domingo, 2 de agosto de 2009

Homenaje A La Memoria De Don Roberto Ricardo Calderon Guette

¿PREDICADOR DEL EVANGELIO?


Dios quisiera tenernos a todos sus siervos con Él, habitando en su gloria, lo más pronto y sin demora. Más Él permite, se prolongue nuestra permanencia en la tierra por dos cosas:

Para ir a Él buscando el sustento diario. Ir a Él para adorarle. Ir a Él para protección de las fuerzas del mal. Ir a Él para tener qué darle a los demás. Ir a Él para interceder.
IR A EL POR TODO.

La segunda cosa por la que nos tiene aquí es para que partiendo de Él, vayamos a los perdidos a darles el mensaje del amor del Señor.
Para que anunciemos las maravillas de aquél que nos sacó de las tinieblas. Para que vayamos en el poder del Espíritu de Dios, como instrumentos suyo; a dar el multifacético mensaje que sirve para cada situación y para todos.

Esta última cosa es muy importante; pero con todo y lo importante que es, depende de la primera.
Sin la primera es como una sombra sin cuerpo. Es como cortar con cabo de un hacha a la que se le ha caído sin darse cuenta, el hierro.

LA PRIMERA COSA ES EN UNA PALABRA; LA ORACION.
El primer trabajo que tiene que hacer un predicador diariamente es orar. Los apóstoles no quisieron ocuparse en las mesas… “Nosotros persistiremos en 1º. LA ORACIÓN y 2º. EL MINISTERIO DE LA PALABRA.

Lo que la Iglesia necesita hoy día no es más o mejor mecanismo; no nuevas organizaciones o más modernos métodos. Sino, hombres a quienes el Espíritu Santo pueda usar: hombres de oración, hombres poderosos en oración.

El Espíritu Santo no fluye a través de los métodos, sino a través de los hombres. El no desciende sobre los mecanismos, sino sobre los hombres. El no unge planes sino hombres, hombres de oración.

El sermón real es hecho en la cámara secreta. El hombre – el hombre de Dios- es hecho en la cámara secreta. Su vida y sus profundas convicciones fueron nacidas en su secreta comunión con Dios.
Su opresión, la agonía llorosa de su espíritu, sus más importantes y más dulces mensajes son adquiridos cuando estamos a solas con Dios. LA ORACION HACE AL HOMBRE, LA ORACION HACE AL MENSAJE, LA ORACION HACE AL PREDICADOR.

El púlpito de hoy día es débil en oración. El orgullo de conocimientos eruditos está en pugna con la humilde dependencia en oración.
Todo predicador que no hace de la oración un factor poderoso en su propia vida y ministerio, es débil como factor en la obra de Dios.
Es imposible para el predicador, guardar su espíritu en armonía con la naturaleza divina de su elevado llamamiento, sin mucha oración.

Mc Cheyne dijo: “Si no oras, te apartará Dios, probablemente de tu ministerio, como hizo conmigo, para enseñarte a orar”.

Spurgeon dijo: “Si vosotros, como ministros no sois llenos de oración, debéis ser compadecidos Si llegáis a ser flojos en la devoción sagrada, no solo vosotros necesitáis compasión , sino también vuestra congregación, y el día viene en el cual seréis avergonzados y confundidos. Todas nuestras bibliotecas y estudios son mera vanidad comparados con nuestras cámaras de oración secreta”.

El predicador debe ser preeminente mente un hombre de oración. Su corazón debe graduarse en la escuela de la oración. En la escuela de la oración, solamente puede el corazón aprender a predicar. Ni erudición, ni diligencia, ni estudio, ni dones, pueden suplir la falta de oración.

El predicador es comisionado para orar, tanto como para predicar. Su misión es incompleta si no hace ambas cosas bien, a la vez. El predicador puede hablar con toda elocuencia de los hombres y de los ángeles; pero a menos que él pueda orar con una fe que traiga todo el cielo en su ayuda, su predicación será: “como metal que resuena, o címbalo que retiñe”.

El predicador que da vida, es un hombre de oración cuyo corazón está sediento de Dios; cuya alma está siguiendo diligente a Cristo; cuyo ojo es solo para Dios ; en quien por el poder del Espíritu de Dios la carne y el mundo han sido crucificados, y su ministerio es semejante al generoso flujo de un río de vida.

