sábado, 15 de mayo de 2010

Predicando en el Mundo Postmoderno Cuarta Parte: Pablo el Evangelista

Introducción

¿Cómo debemos evangelizar en nuestro mundo postmoderno? ¿Cómo podemos comunicar las buenas nuevas de Jesús a un mundo que se encuentra tan perdido como lo fue el mundo moderno?  Creo que tenemos mucho que aprender de los métodos utilizados por el Señor Jesús y el Apóstol Pablo.

Ya hemos visto la manera en que Jesús predicó el Sermón del Monte y cómo  evangelizó a la mujer en el pozo. También hemos visto la manera en que Pablo predicó en Atenas. Ahora quiero considerar cómo Pablo evangelizaba.  Quiero tomar el ejemplo de cómo trató con tres personas muy diferentes en Filipos, ciudad de Macedonia, Grecia.  Esto se describe en Hechos 16:11-40.

Probablemente no todos preguntarían directamente, “¿Qué debo hacer para ser salvo?” (v.30).  Pero todos necesitan ser salvos, y cada una de estas tres personas de Filipos necesitaba ser salvado.  Una de nuestras metas principales debe ser la de inducir a las personas a hacernos esta pregunta, porque es la pregunta más importante que jamás podrán hacer.  Muchas personas están formulando esta pregunta.  Quizá no lo expresen usando las mismas palabras, pero tal vez sepan que algo está mal en su vida.  Pueden sentir angst, la angustia de sentirse culpable, o pueden sentirse aburridos, o tal vez sean esclavizadas por alguna adicción mala y destructiva. El evangelio tiene que ver con la salvación.

Lucas nos describe a tres personas que experimentaron el poder salvador de Jesucristo: una mujer de negocios, una muchacha esclava y un carcelero. Estos tres individuos muy diferentes fueron los primeros tres convertidos de  Europa bajo el ministerio de Pablo. ¡La iglesia de Filipos debía de haber sido muy interesante! El relato nos hace recordar que la iglesia de Cristo está compuesta por personas de todo tipo, y por lo tanto, en nuestra evangelización, nunca debemos pensar que es imposible que cierta persona, o tipo de persona, se convierta. Todos necesitan el poder de Dios, y su poder es capaz de cambiar el corazón más duro.

Una Mujer que Buscaba

Lidia era similar, de muchas maneras, a una mujer típica del mundo postmoderno.  Parece que era “mujer liberada”.  Ella era comerciante que manejaba su propia empresa. Negociaba con “púrpura”, término relacionado con el negocio de los tintes o las telas. Lidia era de Tiatira, ciudad de Asia, ubicada en el occidente de la Turquía actual, y lugar famoso por su tinte de púrpura, lo que sugiere que manejaba un negocio de exportación. La púrpura  era muy cara y de gran demanda en todo el imperio romano, por la asociación del color púrpura con el emperador. Habrá existido demanda para el tinte en Filipos ya que la ciudad era colonia romana y que fue el hogar de muchos veteranos del ejército romano.

Todo esto nos sugiere que Lidia tenía independencia económica. Era rica y posiblemente soltera o quizá viuda. Tenía la responsabilidad por su propia casa y daba las órdenes allí (v. 15). ¿Cómo fue que Pablo y sus amigos llegaron a conocer a tal mujer?

La conocieron porque ella estaba buscando; buscando espiritualmente. ¿Por qué buscaba así? Tal vez se debió a que ella se sentía desarraigada por haber  salido de su ciudad y trasladado a otro lugar, de cultura diferente de la suya.  Estaba lejos de su casa, y aunque existía cierto nexo por el hecho de que Tiatira era colonia macedónica, el predominio marcado de la cultura romana en Filipos le habrá parecido extraño.

