispuesta a bromear con el forastero, y ahora se le pusieron tiesos los labios. ¡La respuesta le dio con tres palabras! “No tengo esposo.” Es obvio que Jesús le tocó en algo profundamente sensible.

¿Qué ocurría? ¿Se había puesto Jesús a jugar con ella? Hasta ahora parecía  proceder con gentileza para ganarle poco a poco. Ahora parecía que todo lo había malogrado, y la mujer se puso a la defensiva. Sin embargo, Jesús siguió arando. Puso al descubierto el hecho que había tenido cinco esposos y ahora convivía con otro hombre más. ¡Posiblemente se había divorciado hasta cinco veces! ¡Debía de ser mujer muy atractiva y también insoportable!

En cualquier época, y especialmente en la nuestra, temas como estos son asuntos personales delicados. Nuestra época postmoderna cree que la moralidad sexual es asunto personal. No tiene que ver con las demás personas. Nadie tiene derecho de interponerse. ¿Entonces por qué se entrometió Jesús en la vida íntima de la samaritana? ¿Por qué dirigió la conversación hacia ese tema?

Jesús estaba apuntando a la conciencia de la mujer. Había despertado su curiosidad. Había apelado también a su deseo de conseguir satisfacción, y  ahora se dedicó a hacerle consciente que ella era pecadora. En este punto es,  donde fallamos frecuentemente hoy. Por un lado algunos cristianos se lanzan de frente al tema del pecado. No han ganado todavía la atención de la persona ni su confianza, y la ofende. Por el otro lado, algunos jamás llegamos a hablar claramente del pecado como realidad personal. Jesús nos demuestra el equilibrio perfecto. Ganó la atención y la confianza de la mujer, y luego se dirigió a su vergüenza y culpabilidad.

Aunque el mundo moderno y el postmoderno han intentado desaparecer las ideas del pecado y la culpa, siempre vuelven como para cobrar venganza. Un ejemplo clásico es La Caída escrito por Albert Camus, el existencialista francés. El narrador vio a una mujer joven suicidarse al tirarse de un puente al Río Sena de París. No hizo nada para detenerla. Después de esto, se llenó  para siempre de sentimientos de culpa. No tenía suficiente orientación moral  para poder identificar cuál fue su pecado, menos aún confesarlo y buscar el perdón. Al contrario, se atormentaba con un sentimiento general de culpa.

El hecho de que el mundo ha intentado desaparecer al pecado y la culpa con sus explicaciones, no elimina la conciencia de la experiencia humana. Dios nos ha creado a su imagen y eso significa que sí, tenemos una conciencia. Pero sin ley moral clara, la conciencia no nos sirve de buen guía. Por esta razón hacemos mucho daño a las personas si no apuntamos a su conciencia mostrándoles que Dios, a través de la Biblia, nos ha provisto con reglas morales claras y un camino hacia el perdón para los que han quebrado su ley. ¡La gente de hoy está oprimida por su sentido de culpa, y se siente más culpable aún, cuando le dicen que no debe sentir culpa alguna!

Aunque la mujer samaritana se desconcertó momentáneamente, el cambio de rumbo que Jesús dio a la conversación no le desanimó. Al contrario llegó a tener una opinión más elevada en cuanto a Jesús. Al inicio fue para ella solamente hombre judío (v.9). Después le había preguntado, tal vez bromeando, si era más grande que Jacob (v.12). ¡Pero ahora lo consideraba profeta! (v.9). El cambio de opinión ocurrió porque Jesús destapó sus dolencias y culpabilidad más íntimas. En esto no podemos imitar del todo lo que hizo nuestro Señor, porque aquí estamos observando la operación de la omnisciencia divina “No requería testimonio humano sobre el hombre, porque sabía qué había dentro de un hombre.” (Juan 2:25) ¡Sin embargo, nosotros también debemos de estudiar la naturaleza humana para poder relacionar el evangelio a la situación precisa de las personas y rascar donde ellos sienten la picazón!  Si vamos a seguir el modelo de Jesús cuando evangelizamos, debemos de aplicar el evangelio en toda su plenitud al corazón humano, incluyendo la culpabilidad de las personas. Sólo cuando se da cuenta por dónde ha errado podrá una persona acercarse de veras a Jesús para que le enderece su vida.

Responde las Preguntas Difíciles (Juan 4:19-26)

Cuando la mujer pronunció la palabra profeta, comenzó a pensar en la religión. Ahora que reconocía a Jesús como profeta, pensaba que él debía poder responderle una pregunta que siempre le había intrigado. Los judíos y los samaritanos tenían creencias diferentes y alababan de modos distintos. Su dificultad y la manera de que la expresó es muy actual. Hizo su pregunta simplemente, sin opinar si judío o samaritana tenía la razón. Ni siquiera preguntó cuál de ellos tenía la razón. El hecho de que las religiones compiten entre sí atribuyéndose cada una la verdad absoluta no motiva a la gente de hoy a preguntar: ¿Cuál de las religiones tiene la razón? Más bien les empuja hacia el escepticismo frente a todas las religiones organizadas, y les provee de una razón adicional  para excusarse de las prácticas religiosas.

