Introducción:
Cuando nos mueven las misericordias de Dios, es decir, hemos entendido en primer lugar las misericordias de Dios para con nosotros y cuando nuestra mente ha sido renovada a fin de aceptar su voluntad, todas nuestras relaciones se transforman. No solo tenemos una correcta relación con Dios, con el mundo, con nosotros mismos, con los hermanos, sino que también servimos a nuestros enemigos.
Pablo comienza a hablar en el versículo 9 y 10 del amor genuino como la base para las relaciones sinceras. Este amor es la base que soporta mi conducta frente a mis perseguidores, prójimo y enemigos.
Amar y servir a los que nos persiguen es cuestión de discípulos maduros.
¿Qué dice el Señor acerca de nuestra conducta hacia aquellos que no nos aman, hacia aquellos que se oponen a nosotros?. Es posible que en el auditorio haya perseguidores y perseguidos. Es posible que tengas al enemigo sentado a tu lado hoy. Lo que el pasaje nos enseña es toda una contracultura para el corazón.
1. Perseguidores: 14-16
· Bendecirlos (Mt 5:44-47), es un amor sin condiciones, Hechos 7:54-60
· Alegrarnos en sus triunfos, dolernos en su sufrimiento
Se requiere más gracia para alegrarse con los triunfos de otros que para llorar con el que sufre. Nuestra propia naturaleza nos capacita para llorar con otro ser humano que ha sufrido una calamidad, pero regocijarnos con una persona que le va bien necesita del amor genuino. Es la única manera de mantenernos libres de envidia, sentirnos alegres por la persona a la que le va bien. El amor nunca es ajeno a las alegrías o penas de otras personas (John Stott).
· Buscar la unidad. Es unidad de pensamiento. La unidad se constituye en la fortaleza que impide la entrada del conflicto. Cuando pensamos lo mismo, los esfuerzos se encaminan a metas y propósitos comunes. (Fil 2:2-5). Eso solo se logra cuando todos buscamos que los propósitos y planes de Dios se cumplan. Cuando colocamos nuestros planes y propósitos por encima de los de Dios entonces surgen los conflictos. Si tenemos una mente renovada, tendremos también las mismas convicciones y las mismas preocupaciones básicas. Sin esta mente en común no podemos vivir ni trabajar juntos en armonía. (John Stott).
· No ser altivos. Tratar bien a los humildes. Tener un interés genuino por las personas comunes y corrientes, es decir, si te sientes que estas por encima de los demás tu deber es bajarte al nivel de los que no son como tu. Jesús estuvo disponible para todos, hablaba con todos, trataba igual a todo el mundo. El Señor nos pide lo mismo. La versión inglesa de la Biblia traduce este pasaje así: “No presumas, no aparentes, hazte amigo verdadero del pobre”. Que felices seriamos en las Iglesias si existiera este tipo de amor.
· No ser sabios en nuestra propia opinión. Prov 3:7.
· Pagar mal por mal. Nada puede justificar la venganza en el corazón de un cristiano. El cristiano debe ejemplificar la nobleza de espíritu, es decir, sus actos deben proceder de un corazón noble, bueno, maduro espiritualmente. Un cristiano no puede rebajarse a un espíritu ruin, hasta los no creyentes condenan las bajas conductas. Amar y servir a los que nos persiguen es cuestión de discípulos maduros. Este texto también le habla a los perseguidores y a los que causan conflictos.
Resonancia:
En primer lugar, vivimos una época de una tremenda superficialidad. De poca profundidad espiritual. Una época donde se maneja un lenguaje “cristiano” casi en todas partes, pero la vida de la gente no es coherente con sus palabras. La iglesia no es ajena a este fenómeno de superficialidad. Tenemos ante nosotros varios imperativos: bendecir, gozarnos con los demás, identificarnos con el dolor ajeno, deponer mi ego en beneficio de la unidad, no hacer acepción de personas y no pagar mal por mal. Encontramos en las comunidades de hoy que se habla mal de los hermanos, que nos creemos mas bendecidos que otros, que nos alegramos con el dolor ajeno, (Eso es castigo de Dios), que antes de la unidad esta nuestro ego y nuestra posición, encontramos que hay acepción de personas y aun muchos huyen del pobre. Una forma de perseguir es ignorar. Eso es superficialidad y la superficialidad es fuente de conflictos. Amar y servir a los que nos persiguen es cuestión de discípulos maduros.
