lunes, 25 de abril de 2011

Las Ambivalencias Del Alma (Salmo 42)

El salmista comienza expresando su anhelo y deseo de estar en la presencia de Dios. Para los judíos y en especial para este tipo de personas que ejercían el ministerio de la alabanza y la adoración en el templo (Levitas), quienes pasaban al menos 6 horas ministrando a Dios, era muy difícil y complicado no poder estar, debido a que habían desarrollado un estilo de vida donde la presencia de Dios era el centro de ella. Por alguna razón, el salmista estaba lejos del templo, es posible que en otra ciudad o lugar distinto a Jerusalén. Lejos del templo y del sitio de adoración, el salmista se lamenta y expresa su deseo. La sed que experimenta es la de una cierva (En hebreo se usa el femenino del animal), que acaba de amamantar a su cría y va en busca de las corrientes de agua para saciarla. El anhela estar de nuevo en el templo, llora por no estar adorando. Su consuelo es acordarse de su ejercicio como levita y de cómo guiaba a la multitud en la alabanza y la adoración.

En esta situación, su alma le reclama mediante el abatimiento y la turbación. El abatimiento y la turbación que le produce al alma estar lejos de la presencia de Dios, a lo que el mismo se responde que en algún momento va a poder estar de nuevo en la presencia de Dios.

Reflexión: Hay dos cosas ciertas. La primera, el alma que conoce y que ha estado en la presencia de Dios la reclama una y otra vez. Un alma y un corazón que han experimentado el gozo, la paz y la plenitud de la presencia de Dios jamás nos dejara tranquilos hasta que regresemos de nuevo a su presencia. Si por alguna razón nos hemos alejado de la presencia de Dios o nos hemos alejado del Señor mismo y hoy estamos apartados habiendo conocido y experimentado su amor y su presencia, nuestra alma jamás nos dejara tranquilos, una y otra vez nos reclamara y nos pedirá que volvamos a la presencia de Dios. El salmista lo vivía en carne propia, toda esa ambivalencia que vivía se debía a los reclamos de su alma. Estaba deprimido, turbado, abatido y la razón era que estaba lejos de la presencia de Dios. En esa situación es presa fácil del enemigo, no tiene fuerzas para defenderse. Cuando estamos lejos de la presencia de Dios, el enemigo quiere hacer fiesta y muchas veces lo consigue. Al igual que con la presencia de Dios, el alma también reclama el ejercicio ministerial. Para muchos que hoy están fuera del ministerio por una u otra razón, el alma se les ha vuelto complicada. Día a día ella le reclama. Que difícil situación.

Luego de meditar en esto, el salmista toma dos decisiones: La primera, entrar a la presencia de Dios desde el lugar y situación en la que se encuentra. (V8). Decide orar allí, en el sitio donde está y en la situación en que se encuentra. Lo segundo, adorar en el lugar y en medio de la situación que se encuentra.

Reflexión: En qué lugar y en qué situación nos encontramos hoy. Podemos estar lejos de la presencia de Dios aunque asistamos a una Iglesia, podemos estar apartados de Dios, podemos tener una agitada vida religiosa pero sin presencia de Dios en nuestra vida, podemos estar abundantemente bendecidos y pensar que eso es todo pero carecemos de la presencia de Dios en nuestras vidas, podemos tener adicción hacia un pecado en particular, podemos estar en adulterio, fornicación, etc, no importa es momento de decir: Señor me arrepiento te pido perdón, mi alma una y otra vez me reclama tu presencia. Aquí desde el lugar de mi depresión y de mi abatimiento, de mi esclavitud y mi derrota, clamo a ti, mi alma tiene sed, ayúdame, quiero volver a tu presencia, a estar contigo, a caminar contigo y poder de nuevo cantar, adorando tu majestad, tu señorío y dando gracias por tu misericordia.

Volvamos a la presencia del Señor, volvamos a alzar nuestra voz en adoración. Si estamos fuera del ministerio pidamos a Dios de todo corazón que nos ayude a regresar habiendo aprendido de los errores cometidos.

Los que una vez se burlaron y me vieron abatido y derrotado van a ver de nuevo como la presencia de Dios brilla en mi vida.

Gracias a Dios por regalarnos las experiencias de estos hombres que no fueron diferentes a nosotros y que vivieron las mismas luchas. Podemos aprender de sus experiencias con Dios.

 

Como El Ciervo Brama

Dios les bendiga

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