Guardando las vigilas de la noche sobre su ganado. Cuando el clima lo permite, el pastor siempre guarda su ganado a campo raso. Un grupo de pastores se provee sencillos lugares para dormir, poniendo una cantidad de piedras en ruedas elípticas, dentro de las cuales se ponen yerbas para la cama, de acuerdo con la forma beduina en el desierto. Con este arreglo están en condiciones de vigilar su ganado durante la noche. Fue en una forma parecida a esta en que los pastores de Belén se turnaban en la vigilancia de sus rebaños en las lomas fuera de dicho pueblo, cuando fueron visitados por los ángeles que anunciaban el nacimiento del Salvador.
Cuidado y pastoreo de las ovejas. Cuando se hace necesario separar varios rebaños de ovejas, un pastor tras otro se paran y gritan: «¡Tajúuu! ¡Tajúuu!» u otra llamada propia de ellos. Las ovejas levantan la cabeza y, después de una revoltura general, comienzan a seguir cada una a su pastor. Están enteramente familiarizadas con el tono de la voz de su pastor. Algunos extraños han usado la misma llamada, pero sus esfuerzos para que las ovejas los sigan siempre fracasan.
Cuidado de las ovejas enfermas o heridas. El pastor está siempre vigilando los miembros de su rebaño que necesitan atención personal. Algunas veces el corderito sufre por los fuertes rayos del sol, o su cuerpo pudo haber sido rasguñado por algún arbusto espinoso. El remedio más común usado en estas ovejas es el aceite de oliva del que lleva una cantidad en el cuerno de un carnero. Quizá David pensaba en tal experiencia cuando escribió del Señor: «Ungiste mi cabeza con aceite» (Salmo 23.5).
Las descarriadas El pastor sabe cómo recoger las ovejas que andan descarriadas. Esto es especialmente necesario cuando las ovejas deben ser llevadas al redil, o guiadas a otro pasto. Para conseguir esto, el pastor debe ponerse en el centro de las ovejas descarriadas y darles la llamada específica, aquella que sirva como las notas de una trompeta a un ejército de hombres. Luego debe dirigir sus piedras en su dirección con su honda y aún más allá de las ovejas que no han oído su voz, para llamarles la atención y lograr así que regresen. El pastor no empieza a guiarlas hasta que esté seguro de que todas están allí.
La siesta del mediodía. Durante la temporada del verano en Palestina, el tiempo del calor máximo es al mediodía, de las doce a las tres de la tarde. La mayor parte de las actividades cesa durante ese tiempo en muchas partes de la tierra. Las personas descansan en sus casas o donde pueden encontrar un lugar apropiado. Las lavanderías y las tiendas por lo regular cierran sus puertas durante esas horas. En el Antiguo Testamento era común este descanso al mediodía.
Tiempo para las comidas.
Las comidas no siempre se sirven al mismo tiempo en el Oriente, y la naturaleza de las comidas varía en las diferentes regiones. Esto era igual en los tiempos bíblicos. En general, debe decirse que los hebreos daban solamente dos comidas, el almuerzo y la cena. La hora para el almuerzo varía desde temprano en la mañana hasta el mediodía. Jesús les sirvió el almuerzo a un grupo de pescadores hambrientos temprano en la mañana (Juan 21.12).
Fabricación de telas y confección de vestidos
Las mujeres judías fabricaban las telas para la familia. La lana se obtenía de los rebaños y tenía que hilarse sin el uso de telares modernos. Referente a este proceso, el libro de Proverbios en su tributo a la mujer ideal lo describe así: «Aplica su mano al huso, y sus manos a la rueca» (Proverbios 31.19). Por supuesto que no había máquinas de coser ni agujas de acero. Las agujas eran muy toscas y hechas de bronce, y algunas veces de astillas de hueso que se afilaban en un extremo y tenían un agujero en el otro.
Cenas y banquetes especiales
En algunas partes de Oriente la costumbre de invitaciones dobles a un agasajo se ha observado. Algún tiempo antes de verificar la fiesta, se envía una invitación; y luego, cuando se acerca la fecha, se envía a un sirviente, esta vez para anunciar que todo está listo. Una breve y concisa invitación al estilo estadounidense y la pronta aceptación de esta se consideraría en Oriente como poco digna. En Oriente, el invitado no debe aceptar de inmediato, sino que se espera que rechace la invitación. Deben urgirle a que acepte, aunque él desde el principio haya pensado aceptar; debe conceder a la persona que lo invita el privilegio de que «le compela a aceptar».
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