En 1.990, asistí en Bogotá a un congreso cuyo tema central era: “El Reino De Dios”. Dos de las cosas que se expusieron en ese congreso (Hace 21 años), fueron el afán que se había apoderado de la Iglesia cristiana de crecer; los números se convirtieron en la obsesión de denominaciones, pastores y líderes. Se puso de moda la pregunta: ¿Cuántos miembros tiene tu Iglesia? Y si la respuesta era un número pequeño, entonces el que hizo la pregunta sacaba pecho diciendo que tenía el doble, el triple o más. La otra cosa que se expuso, fue el cambio que se había producido en el mensaje, del evangelio de Cristo, se paso al Evangelio de las ofertas. (Hoy el mensaje ha cambiado y ha evolucionado a lo que es la teología de la prosperidad).
Esto que comenzó hace 21 años en América Latina, derivo en muchas formas y estrategia de crecimiento de la Iglesia, con el común denominador de los grupos familiares o células. Lo anterior, tenía un problema: “La escasez de liderazgo”. La respuesta a ese problema, fue la creación de las “Escuelas de Lideres”, estas tienen distintos niveles y la duración hasta el grado como lideres diplomados es de 8 a 12 meses. De ahí que cada año se gradúan 50 o más como lideres dependiendo del tamaño de la Iglesia. Las escuelas de liderazgo entonces suplieron la necesidad de líderes para X número de células.
Estas escuelas tienen una gran deficiencia. “Solo dan información y capacitación teórica para ser lideres”, de ahí que los que se gradúan, salen con información y la capacitación para suplir las necesidades de un sistema de crecimiento eclesial pero sin crecimiento espiritual. Estos líderes capacitados en teoría pero sin experiencia ni vivencia personal e intima con Dios ahora van a ministrar a multitudes. El resultado de este liderazgo son unos discípulos de un sistema (Comienza el ciclo de nuevo), y no discípulos de Cristo, entre otras cosas porque se les forma para continuar una visión y un sistema mas no para ser discípulos de Cristo. Este liderazgo, de escaso conocimiento de Dios se convierte en una especie de loro repitiendo el mismo discurso que aprendió en una escuela de líderes, convirtiendo igualmente a aquellos que están bajo su cargo en parlantes de lo mismo. Lo más grave de todo es que la gran mayoría de estos líderes producidos en serie son neófitos, sin un cambio profundo en su corazón, con una responsabilidad que no deberían asumir pero que se les impone. Lo anterior, da como resultado que muchos de estos líderes muestran mal testimonio, muestran fallas protuberantes en el carácter y de esa manera transmiten un evangelio distorsionado a los grupos que están a su cargo, terminando por producir nuevos líderes con las mismas debilidades.
Un líder no es producto de una escuela. Es irresponsable colocar a un recién convertido en el liderazgo porque completó una serie de estudios, máxime cuando estos no le han formado de manera correcta y adecuada en el evangelio.
Un líder no solo se forma con estudios y transmitiéndole una visión. Un líder se forma atraves de un discipulado responsable, enseñándole a depender de Dios, a orar, a estar en su presencia, a estudiar las Escrituras, guiándole para que aprenda a obedecer a Dios, a escuchar al Señor, a ser sensibles a su voz , para que de esa forma enseñe igualmente a otros.
Una escuela produce un liderazgo en serie para suplir las necesidades de un sistema de iglecrecimiento, pero no forma a un liderazgo de calidad, que responda adecuadamente a la formación de discípulos de Cristo. La gran comisión no es evangelizar, la gran comisión es formar, es instruir, es enseñar a otros a ser discípulos. La conversión es cuando el alumno se matricula en la escuela del discipulado. Luego hay que enseñarle a ser discípulo. Esa es la gran comisión. (mathēteuō), el discípulo tiene que ser un estudiante dedicado, para que de esta manera aprenda a comportarse como su maestro, es decir, el discípulo es el que aprende mediante una enseñanza adecuada a comportarse como su maestro. Cuando formo lideres en una escuela, no estoy formando discípulos. Vuelvo y repito, formo gente para responder a las necesidades de un sistema de iglecrecimiento más no discípulos.
Lo nocivo esta, en que este liderazgo producido en serie, es un liderazgo cojo, mal formado, poco instruido que de igual manera va a producir discípulos iguales a él. Que podemos esperar de una Iglesia que produce líderes en serie, cristianos en serie, cristianos que no van a dar el estándar, que no van a dar el testimonio fiel del evangelio y que van a ser parte de una iglesia deficiente.
Después de este análisis, les pregunto: ¿¨Para que quiero números, para que quiero multitudes sino tengo discípulos”?. El Señor no me mando a que tuviera multitudes sino discípulos. ¿Qué le vamos a decir al Señor cuando estemos en su presencia?, Señor tuve una iglesia de 5.000 miembros, gane 5.000 almas para ti. La respuesta del Señor será: “Te mande a tener una iglesia de multitudes o te mande a hacer discípulos?. Dime una cosa: De los 5.000 que tenias, ¿Cuántos eran discípulos míos?, ¿A cuántos les enseñaste el evangelio verdadero?, ¿A cuántos les enseñaste a seguirme, a obedecerme, a tomar su cruz cada día?, a ninguno. El Señor proseguirá: En vez de hacer discípulos, guiaste a mucha gente al error, a creer que haciendo parte de un sistema y teniendo cierta información bastaba, a creer que mi sacrificio en la cruz lo que persiguió no fue su salvación, ni la vida en santidad, ni que me siguieran y me amaran mas que a todas las cosas, en vez de eso, lo que hiciste fue enseñarles que mi sacrificio en la cruz lo que pretendía era que fueran ricos, millonarios, dueños de mansiones, de carros lujosos, hedonistas, egoístas, ambiciosos y avaros. Les enseñaste a que podían comprar con dinero todo lo que necesitaran como si yo tuviera un supermercado celestial, les enseñaste que a cambio de una suma de dinero yo concedía favores de todo tipo. Los miembros de tu iglesia eran solo números, no personas. Fácilmente podías llamarlos miembro número 1, miembro número 15 y así sucesivamente. Miembros que te daban prestigio por ser numerosos y que se traducían en grandes sumas de dinero que recogías en los servicios. Te pregunto: ¿Eso fue lo que entendiste que era mi evangelio?, o ¿Te desviaste detrás de las riquezas?. Mi veredicto es: “Eres culpable de cambiar mi evangelio por uno falso y eres responsable por todas estas vidas a las que indujiste al error. Muchos se creyeron líderes porque tú les dijiste que lo podían alcanzar asistiendo a una escuela. ¡Que daño hiciste!.
Estoy seguro que conocemos iglesias de este tipo. Al menos yo conozco muchas.
Se imaginan esta conversación. Dios nos guarde, que con temor y temblor respetemos el santo evangelio. Produzcamos discípulos únicos y valiosos no líderes en serie.
Dios les bendiga
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