¿Cómo le respondió Jesús la pregunta de la mujer? La forma en que Jesús respondió es altamente significativa. Algunos, al encontrarnos en situación similar, podríamos concluir que una mujer que contestaba así intentaba de cambiar el tema, porque se incomodaba al verse envuelta en una discusión sobre su propia vida íntima. Intentaba sacarse del anzuelo desviando la conversación, para mezclar un poco las metáforas. Nuestra tendencia sería intentar a forzarle a volver a hablar de “su problema real” y seguir el tema de su pecado sexual.

El hecho de que Jesús no lo hizo así nos enseña mucho. Nos enseña a ser sensibles. ¡No es necesario golpearle la cabeza para ganar a las personas para Cristo! Tenemos que declararles la verdad sobre su pecado, pero no es necesario seguir insistiendo en el tema. Jesús le había dicho la verdad y avanzó a otro tema.

También Jesús le trató a la mujer como persona con ideas y preguntas que tenían importancia y validez. No le dijo que su pregunta era impertinente, aunque tal vez ella estuvo muy contenta al poder cambiar el tema. Le trató con respeto y dignidad como persona y le dio importancia a su pregunta. Si quieres ser evangelista, tienes que aprender a hacer lo mismo. Tendrás que responder a las preguntas reales que te harán las personas, y no a las preguntas que tú prefieres  responder.

¿Cómo resolvió Jesús la pregunta de la mujer (v.21-24)? Es esencial que comprendamos y guardemos en nuestro corazón su manera de tratar la situación porque se trata de un problema que todos nosotros tendremos que confrontar en esta época postmoderna.

Revelación Progresiva

Primero, Jesús enfatizó que ninguna religión humana es adecuada. Tanto las ideas y prácticas judías como las samaritanas estaban a punto de ser superadas. Judíos y samaritanos ambos fracasaron por ignorar la cualidad progresiva de la revelación divina. Los samaritanos se quedaron con tan sólo los primeros cinco libros de la Biblia y una comprensión peculiar y equivocada de lo ordenado por Dios en cuanto al Monte Gerizím (Deuteronomio 27). Los judíos tuvieron el  Antiguo Testamento entero con su interpretación peculiar y equivocada de lo ordenado por Dios a David y Salomón en cuanto al templo. Ambos pensaron tener la última palabra pero se equivocaron. La última palabra de Dios estaba por pronunciarse todavía, en la persona de Jesucristo mismo. Tanto Gerizím como Jerusalén apuntaba a Jesucristo. Sin embargo, aunque era progresiva la revelación divina de la verdad, no iba a progresar para siempre. Jesús demostró claramente que la progresión estaba a punto de alcanzar su consumación. Es importante que comuniquemos esto hoy, para evitar que la gente se quede envuelta de ideas del Antiguo Testamento ya cumplidas en Cristo, como los católicos romanos con su sacerdocio, o los “teonomistas” con su creencia que las leyes civiles del Israel antiguo rigen sobre los estados de hoy.

Verdad Exclusiva

De igual importancia es el énfasis que pone Jesús sobre la exclusividad de la revelación divina de la verdad. Después de enfatizar lo superficial que eran las ideas religiosas tanto de los judíos como de los samaritanos, Jesús señaló que Dios había declarado su voluntad al pueblo judío y a través de él. No era  solamente que los judíos tenían una idea más clara de Dios porque aceptaban  la revelación divina entera, sino que la salvación era de los judíos. Dios había  obrado a través del pueblo judío para lograr sus propósitos. Por eso Jesús se identificó como judío diciendo “Nosotros adoramos a lo que conocemos”. La verdad tiene una dimensión exclusiva. Después de todo, la salvación vino de los judíos y no de los samaritanos, porque Jesús fue judío y toda la historia estaba acercándose a su gran consumación en su persona. ¡No debemos olvidar nunca que Jesús es judío y que el cristianismo es judío de origen! No debemos olvidar cuando evangelizamos que la verdad divina es exclusiva. Jesús no intentaba sintetizar el samaritanismo y el judaísmo. La verdad excluye al error. La verdad de la revelación divina no es relativamente verdadera; es absolutamente la verdadera. No podemos comprometer la verdad del evangelio. La Biblia no es solamente una verdad entre muchas. En insistir en estas declaraciones nos encontraremos en sentido contrario al espíritu de nuestra época, pero debemos de hacer así en lealtad a nuestro Salvador.