En segundo lugar, vivimos una época en donde se ha confundido la espiritualidad con la liturgia. Muchos están convencidos que el cumplir y asistir a las actividades que se programan en las iglesias y ser asiduos visitantes de los templos es sinónimo de espiritualidad. Esto conduce a que se descuide la formación del carácter, a que no se trabaje en el cambio, en la renovación interna del corazón. Al presentarse los conflictos y los choques no se saben manejar y se generan resentimientos entre los hermanos. Si no hay la suficiente madurez, la mucha actividad me puede inflar el ego y llego a creerme con derecho de ser juez de los demás y además puedo constituirme en perseguidor de mis hermanos. Amar y servir a los que nos persiguen es cuestión de discípulos maduros.
En tercer lugar, vivimos una época de mucha hipocresía. En todos los ámbitos, en todas las esferas. Trabajo, familia, iglesia, amistades, etc. Puedo reaccionar ante mis perseguidores con amor y servicio cuando se quienes son. Hoy en día es difícil identificarlos. En apariencia todos son mis amigos y hermanos pero cuando no los estoy viendo me persiguen, conspiran contra mi, hablan mal de mi. El reto para los perseguidores es que lo hagan abiertamente y no en lo oculto. Pablo lo dice en el versículo 9: “El amor sea sin hipocresía”. Mostrarme amigo frente a las personas y ser perseguidor en lo oculto, me hace una persona sin amor, en alguien que persigue sin dar oportunidad a que el perseguido se defienda amando. Amar y servir a los que nos persiguen es cuestión de discípulos maduros.
Es posible que encontremos más perseguidores que personas dispuesta a amar y servir.
Es posible que en este lugar haya personas heridas, personas que se sienten marginadas, aisladas y aun no se están sintiendo parte de la Iglesia. Amados hermanos, el camino es amar, bendecir, servir y buscar el bien de aquellos que nos persiguen.
En este contexto, nos toca enfrentar a quienes nos persiguen.
Hay una frase que divide el tema: “Procurad lo bueno delante de todos los hombres”. La frase puede interpretarse de dos maneras: En primer lugar nos dice que el discípulo siempre esta ocupado y trabajando en la formación del carácter de Cristo en su vida, en segundo lugar, nos dice que sus actitudes y reacciones frente a los malos proceden de un corazón maduro, un corazón formado en el carácter de Cristo, un corazón como el del mismo Señor. 1 de Pedro 2:21-23.
2. Prójimo: 17
· Estar en paz. El cristiano debe ser una persona pacifica, que siempre busca relaciones de paz con sus demás prójimos en el mundo. Esta es una de las obligaciones sociales primordiales del que ama de verdad. El discípulo hará todo lo posible por mantener relaciones armoniosas con todos los hombres.
· Evitar el conflicto. Si los choques ocurren, como algunas veces es inevitable que ocurran, la provocación no debe iniciarse del lado del cristiano. Cuando venga el conflicto, él debe conservar su actitud perdonadora, dejando el asunto de su vindicación totalmente en las manos de Dios. (Mt 5:9)
· No iniciar los conflictos.
Resonancia:
Todos sabemos el significado de prójimo. Para decirlo de manera general, prójimo es aquel que esta a mi lado o cerca de mí en cualquier hora y lugar en que coincidamos.
Vivimos en una época en que no sabemos en que momento mi prójimo se puede convertir en mi perseguidor o enemigo. Puede ser alguien que tropezamos en la calle, a quien golpeamos por accidente, a quien incomodamos por alguna razón o al que pensó que le tomamos su turno en la fila, el mototaxista que casi atropellamos y nos insulta así la culpa haya sido de él. (El stress de manejar).
Vivimos en una época en donde la intolerancia es el pan de cada día. En donde la gente cada día resiste menos la presión. Las crisis en lo emocional, en la economía, en la familia son mas frecuentes. La gente sale a la calle armada emocionalmente.
Vivimos en una época donde la envidia es común. (Ilustración: Como gane a mis compañeros de trabajo en una empresa).
Vivimos en una época en donde el reto para nosotros es ser verdaderos pacificadores. El cristiano debe ser agente de paz no fomentar el conflicto. (El hogar).
Nos pasa a todos y todos los días.
3. Enemigos: 18-21
El bien. Lo que hagamos debe ser hecho por el bien de nuestro enemigo, por el poder de amor debemos esforzarnos para que él se vuelva nuestro amigo y un hijo de Dios si aun no lo es. El bien se constituye en un elemento confrontador que produce en mi enemigo el arrepentimiento verdadero.