Parece también que Lidia se sentía insatisfecha. Era de trasfondo gentil, o en otras palabras, no era judía, pero sí se sentía atraída a la religión judía.  Sabemos que no era judía, no sólo por su nombre, pero porque Lucas la describió como “adoradora de Dios” (v. 14). Puede ser que se había hecho adoradora de Dios en Tiatira, ya que había allí colonia judía. Sea como fuera, está claro que, en algún momento, se había sentido insatisfecha con el paganismo y atraída por la religión judía. El judaísmo era, y es, imperfecto, pero debemos recordar que las personas que están en una búsqueda espiritual pueden sentirse atraídas a iglesias muertas que tienen algo de la verdad, pero que no tienen el evangelio. Sería incorrecto para nosotros evitar todo contacto con ellos.  En la actualidad, hay muchos que se sienten insatisfechos con el materialismo y están buscando alguna repuesta espiritual.

Esto nos lleva a observar que Pablo y sus amigos se encontraron con Lidia, no sólo porque ella estaba buscando, pero porque también lo hacían ellos.  Estaban en búsqueda de pecadores perdidos. ¿Y dónde los buscaban? Uno de los lugares prioritarios de búsqueda era la sinagoga, y Pablo tenía la costumbre de iniciar su misión en cualquier ciudad visitándola. Su principio era llevar el evangelio primeramente al judío. Los judíos son el pueblo de Dios bajo el Antiguo Pacto. No debemos pasarlos por alto en nuestra evangelización, y esta tarea debe ser todavía prioritaria. Pero no se trataba simplemente de llevar el evangelio primero al judío. Pablo se dirigía a los lugares donde encontraría a  personas que estaban realizando una búsqueda espiritual. ¡Es como que llegara al Perú y comenzara su misión en la iglesia católica romana!  Su forma de proceder nos debe alertar al hecho de que todavía hoy hay muchos buscadores espirituales en las iglesias muertas y no debemos olvidarlos.

Pero en Filipos no había sinagoga. Sólo había un grupo de mujeres que se reunían para orar al lado del río.  Nos da a entender que no había allí ni siquiera diez varones judíos, el número mínimo requerida para constituir una sinagoga. Sin embargo, la ausencia de una sinagoga no desanimó a Pablo y sus amigos. Se preocupaban tanto por las mujeres como por los hombres. Hay  lección aquí para nosotros también, especialmente en esta época del auge del  feminismo. Debemos tratar a las mujeres como iguales a los hombres, como personas hechas a imagen de Dios, y como personas que necesitan el evangelio.

¿Qué hizo Pablo? ¿Cuál gran herramienta evangelística fue utilizada por él y su equipo? “Se sentaron y comenzaron a hablar a las mujeres” (v. 13). Esta forma de proceder parece muy sencilla y ordinaria. La palabra traducida “hablar” no es el término apropiado para referirse a un discurso público formal. Es término apropiado para referirse a una conversación. Ellos comenzaron a charlar acerca del evangelio. Los apóstoles les contaron a las mujeres algo nuevo y maravilloso para ellas. Jesús, a quien crucificaron, es el Cristo.

Luego, ocurrió algo asombroso. Mientras estaban sentadas junto al río, escuchándole a Pablo: “el Señor abrió el corazón de ella para responder al mensaje de Pablo”. A pesar de estar de búsqueda espiritual, el corazón de  Lidia permanecía cerrado. Ningún argumento ni prédica ni charla podría abrirle el corazón. Sólo el Señor podría abrir su corazón ¡y lo hizo! La salvación es obra de Dios. Los que están de búsqueda espiritual necesitan ser salvados.  Nosotros también necesitamos depender de la gracia soberana de Dios. A él le toca salvar a las personas, y a nosotros nos toca compartir el evangelio.

Una Muchacha Esclavizada

La segunda persona con quien Pablo y su equipo se encontraron era muy diferente a Lidia. Ella era muchacha esclava. No sólo se encontraba privada de la libertad por ser esclava de sus dueños; también se encontraba esclavizada por un poder demoníaco. La expresión que usa Lucas para describir su condición de ser poseído por un espíritu implica una asociación con el dios griego Apollo y el oráculo de Delfos. Lucas indica que los amos de esta  muchacha ganaban mucho dinero por las adivinanzas que ella hacía.