Evangelio de Redención

Jesús enfatiza que la salvación es de los judíos. En el cristianismo no se trata fundamentalmente del conocimiento. Nuestro problema no es que somos ignorantes y nos falte conocimiento; nuestro problema es que somos pecadores esclavizados y necesitamos que nos rescaten. Toda la historia de Israel fue historia de la salvación. A través de los dos eventos mayores de la historia de Israel, el éxodo y el retorno del exilio, Dios actuó de manera soberana para liberar a su pueblo de la opresión. Sin embargo, está claro que la opresión fundamental bajo la cual yacía Israel no fue política sino espiritual. “Todos nosotros como ovejas sin pastor, hemos errado, cada uno hemos volteado a tomar nuestro propio camino; y el Señor ha echado sobre él la iniquidad de todos nosotros” (Isaías 53:6).                                                                 

En nuestra práctica de la evangelización debemos enfatizar, como central para la fe cristiana, la salvación divina soberana. Sólo Dios puede salvar. Lo hace solamente a través de su Hijo, Jesucristo. Es sólo la vida justa, la muerte expiatoria y la resurrección vivificante de Jesús que nos salva del pecado. Somos débiles sin capacidad alguna para salvarnos a nosotros mismos. Los hombres y las mujeres postmodernos rechazan estas declaraciones como inaceptables. Los postmodernos dicen que han renunciado al racionalismo, pero no han renunciado al humanismo, que es la creencia que la respuesta está en el hombre. Sin embargo, las personas nunca se harán cristianas sin antes aceptar que sólo Dios las puede salvar. ¡No debemos tergiversar esta verdad!

Mensaje Espiritual

Está bién claro en el Antiguo Testamento que los propósitos divinos incluyen a todas las naciones y no sólo a Israel. Cuando Dios inauguró su pacto con Abraham, aclaró que a través de Abraham, y a través de su simiente, todas las naciones serían bendecidas. (Génesis 12:3 y 22:18). En el momento de la conversación entre Jesús y la samaritana esta promesa estaba a punto de ser cumplida. Los adoradores verdaderos de Dios ya no serían atados ni a lugar, templo o nación alguna. Adorarían a Dios en espíritu y en verdad. El camino se abría tanto al samaritano como al judío por la salvación divina soberana. Ya no adorarían por medio de ritos asociados con lugares específicos o en grupos étnicos exclusivos, como se hacía en la infancia de la raza humana. “Que los pueblos te alaben, oh Dios; que los pueblos todos te alaben. Que las naciones se alegren y canten por gozo…” (Salmo 67:3,4). Ahora las personas tienen que adorar en espíritu como los que ya maduraron, y en toda la gloria de su individualidad ya que son hechos a imagen de Dios como seres espirituales. También deben adorar en verdad, de acuerdo a lo revelado por Dios y a la vez de manera genuina y sincera.

Todas estas eran buenas noticias para la mujer samaritana. El camino a Dios no estaba cerrado para ella por causa de rituales especiales o su identidad étnica, ni tampoco porque era persona marginada por su sociedad. El camino está abierto para todos.

¿El Éxito?

Se ha intentado seguir el pensamiento de Jesús mientras conversaba con esta mujer y comprender la metodología que usaba para la evangelización personal. ¿Pero tuvo éxito? ¿Qué efecto tuvo en la mujer?

No tengo la menor duda de que esta mujer llegó a creer en Jesucristo. Algunos dirán que la invitación que hizo a sus conciudadanos cae corto de la medida plena de la fe, ya que preguntó “¿Podría ser este el Cristo?” (Juan 4:29). Tal conclusión ignoraría dos detalles. Primero, a través de estas palabras estaba  invitando a otros y no estaba declarando su propia fe. Ejercía sabiduría en escoger sus palabras. No estaba tomando decisiones por ellos. Les invitaba a considerar a Jesús por sí mismos. Después de todo les decía: “¡Vengan a ver a un hombre!”. ¿Por qué lo haría si Jesús no le hubiese impactado?

Segundo, y con mayor claridad, dijo: “Vengan a ver a un hombre que me dijo todo lo que he hecho.” Tomando en cuenta que, probablemente, estaba exagerando, ¿qué quería decir? No tengo duda alguna de que sus palabras se explican considerando la última parte de su conversación con Jesús. Ella le  dijo: “Sé que el Mesías (es decir, el Cristo) viene. Cuando llega nos explicará todas las cosas.” Jesús le respondió: “Quien te habla, aquello soy” (Juan 4:25,26). Ya tenemos tres afirmaciones. La mujer creía que el Cristo explicaría  todo. Jesús declaró que él mismo era el Cristo, y la mujer proclamó que Jesús le había dicho todo lo que ella había hecho. La única conclusión lógica es que estaba de acuerdo con la afirmación que Jesús hizo de sí mismo, que él era el Mesías. La mujer se convirtió.

¿No nos llama la atención que la mujer haya ido inmediatamente a decirlo a otros? Esta es señal segura de una fe genuina. ¡Que sigamos nosotros su ejemplo de seguir el ejemplo de Jesús evangelista!

Rvdo Alex MacDonald,

Buccleuch and Greyfriars, Edinburgh,

Iglesia Libre de Escocia.

Conferencia en el SEL, octubre 2003

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