Hace unos 40 años, fue descubierto un papiro copto que contenía la copia más antigua del evangelio de Judas, un texto rechazado por la Iglesia como herético hace más de 1700 años. Sin embargo, aunque el texto fue descubierto en los años 70, tuvimos que esperar hasta hace unos pocos años para poder leerlo directamente y disponer de traducciones serias hechas por expertos lingüistas. Hoy sabemos que de la cantidad de textos que inicialmente salió a la luz, muchos han sido destruidos por culpa de la ignorancia de aquellos que los han manejado hasta hoy (uno de sus propietarios incluso congeló los textos, provocando su acelerada destrucción). La razón de estos descuidos fue que la principal preocupación de los diversos propietarios durante años fue conseguir la mayor suma de dinero posible por ellos. Entre el 2006 y el 2007 una traducción completa del texto fue ofrecida por National Geographic. Esta traducción ha sido criticada por expertos como A.D. DeConick, quien ha llegado a alegar, en su libro The Thirteenth Apostle: What the Gospel of Judas Really Says, que National Geographic no permitió un acceso suficiente a los textos como para obtener una traducción fiable. Según DeConick, el texto real del evangelio de Judas ofrece una visión mucho menos espectacular de la vida de este apóstol de lo que se llevaba publicando en los medios durante años, lo que demuestra la facilidad que tienen los propietarios de textos como estos de ofrecer versiones maquilladas de la realidad para vender libros y revistas.
Independientemente de si DeConick tiene razón o no en sus críticas, no deja de ser triste que hayamos tenido que esperar 40 años para comenzar una discusión crítica seria sobre estos textos. El dinero manda en nuestro mundo, eso está claro, y nadie ni nada, ni siquiera textos antiguos de incalculable valor para la humanidad, se libran de estas fuerzas de mercado. Si textos como estos hubiesen caído en manos de personas con un cierto nivel de honestidad e integridad desde un principio, quizá dispondríamos hoy día de todos los textos que se encontraron. Sin embargo, hoy día cualquiera aprovecha cualquier situación para sacar unas pesetitas, o unos euritos, cueste a quien cueste y se pierda lo que se pierda. El dinero manda tanto, que incluso personas de integridad deciden muchas veces aparcar sus criterios y optar por la vía fácil de vender sus opiniones al mejor postor, incluso transformándolas y adaptándolas a lo que la audiencia quiera oir, con tal de aumentar o mantener sus ganancias. Pasa incluso en iglesias y seminarios cristianos, donde las fuerzas de mercado (de demanda de las iglesias) obligan a los nuevos pastores a adaptarse a las creencias que las congregaciones tengan, no ya en cuestiones fundamentales de la fe, sino en cualquier asuntillo menor. “¿Que no crees que el Pentateuco haya sido escrito por Moisés? Pues ve cambiando de idea o te veo en paro por muchos años”, se dice en secreto a los nuevos seminaristas en la esperanza de que, si bien las evidencias no han podido convencer de la “verdad” de turno, las fuerzas de mercado lo harán. Y es cierto: en muchos casos así es. Lo que las evidencias no consiguieron en tres años de seminario, los euros lo consiguen en veinte minutos. Así parece funcionar la fe en muchos entornos cristianos.
Hace unos días la BBC daba a conocer un nuevo descubrimiento realizado en unas cuevas del Jordán: unos cuantos libros de metal que podrían contener los textos cristianos más antiguos que conocemos hasta el día de hoy. El descubrimiento tuvo lugar hace unos cinco años más o menos, y los pocos expertos que han visto estos libros nos dicen que, de confirmarse su autenticidad (cosa que está aún por ver), podrían contener evidencias de escritos judeo-cristianos primitivos. Así que el proceso ha comenzado de nuevo: podemos esperar (ojalá me equivoque) que en los próximos años los libros pasen de unas manos a otras, que los propietarios vendan fotos a algunos seudo-expertos a buen precio, que a su vez sacarán tajada al vender sus propias traducciones e interpretaciones de lo que dichos textos e imágenes quieren decir, hasta que, quizá dentro de otros 40 años, podamos comenzar un nuevo debate serio sobre el significado real de este hallazgo (si es que es un auténtico hallazgo). Es triste que haya que esperar tanto pero es la era del mercado, la era en la que la integridad se olvida con tal de poder ganar un poquillo de dinero. Lo vemos a menudo en nuestro entorno cristiano y a nadie parece preocuparle lo más mínimo. Qué le vamos a hacer, ya lo hemos aceptado. El mercado manda.
Independientemente de si DeConick tiene razón o no en sus críticas, no deja de ser triste que hayamos tenido que esperar 40 años para comenzar una discusión crítica seria sobre estos textos. El dinero manda en nuestro mundo, eso está claro, y nadie ni nada, ni siquiera textos antiguos de incalculable valor para la humanidad, se libran de estas fuerzas de mercado. Si textos como estos hubiesen caído en manos de personas con un cierto nivel de honestidad e integridad desde un principio, quizá dispondríamos hoy día de todos los textos que se encontraron. Sin embargo, hoy día cualquiera aprovecha cualquier situación para sacar unas pesetitas, o unos euritos, cueste a quien cueste y se pierda lo que se pierda. El dinero manda tanto, que incluso personas de integridad deciden muchas veces aparcar sus criterios y optar por la vía fácil de vender sus opiniones al mejor postor, incluso transformándolas y adaptándolas a lo que la audiencia quiera oir, con tal de aumentar o mantener sus ganancias. Pasa incluso en iglesias y seminarios cristianos, donde las fuerzas de mercado (de demanda de las iglesias) obligan a los nuevos pastores a adaptarse a las creencias que las congregaciones tengan, no ya en cuestiones fundamentales de la fe, sino en cualquier asuntillo menor. “¿Que no crees que el Pentateuco haya sido escrito por Moisés? Pues ve cambiando de idea o te veo en paro por muchos años”, se dice en secreto a los nuevos seminaristas en la esperanza de que, si bien las evidencias no han podido convencer de la “verdad” de turno, las fuerzas de mercado lo harán. Y es cierto: en muchos casos así es. Lo que las evidencias no consiguieron en tres años de seminario, los euros lo consiguen en veinte minutos. Así parece funcionar la fe en muchos entornos cristianos.
Hace unos días la BBC daba a conocer un nuevo descubrimiento realizado en unas cuevas del Jordán: unos cuantos libros de metal que podrían contener los textos cristianos más antiguos que conocemos hasta el día de hoy. El descubrimiento tuvo lugar hace unos cinco años más o menos, y los pocos expertos que han visto estos libros nos dicen que, de confirmarse su autenticidad (cosa que está aún por ver), podrían contener evidencias de escritos judeo-cristianos primitivos. Así que el proceso ha comenzado de nuevo: podemos esperar (ojalá me equivoque) que en los próximos años los libros pasen de unas manos a otras, que los propietarios vendan fotos a algunos seudo-expertos a buen precio, que a su vez sacarán tajada al vender sus propias traducciones e interpretaciones de lo que dichos textos e imágenes quieren decir, hasta que, quizá dentro de otros 40 años, podamos comenzar un nuevo debate serio sobre el significado real de este hallazgo (si es que es un auténtico hallazgo). Es triste que haya que esperar tanto pero es la era del mercado, la era en la que la integridad se olvida con tal de poder ganar un poquillo de dinero. Lo vemos a menudo en nuestro entorno cristiano y a nadie parece preocuparle lo más mínimo. Qué le vamos a hacer, ya lo hemos aceptado. El mercado manda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario