domingo, 22 de agosto de 2010

Mensaje A Las Siete Iglesias (Apocalipsis) – Laodicea – Parte 8

Ubicada a 60 Kilómetros al sudeste de Filadelfia, fue fundada por Antíoco II (261-246 AC). Su nombre fue escogido en honor a su esposa Laodice. Debido a su posición geográfica y la confluencia de tres carreteras importantes, se convirtió en una gran ciudad comercial y administrativa, por lo cual sus ingresos eran bastante altos llegando a ser una ciudad muy rica. Además era una ciudad de industrias y un centro importante de educación (Tenia escuela de medicina). La Iglesia de Laodicea ya existía cuando Pablo estaba encarcelado en Roma. Él le escribió una carta que al parecer se ha perdido. Jesús se identifica como el Amen que podría interpretarse así: “Lo que Dios dice así debe hacerse”. Jesús el testigo fiel y verdadero habla ahora a la última de las Iglesias. El puede testificar a su favor o en su contra. El es el origen de todo, la fuente primaria de la creación de Dios. Para la Iglesia de Laodicea no hay palabras de alabanza, ni hay menciones acerca de alguna herejía. Era una Iglesia formal, no tenía problemas en cuantos a sus creencias pero tenía grandes problemas en su corazón, lo cual era mucho más grave. Jesús dice: “No eres fría ni caliente”. La expresión aquí significa: “No eres tan fría que seas del todo indiferente, ni ferviente y apasionada en el espíritu como Dios quisiera”, es decir la Iglesia no era totalmente fría, conservaba algunas cosas, tenía en cuenta al Señor en su vida pero en contraste le faltaba la fuerza, la pasión, la entrega que el Señor requería de ella. Ese es el estado que al Señor le irrita, el no quiere cristianos término medio, a medio cocinar, El quiere cristianos completos. La palabra que podía definir la temperatura de los cristianos de Laodicea era tibios. Hay algunos alimentos que saben bien fríos, otros que saben bien calientes y algunos son aceptables de ambas maneras, ¿Pero tibios?. En los tiempos de Jesús la comida tibia era desagradable al paladar de la gente, la tendencia cuando se probaba la comida era la de botarla o expulsarla de la boca, de ahí la referencia al vomito (No era propiamente el vomito que se produce por una mala digestión o enfermedad). El mensaje era que es tipo de vida cristiana era tan desagradable como una comida tibia que daban ganas de botarla. El cristianismo vivido de esa forma era considerado por Jesús como inservible y una pésima interpretación del evangelio. Lo peor acerca de la condición de esta Iglesia era su autocomplacencia. Tú dices: “Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad”. Al parecer la Iglesia reflejaba el temperamento de la ciudad. “Me he enriquecido”, en otras palabras: “Lo que tengo lo he ganado con mi esfuerzo”. La primera declaración expresa autosatisfacción, la segunda orgullo. No puede haber un ejemplo más lamentable de orgullo insensato que el que se exhibe en la declaración: “Y de ninguna cosa tengo necesidad”, que contraste con la humildad que Dios espera de su Iglesia. “Dios exalta a los humildes y desecha a los soberbios”. Cuando Cristo evalúa a la Iglesia encuentra algo totalmente diferente a lo que ellos pensaban. En lugar de riqueza Cristo encuentra pobreza, en lugar de toda necesidad satisfecha Cristo encuentra absoluta necesidad de todo, en lugar de fortuna Cristo encuentra desventura, En lugar de visión Cristo encuentra ceguera. La Iglesia basaba su evaluación en las condiciones de prosperidad en que vivía, sin embrago, era una Iglesia digna de lastima. Para Cristo la Iglesia era: “Pobre a pesar de estar ubicada en una ciudad rica, ciega (Falta de sabiduría), a pesar de tener una escuela de medicina y desnuda, a pesar de tener las mejores fabricas de telas. Hoy es posible que la Iglesia florezca exteriormente en medio de la prosperidad material, y sin embargo, sea pobre, ciega y desnuda espiritualmente. A esta Iglesia que