sábado, 24 de marzo de 2012

¡Que la Biblia regrese al púlpito! por Ernesto Guerrero Zavala

Aunque muchos conocen el valor de la predicación expositiva, deciden no aplicarla por el esfuerzo que ella implica y, según algunos, porque piensan que debemos enfocarnos en los problemas de la gente. Frente a este último argumento el autor hace una apologética del enfoque que la Biblia tiene en los problemas de la gente.

Desde hace algunos años se ha venido hablando de la excelencia de la predicación expositiva. Por predicación expositiva entendemos el discurso que resulta de la interpretación cuidadosa de los textos bíblicos a la luz de los propósitos que tenemos. Estrictamente hablando, todo discurso que se pronuncia para edificación de la iglesia debe consistir en una exposición de la Biblia; ya se trate de la exposición de un pasaje, de un texto, de una serie de textos o de un principio teológico bíblico. Sorprendentemente, de un grupo de pastores que tomamos un curso sobre predicación, sólo 15 % reconoció estar predicando consistentemente sermones expositivos. Entre las causas de este fenómeno señalaron las siguientes:

  • Exige un arduo trabajo exegético. Tómese en cuenta que son las conclusiones de la exégesis las que darán la pauta de la predicación.
  • Tenemos pocos ejemplos de pastores que nos motiven con su predicación expositiva.
  • Exige más tiempo para la preparación del sermón.

Quiero agregar que para muchos no resulta muy claro cómo traer una exposición al púlpito sin que se convierta en una exposición académica o se desvíe en un tópico determinado.

Finalmente hay quienes se preguntan si tanta exégesis para una predicación expositiva tocará realmente la necesidad humana. La respuesta a esto tiene que ver con la confianza que tenemos en la autoridad de la Biblia. Nosotros pensamos que debemos enfocarnos en los problemas de la gente, pues bien, la Biblia se enfoca en los problemas de la gente. La Biblia tiene la última palabra en lo que al problema del hombre se refiere. A veces nos parece que los problemas sociales contemporáneos o los traumas psicológicos del habitante de una metrópoli son algo completamente ajeno a la Biblia. Pero aunque los problemas sean nuevos, el hombre es el mismo, y el problema humano tal como lo plantea la Biblia, es universal e intemporal.

Para ilustrar esto tomemos el pasaje de 2 Samuel 13. Amnón, hijo primogénito del rey David se enamora de su hermana de padre, Tamar. ¿Es un problema contemporáneo que algunas personas se enamoren de quien no deben?

Aparece en escena un pariente de Amnón, Jonadab, el cual se mete en el problema de Amnón y le da un consejo equivocado: Que se finja enfermo, que solicite los cuidados personales de su hermana Tamar y que, en el momento propicio, abuse de ella. Esto, eventualmente terminará en la muerte violenta y prematura de Amnón, quien por derecho de primogenitura estaba destinado a ser rey de Israel. ¿Es un problema contemporáneo que los jóvenes sean aconsejados mal y que esto arruine la vida de ellos? ¿No es cierto que muchos jóvenes contemporáneos son inducidos por sus amigos al consumo de drogas, a la violencia, a la promiscuidad y a otros males sociales?...

A todo esto, nos sorprende la ingenuidad de David, quien en parte ha ocasionado el problema al tener varias esposas y muchos hijos. ¿Es un problema actual que los hombres se procuren más de una pareja y que enfrenten numerosos conflictos por eso?...

David no es capaz de advertir la malicia de su hijo y le concede lo que pide. ¿Es un problema contemporáneo que los padres no adviertan a tiempo los pasos equivocados de sus hijos? ¿Somos sorprendidos como padres al descubrir que uno de nuestros hijos se hundió en las drogas o que una hija soltera quedó embarazada?...

Siguiendo el relato resulta que Tamar, la joven hermana de Amnón, se presta al juego de su hermano sin advertir que las cosas tomarían un giro funesto: Es violada por él. ¿Pueden verse retratadas aquí las jovencitas ingenuas que nunca imaginaron llegar tan lejos con un amigo, novio, vecino o compañero?...

Consumado el infame acto, Amnón aborreció a su hermana. ¡Cómo! ¿Él cometió el delito y luego aborreció a su víctima? ¿Es esto una progresión del mal en lugar del arrepentimiento? ¿Es el caso que lejos de convertirse de sus delitos los hombres aumentan su maldad? ¿No hemos oído de alguna banda de secuestradores que cada vez son más infames en vez de arrepentirse?...