La predicación que mata, no es espiritual. Fuentes inferiores que no son de Dios le han dado su energía y estímulo. Puede ser bella y metódica pero aún es la letra, la árida y dura letra. El elemento de proceso de muerte está detrás de las palabras, detrás del sermón, detrás de la ocasión, detrás del ademán, detrás de la acción.

El gran obstáculo está en el predicador mismo. Él no tiene en sí mismo, las fuerzas poderosas que crean vida. Puede no haber falta en su ortodoxia, honradez, limpieza o ardor; pero de algún modo el hombre, el hombre interior, en lo íntimo, nunca se ha humillado y rendido a Dios; su vida interior no es un gran camino real para la transmisión del mensaje de Dios, del poder de Dios. De alguna manera el yo y no Dios, gobierna en el trono de su corazón. En alguna parte, aunque inconscientemente, algún interruptor espiritual ha atacado su ser interior y la corriente divina ha sido detenida. Su ser interior nunca ha sentido por medio de su bancarrota espiritual, su total impotencia; nunca ha aprendido a clamar de desesperación de sí mismo y de todo recurso terrenal; hasta que el poder de Dios y su fuego, desciendan sobre él y le llene, purifique y le de poder.

La ESTIMA DE SI MISMO, de su propia habilidad, en alguna forma perniciosa, ha profanado y violado el templo INTERIOR, que debería haber sido mantenido exclusivo para Dios.

La predicación que da vida, cuesta mucho al predicador. – La muerte del yo, crucifixión al mundo, el alumbramiento de su propia alma. Solamente LA PREDICACIÓN CRUCIFICADA PUEDE DAR VIDA. LA PREDICACION CRUCIFICADA SOLAMENTE PUEDE VENIR DE UN HOMBRE CRUCIFICADO.

El sermón no puede dar más vida que la que tiene el hombre que lo produce. Los hombres muertos dan sermones muertos, y los sermones muertos, matan.- Todo depende del carácter espiritual del predicador. Bajo la dispensación judía, el sumo sacerdote tenía escrito con letras enjoyadas en su frente: “SANTIDAD A JEHOVA”. Así mismo, todo predicador en el ministerio de Cristo debe ser modelado en, y dirigido por esta misma divisa.

La oración es una obra espiritual y la naturaleza humana no admite tan ardua obra espiritual. La naturaleza humana desea navegar hacia el cielo bajo el impulso de una brisa favorable, en un mar pleno y calmado. La ORACION es una obra HUMILLANTE. Abate el intelecto y el orgullo, crucifica la vanagloria, señala la bancarrota espiritual, y todo esto es duro para la carne e indigna soportarlo. Es más fácil no orar, que soportar esta humillación.- Así llegamos a uno de los más fatídicos males de nuestro tiempo; y puede que de todos los tiempos. _ POCO O NADA DE ORACION.-

De estos dos males, quizás poca oración es peor que nada de oración. Poca oración es una manera de hacer un tranquilizante para la conciencia, una farsa y un engaño. La poca estima que ponemos a la oración, es evidente por el poco tiempo que damos a ella.

No muy infrecuentemente la única oración del predicador es junto a su lecho en pijama, listo para la cama y pronto para ella. Con quizás, la adición de unos pocos y apresurados arrebatos de oración al vestirse en la mañana.

Para los hombres que conciben la oración como su principal ocupación y dedican tiempo a ella, de acuerdo con esta alta estima de su importancia, hacen que Dios entregue las llaves de su reino, y por medio de ellos obra sus maravillas espirituales en el mundo.
GRANDE ORACION es signo y sello de los grandes caudillos de Dios.

El predicador que ora de veras, pone a Dios en la obra. Dios no interviene en la obra del predicador como por casualidad o principios generales, sino que viene por oración y urgente necesidad especial.

Lutero dijo: “Si yo dejo de emplear dos horas en oración cada mañana, el diablo alcanza la victoria durante el día”.

De Samuel Rutherford se dice que si él oía que otros mercaderes se ocupaban de sus negocios antes que él estuviera orando, exclamaba: “ Oh!, cuanto me avergüenza esto!¿no merecen los negocios de mi maestro más que los suyos? Quien ha aprendido esta ocupación bien, gira a voluntad, a la vista, y con aceptación del banco inagotable del cielo”.

