Este texto se ha utilizado recurrentemente para afirmar que: “Si
un profeta (De hoy), te bendice, debes retribuirle económicamente y no con poco
sino con mucho”. De esta manera se
induce a la gente a dar para bendecir al “siervo de Dios”.
Una lectura un poco más pausada del texto nos muestra que
desde el versículo 40, se viene desarrollando la idea de que los enviados de
Dios son los discípulos de Cristo y esto nos incluye a todos. “Quien los recibe a ustedes, me recibe a mí; y quien me recibe a mí,
recibe al que me envió”. De este modo la relación del discípulo con su
Señor es comparada en cierto sentido a la de Cristo con su Padre. (Ver Juan
17:21-23).
Lukyn Williams define profeta en este
texto como “alguien sobre quien ha caído el manto de los antiguos profetas en su
responsabilidad de denunciar el pecado y anunciar la verdad” y justo como “aquel
que al pide de la letra procura cumplir con todos los detalles de la voluntad
revelada de Dios”.
Las palabras profeta y justo, son empleadas aquí para
denotar a los discípulos, es decir, a todos nosotros. De ninguna manera este
texto establece categorías especiales ni pone a unos por encima de otros a fin
de obtener beneficios económicos de sus ministerios tal como se plantea por algunos
hoy en día.
Aun el dar un vaso de agua por cuanto
es discípulo de Cristo produce recompensa. Así son honrados los discípulos como
emisarios de Cristo. Hay que anotar que este texto tiene una fuerte connotación
cultural por cuanto si añade un trato especial en cuanto a la hospitalidad que debían
recibir los discípulos del Señor (Ver la Didaje y los falsos profetas), aunque también
había límites.
Dios les bendiga
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