David se molesta al saber lo que hizo Amnón, pero no ha buscado una manera de enmendar la infamia; quizá consumar el matrimonio de sus hijos, desheredar a Amnón, quitarle sus derechos de primogenitura, procurar en general, alguna medida correctiva. Pero no lo hizo. Resultado: Absalón venga la deshonra de su hermana asesinando a Amnón. ¿Es contemporáneo el problema de la indolencia de los padres? ¿Muchos problemas entre hermanos son en parte resultado de la indolencia de los padres? Cuando un joven muere en riñas pandilleras o en un accidente automovilístico al fin de una noche de juerga ¿ha tenido que ver algo la indolencia de sus padres? ¿Nos muestra todo esto la profundidad y alcances del pecado en la humanidad?...

Suena exagerado pero casi en cada párrafo de la Escritura sale a nuestro paso el problema del hombre.

¡Predicad la Biblia! ¡Confiad! Toda vez que el contenido de la Biblia sea el tema de nuestra predicación, toda vez que expongamos cada una de sus páginas, el auditorio se descubrirá a sí mismo y lo más importante: en medio de sus múltiples problemas y diferencias verá que la solución comienza cuando nos volvemos a Dios.

Con esto llegamos a un asunto de primer orden en relación a la autoridad de la Biblia, esto es, la naturaleza del propósito de la Biblia. La Biblia tiene un propósito eminentemente redentor. No hay un asunto más serio que la situación del hombre ante Dios y en esto la Biblia tiene la última palabra, porque este es el propósito inherente en la totalidad de las Escrituras.

Cualquier lector encuentra en la Biblia historia, leyes, poesía y narraciones, pero advierte que el propósito del Escritor Sagrado no es la historia en sí misma. Los Salmos no son bellas piezas de poesía folklórica ni los proverbios ejemplos de sabiduría popular. Lo mismo sucede con los evangelios, no son una biografía de Jesús por más que nos presenten datos de su vida y ministerio. En la Biblia cada uno de estos géneros literarios es un medio por el cual Dios sale a nuestro encuentro y no es casual, tal es el propósito de la Biblia.

Cada domingo cuando la gente viene a escucharnos espera oír algo más que nuestras opiniones sobre los problemas contemporáneos. Cierto, nos sentimos tentados a hablar entre los pobres sobre la extrema pobreza, queremos pronunciar un discurso condenatorio contra los ricos y contra las estructuras injustas que generan la pobreza, o dar algunos consejos bíblicos para vivir contentos en la miseria, o alguna fórmula bíblica para salir de allí. Lo cierto es que no se tiene que venir al templo para oír eso, la gente aprende a vivir con sus problemas, pero tiene que descubrir lo terrible que es vivir sin Dios.

Cuando predicamos los contenidos bíblicos a la luz de la revelación cristiana, estamos devolviendo a la Biblia la autoridad que Dios le confirió. Nuestros problemas son tratados por la sabiduría divina y somos guiados por el Espíritu Santo para discernir entre lo esencial y lo secundario.

Hace muchos años el rey Josías protagonizó un avivamiento de la fe israelita como resultado del descubrimiento de los Rollos Sagrados (rollos de la Ley; véase 2 Re 22-23). Muchos siglos después Martín Lutero introduciría la Reforma en la iglesia como resultado de un poderoso encuentro personal con la revelación cristiana en la Biblia. Y siglos más tarde Norte América sería sacudida por el poderoso ministerio de Dwight L. Moody. Torrey, su colaborador más cercano, diría de Moody en un magno servicio memorial en el año de 1923:

Y ¿por qué ansiaban oír al señor Moody? Porque sabían que si bien no era perito en muchas de las corrientes filosóficas, creencias y novedades en boga, conocía muy bien el único Libro que este mundo anhela conocer: la Biblia....

Pienso que ningún otro en el mundo podría haber convocado esa cantidad de gente a semejante hora (9:00 a.m.). ¿Por qué? Porque aunque el señor Moody sabía poco sobre ciencia, filosofía o literatura en general, él sí conocía el único Libro que este mundo anhela conocer; y este mundo se congregará para oír a los hombres que conocen y predican la Biblia como no lo hará para oír otra cosa en la tierra. (Guatemala 1984: pp. 12 y 14)

Tal vez Torrey debería visitarnos hoy. Se sorprendería de muchas agrupaciones cristianas que han crecido enormemente por el uso de distintas estrategias, y no en todos los casos atribuyen su crecimiento a una exposición adecuada del mensaje bíblico. Pero si Dios nos dejó la Biblia con el propósito de guiarnos a la salvación, podemos estar seguros de que se sigue agradando de que llevemos la exposición bíblica a los púlpitos domingo a domingo.

Es un camino seguro: Dios hablará a las personas.

BIBLIOGRAFÍA
Torrey, R. A., Por qué Dios usó a D. L. Moody, Ediciones SA-BER, Guatemala 1984.

Tomado de: http://www.desarrollocristiano.com/articulo.php?id=1596

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