creían que no le faltaba nada, Jesús le dice: “Yo te aconsejo que de mi compres oro refinado en fuego, para que seas rico”. El uso de la palabra comprar es algo irónica o sarcástica. Nadie puede comprar a Dios nada. Lo que Dios nos da es gratuito, es por gracia. De Dios podemos comprar sin dinero (Isaías 55:1). Entonces, lo que el Señor le está diciendo a la Iglesia es: “Para que quieres tanto dinero si lo que verdaderamente necesitas y hoy no tienes lo puedes obtener gratuitamente de mi”. Para que tanto esfuerzo si lo que es importante y necesario lo tienes a tu disposición y sin dinero. El segundo énfasis de la frase está en “De Mi”. Nadie puede darle a la Iglesia lo que necesita, solo Cristo Jesús. La santidad, el amor, el perdón, la bondad, la mansedumbre y todas las cosas que hacen parte de la vida y de la piedad solo podemos obtenerlas de Jesús. Eso es lo puro, lo refinado, lo limpio, lo que procede de Dios. Continua el Señor: “Lo que necesitas no son las costosas y finas lanas que producen las fabricas de Laodicea que cubren la desnudez del cuerpo, necesitas las vestiduras blancas que cubren la desnudez del alma. Viste tu alma, tu corazón, de la pureza y de la santidad. Sigue Jesús: “Unge tus ojos con colirio para que veas”. Lo anterior en referencia a un famoso polvo utilizado por la escuela de medicina de Laodicea. En resumen, Jesús les da una explicación de lo que es el evangelio utilizando los elementos conocidos: “Necesitas riquezas divinas para tu pobreza espiritual, las vestiduras blancas de la justicia para tu pecaminosidad y vista espiritual para tu ceguera. Dice Jesús: “Yo reprendo y castigo a los que amo”. El castigo es una señal de la misericordia de Dios como Padre Celestial. Dios le ofrece a la Iglesia de Laodicea su amor de Padre amoroso y tierno. Le abre los brazos como el padre al hijo prodigo. El castigo tiene como fin educar y corregir al hijo equivocado. Añade el Señor y le dice a la Iglesia que sea Celosa. Había que arrepentirse de tal conducta. La tibia indiferencia, la ausencia de todo celo, de entusiasmo alguno, debía ser cambiada por el fervor, la oración, el amor, la evangelización y el testimonio fiel y verdadero que la Iglesia debía dar de su Señor. Las palabras que siguen están cargadas de amor y ternura: “He aquí, Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entrare a el, y cenare con él, y el conmigo”. En este texto, se expresa bellamente la sencillez del evangelio. Cristo esta a la puerta del corazón de cada pecador, llamando para que se le de entrada. No va a derribar la puerta para forzar la entrada, porque nos ha creado con libre albedrio y no va a violarlo. Pero si el pecador abre la puerta, lo que solo el pecador puede hacer, el Salvador ha prometido entrar. La idea de cenare es la idea de la comunión sin prisa alrededor de la mesa de la cena nocturna, cuando ha pasado la agitación del día. La comunión con Cristo en la tranquilidad y en el reposo es lo mejor.

G. Campbell Morgan lo describió así: “Primero yo seré su huésped, cenare con El. El será mi huésped, y el conmigo. Yo me sentare a la mesa que su amor provea, y satisfaré mi corazón. El se sentara a la mesa que mi amor proveerá y satisfará su corazón”.

Por último, la promesa: “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como Yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono”. Atraves de toda su vida terrenal, Jesús venció y recibió su recompensa. A los que le sigan plena y fielmente hasta el fin les aguarda una recompensa semejante. A los que caminen por donde El camino. El que tenga oídos. Hacemos bien en tomar en cuenta estos mensajes.

En unos días: Conclusiones de los mensajes a las Siete Iglesias – Apocalipsis 2 y 3.

No hay comentarios:

Mateo El Sucio Marcos 2:13-17

Introducción: Una de las cosas más difíciles para el hombre es reconocer. Reconocer que esta equivocado, reconocer sus errores, reconocer ...