sábado, 21 de agosto de 2010

¿Eran Demasiado Santos? Por Luis y Verónica Villugron

Continúo estudiando los escritos de los cristianos de los primeros siglos y sinceramente estoy muy sorprendido de la diferencia abismal que hay entre nuestra forma de entender el evangelio y la de ellos.

¡Es sorprendente!

Obviamente no podemos equiparar a ninguno de estos escritos con los bíblicos. Creo firmemente que solo la Escritura es nuestra regla de fe (como la Reforma y su lema "Sola Scriptura" lo establecía).

Pero es realmente llamativo que estos escritos antiguos, de los que existen innumerables pruebas, provienen hasta en algunos casos de hermanos que fueron discipulados por los mismos apóstoles (como el caso de Clemente que aparece en Filipenses 4:3).

Las palabras que citaré a continuación, las encuentro irrefutablemente bíblicas. Por lo que, en teoría, no debería aportarnos nada "nuevo". Pero al leer estos escritos de los primeros siglos no podemos sentir menos que un violento contraste entre nuestra comprensión de la Palabra de Dios y la de ellos.

Por lo que la pregunta es: ¿La Iglesia se ha corrompido tanto amando a este mundo como Demas, del cual Pablo escribió: "Demas por amor a este mundo, me ha abandonado" (2 Timoteo 4:10 - NVI? ¿O estos primeros cristianos eran demasiado santos?...

Escritos de los primeros siglos

“No anhelo ser rico... No compito por una corona. Estoy libre de una sed excesiva por la fama. Desprecio la muerte... ¡Mueran al mundo, repudiando la locura que hay en él! ¡Vivan para Dios!...

Si eres superior a las pasiones, despreciarás todas las cosas terrenales” (Taciano - 160 d.C.).

“Cristo no nos ha relatado simplemente la historia del hombre pobre y el rico. Él nos ha enseñado que nadie debe llevar una vida lujosa. Nadie debe vivir en los placeres de este mundo y banquetes sin fin. Nadie debe ser esclavo de sus deseos y olvidar a Dios” (Ireneo - 180 d.C.)

“A los que progresan en el conocimiento de Cristo el Señor, les habla con este lenguaje: les ordena despreciar las cosas de este mundo y les exhorta a fijar su atención solamente en el Padre” (Clemente de Alejandría - 195 d.C.).

“En lo que a ustedes respecta, ustedes son extranjeros en este mundo, ciudadanos de Jerusalén, la ciudad que está en el cielo. Nuestra ciudadanía, dice el apóstol, está en los cielos… Ustedes no tienen nada que ver con los deleites de este mundo” (Tertuliano - 197 d.C.)

"Sabemos que muchos entre nosotros (los cristianos) se han entregado a la esclavitud, para poder rescatar a otros... Muchas mujeres, fortalecidas por la gracia de Dios, han ejecutado grandes hechos" (Clemente de Roma - 30-100 d.C.)

“Desprendiéndonos del mundo y de los pecados, ‘apenas tocando la tierra con la punta del pie’, aunque parezca que estamos en este mundo, perseguimos la santa sabiduría. Mas esto parece una locura para quienes tienen el alma dirigida hacia la maldad” (Clemente de Alejandría - 195 d.C.).

A cristianos encarcelados: “En la cárcel se entristece el que suspira por las dichas del mundo; pero el cristiano, que afuera había renunciado al mundo, en la cárcel desprecia a la misma cárcel. En nada les preocupe el rango que ocupan en este siglo, puesto que están fuera de él. Si algo de este mundo han perdido, gran negocio es perder, si perdiendo han ganado algo mucho mejor. Y ¡cuánto habrá que decir del premio destinado por Dios para los mártires!” (Tertuliano - 197 d.C.)

“La única tranquilidad verdadera y de confianza, la única seguridad que vale, que es firme y nunca cambia, es ésta: que el hombre se retire de las distracciones de este mundo, que se asegure sobre la roca firme de la salvación, y que levante sus ojos de la tierra al cielo… Cuán seguro, cuan inmovible es aquella seguridad, cuan celestial la protección de sus bendiciones sin fin, ser libre de las trampas de este mundo engañador, ser limpio de la hez de la tierra y preparado para la luz de la inmortalidad eterna...

De una vez y por todas debemos recordar que hemos renunciado al mundo, y que mientras tanto vivimos aquí como extranjeros y peregrinos...

Quien ha puesto a un lado al hombre viejo, debe reflejar solamente cosas espirituales y celestiales. No debe poner atención al mundo al cual ya ha renunciado” (Cipriano - 250 d.C.).

“Por tanto, hermanos, no apreciemos nuestra vida en este mundo y hagamos la voluntad del que nos ha llamado, y no tengamos miedo de apartarnos de este mundo. Porque el Señor ha dicho: 'Serán como corderos en medio de lobos…' Saben, hermanos, que la vida de la carne en este mundo es despreciable y dura poco, pero la promesa de Cristo es grande y maravillosa, a saber, el reposo del reino que será y la vida eterna. ¿Qué podemos hacer, pues, para obtenerlos, sino andar en santidad y justicia y considerar las cosas de este mundo son extrañas para nosotros y no desearlas? Porque cuando deseamos obtener estas cosas nos descarriamos del camino recto. Pero el Señor dijo: Nadie puede servir a dos señores. Si deseamos servir a la vez a Dios y a riquezas, no sacaremos ningún beneficio: Porque ¿qué ganará un hombre si consigue todo el mundo y pierde su alma? Ahora bien, este mundo y el futuro son enemigos. El uno habla de adulterio y contaminación y avaricia y engaños, en tanto que el otro se despide de estas cosas. Por tanto, no podemos ser amigos de las dos, sino que hemos de decir adiós a uno y tener amistad con el otro. Consideremos que es mejor aborrecer las cosas que están aquí, porque son despreciables, duran poco y perecen, y amar las cosas de allí, que son buenas e incorruptibles” (“Segunda de Clemente” - 150 d.C. - Escrito del segundo siglo del que no se sabe mucho).

Tomado de:

 http://poruncristianismoradical.blogspot.com/2010/06/eran-demasiado-santos.html

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