Si Dios no es primero en nuestros pensamientos y esfuerzos en la mañana, estará el último en el resto del día.- La indiferencia matinal es el índice de un corazón indiferente que ha perdido su gusto por Dios. Un deseo en la búsqueda de Dios que no puede romper las cadenas del sueño es una cosa débil y no hará poco bien en relación a Dios, teniendo plena condescendencia consigo mismo.

No es simplemente la preparación lo que coloca a los hombres al frente y los hace capitanes y generales en las huestes de Dios, sino es el ardiente anhelo que remueve y rompe todas las cadenas de indulgencia con el yo.

“Yo honro a los que me honran, y los que me tuvieren en poco, serán viles!”.

El anhelo les levantó y les puso en el esfuerzo para seguir a Dios, y este cuidado y acción sobre el llamamiento dio a su fe, su poder en Dios y dio a sus corazones la dulcísimo y plena revelación de Dios, y esta fortaleza de fe plenitud, les hizo santos por eminencia; y este halo de su santidad ha llegado hasta nosotros.

El predicador debe estar rendido a Dios en la más alta devoción. Él no es un hombre profesional. Su ministerio no es una profesión. Es una institución divina, una devoción divina. Él está dedicado a Dios, su blanco, sus aspiraciones etc, son más para Dios y hacia Dios y tal oración es tan esencial como lo es el alimento para la vida. Si el predicador no sobresale en esta gracia, no sobresale en nada. Si él no predica por medio de su vida, carácter, y conducta, su predicación no vale nada.

Una brillante bendición que la oración privada hace descender sobre el ministerio, es algo indescriptible. _ Una unción del único Santo -
Si la unción que llevamos no viene del Señor – del Señor de los ejércitos -, somos engañadores, dado que solamente en oración podemos obtenerla.

Volúmenes enteros han sido escritos sosteniendo el mecanismo y gusto de hacer un sermón, hasta que hemos llegado a estar poseídos de la idea de que este ANDAMIO es la CONSTRUCCION.

El joven predicador ha sido enseñado a colocar toda su fuerza en la forma, gusto y hermosura de su sermón como un producto mecánico e intelectual.

Hemos por este medio, cultivado un gusto vicioso entre el pueblo y enseñado a preferir el talento en lugar de gracia; elocuencia en lugar de piedad; retórica en lugar de revelación; reputación y brillo en lugar de santidad. Por eso hemos perdido la verdadera idea de la predicación; hemos perdido el poder de la predicación; hemos perdido la punzante convicción para el pecado; hemos perdido la rica experiencia y elevado carácter cristiano; hemos perdido la autoridad sobre las conciencias y vidas que siempre resulta de la predicación genuina.

El corazón es el gran impedimento de la predicación. ¿Puede la ambición que codicia la alabanza y posición, predicar el evangelio de Él, quien no hizo de si mismo ninguna reputación?, ¿puede el soberbio, el vanidoso y el vanaglorioso predicar el evangelio de Él, quien fue modesto y humilde?; ¿Puede el hombre codicioso, quien considera el salario y dinero predicar el evangelio?...

Nuestra gran necesidad es preparación del corazón: “Usarán su intelecto mejor, quienes cultivan su corazón”.

Decimos que mientras el CANAL de la predicación es la mente, su FUENTE es el corazón. Usted puede ampliar y profundizar el canal, pero si no tiene buen cuidado en la pureza y profundidad de la fuente, tendrá un canal seco o contaminado.

El que ha luchado con su propio corazón y le ha conquistado. Quien le ha enseñado humildad, fe, amor, verdad, misericordia, simpatía, compasión, valor…; quien puede verter los ricos tesoros del corazón así ejercitados por medio del intelecto, todo sobrecargado con el poder del evangelio en la conciencia de sus oidores, este será el verdadero y más afortunado predicador en la estima de su Señor. Es el corazón, no la cabeza, lo que hace a los grandes predicadores de dios. Podemos aprender más en una hora de oración – cuando oramos verdaderamente- que en muchas horas de estudio.

Continuemos persistentes, constantes y fervientes en súplica. “Que su vellón yazga en la era de la súplica hasta que esté empapado con el rocío del cielo”. Spurgeon.

Tomado de un documento escrito a puño y letra del Reverendo
ROBERTO CALDERON GÜETE.
Edición y transcripción.
María Bernarda Corrales.

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