Vencer con el bien el mal. Venzo con el bien el mal cuando atraves del bien el mal se transforma en bien. Nuestra responsabilidad personal consiste en amar y servir a nuestro enemigo según sus necesidades y procurar su bien superior. Su vergüenza no tiene por objeto vindicarnos sino sanar las heridas de mi enemigo, ganarlo para la fe, su vergüenza tiene como objeto su arrepentimiento. El mayor ejemplo: Jesús. De igual manera, es posible que tu enemigo nunca se arrepienta y tampoco se convierta en tu amigo. En este caso Dios se encargara de vindicarte en el futuro o en el día del juicio.
No tomar venganza. No tomar la justicia en nuestras propias manos. 1 de Pedro 2:21-23. De ninguna manera el apóstol Pablo sugiere que hemos de consolarnos o alegrarnos por que atraves de nuestra bondad nuestro enemigo será castigado. Esta actitud es contraria al amor. La represalia y venganza están absolutamente prohibidas para los discípulos de Jesús. De igual manera no se admiten conductas neutras. No es solo renunciar a la venganza sino que es imperativo servir a mi enemigo. Castigar al malvado es solo prerrogativa de Dios, por eso se nos manda a no tomar justicia por nuestra propia mano. La única manera de no tener la tentación de vengarme es servir a mi enemigo con amor.
Resonancia:
Vivimos en una época que se caracteriza por la ausencia de amor. El amor esta escaso. Jesús nos dijo: Amen a sus enemigos. Si a veces nos cuesta amar a los que tenemos cerca, pensemos un momento en lo que es amar a nuestro enemigo. El apóstol comienza el capitulo diciendo: “Os ruego por las misericordias de Dios que entreguen su vida y su mente a fin de que puedan entender la voluntad de Dios”. Solo un corazón entregado y una mente renovada son capaces de cumplir este mandato.
Vivimos en una época donde nadie se queda con nada. “Si me la haces me la pagas”. Es posible que mi enemigo sea una persona que ha sido herida, que esta dolida por sus fracasos, sus desdichas, por que la vida le ha tocado duro. Es en este tipo de situaciones en donde el discípulo de Cristo deja que el amor aflore para que esas heridas sean sanadas.
Hacer el bien a mi enemigo es mostrarle que hay otro camino. El camino del amor.
Si tomamos venganza estamos haciendo lo mismo que hace todo el mundo. Si hacemos el bien estamos brillando, poniendo nuestra luz encima de la mesa para poner en evidencia el odio y el deseo de venganza que hay en el mundo.
No caigamos en la tentación de la venganza. Caigamos en la tentación de amar. La única manera de combatir la venganza es perdonando, amando. Si otros ven en nosotros que amamos se darán cuenta que es posible amar.
Vivimos en una época en la que nos creamos hasta enemigos imaginarios. Pensamos que alguien es nuestro enemigo y ni siquiera lo es.
El amor es el arma más poderosa. Jesús la uso para salvarnos. Es hora de desarmar los espíritus y cargarlos de amor.
En un país como Colombia, donde el maltrato a la mujer es frecuente, el abuso a los niños es diario, en donde la gente asesina por un minuto de celular, los cristianos tenemos el reto de mostrar otro camino. El del amor y perdón.
Conclusión:
“En toda nuestra manera de pensar es importante mantener juntas las actitudes positivas y negativas. Ambas son buenas. Es bueno no replicar jamás, porque si pagamos mal por mal, lo duplicamos, agregando un segunda mal al primero, y de esta manera aumentamos la cuenta del mal en el mundo. Es mejor tomar la actitud de un discípulo maduro: Bendice, hace el bien, procura la paz y sirve y gana al que es se enemigo, porque si de este modo respondemos ante el mal con el bien, reducimos la cuenta del mal en el mundo, mientras que al mismo tiempo aumentamos la cuenta del bien. Pagar mal por mal equivale a ser vencido por el; pagar el mal con el bien equivale a vencer el mal con el bien. Esta es la forma de obrar de la cruz. Esta es la obra maestra del amor”. John Stott.
¿Sabes quienes son tus enemigos?. ¿Qué vas a hacer de hoy en adelante?.
¿Vas a aumentar la cuenta del bien o la cuenta del mal?