A la muchacha obviamente le fascinaba la espiritualidad. Ella sintió que había algo espiritual en Pablo y sus compañeros, se sentía atraída hacia ellos, y les  seguía, atrayendo la atención de la gente hacia Pablo. Es interesante que sus palabras decían solamente la verdad: “estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación” (Hechos 16:17). Comentaremos esta proclamación más adelante, pero por ahora podemos observar que debe haber sido la manera en que ella hablaba que le molestó a Pablo. La muchacha seguía repitiendo su anuncio, tal vez como si estuviera en estado de éxtasis. Seguramente nos molestaríamos si un hombre ebrio entrara acá y me señalara diciendo: “¡Este hombre está predicando la verdad! ¡Pónganle atención!” Está claro que Pablo no quería que la gente pensara que el Dios que adoraba estuviera asociado con el ocultismo que practicaba la muchacha. A fin de cuentas, Pablo se sentía tan adolorido y entristecido por lo que ocurría que ordenó, en el nombre de Jesucristo, al espíritu malo a salir de  ella. Pablo se preocupaba tanto por la muchacha como por el evangelio, y sabía que sólo Jesucristo podría liberarla.

En la época postmoderna nos encontraremos cada vez más con personas como esta muchacha. Cuando el antiguo racionalismo de la época moderna haya ido, y la gente aún no vuelve a la revelación de la Palabra de Dios para orientarse, su renovado interés en la espiritualidad les expone a las influencias muy reales del ocultismo. En vez de volver de la ciencia al Salvador, la gente  vuelve a la superstición.

En nuestro trato con tales personas de la Nueva Era, debemos sentir una verdadera preocupación por ellas, porque se encuentran esclavizadas.  Debemos demostrar el mismo amor y la misma compasión que tuvo Jesús para las personas que estaban bajo influencia del ocultismo. Por otro lado, no debemos ceder ante el ocultismo. ¡Sólo porque alguien muestra interés en la “espiritualidad”, no debemos pensar que está bien! Necesita ser liberada de las influencias del ocultismo, y sólo Jesús puede lograrlo. También debemos recordar que no es solamente la gente supersticiosa y de la Nueva Era que necesita ser liberada del mal.  “El dios de este siglo ha cegado el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (2 Co. 4:4). Sólo el soberano Dios puede hacer que su luz resplandezca “en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (2 Co. 4:6). La  evangelización es un trabajo espiritual.  Debemos realizarlo dependiendo de Dios en oración.

Un hombre que Quería Suicidarse

En Filipos, Pablo y Silas se encontraron con una tercera persona muy diferente de las dos ya mencionadas. Era oficial de la prisión. ¿Cómo se encontraron con él? ¿Lo conocieron por algún encuentro social? ¡No! ¡Se encontraron con él en su lugar de trabajo! ¡Fueron encarcelados!

¿Cómo fueron encarcelados el Apóstol Pablo y Silas? ¿Qué crimen cometieron? ¡Ninguno! ¡Su delito fue el de liberar a una muchacha de la esclavitud del ocultismo! El problema fue que sus amos la habían utilizado para enriquecerse, y esa bonita fuente de ingresos se había secado. ¡Eso les había vuelto furiosos! ¡Querían venganza! No podían conseguir que arrestaran a Pablo y a Silas tan sólo por haber restaurado a una muchacha a la normalidad. Así que les acusaron de ser judíos que “alborotan nuestra ciudad y enseñan costumbres que no nos es lícito recibir ni hacer, pues somos romanos” (Hechos 16:20-21). Por lo general, los romanos toleraban una variedad de religiones y permitían la práctica del judaísmo. Sin embargo, la tolerancia oficial no podía garantizar la ausencia del prejuicio y la persecución. En este caso Pablo y Silas fueron golpeados con palos, castigo romano muy cruel, sin proceso judicial y a pesar de ser ellos ciudadanos romanos. Hoy, en algunos países como la India y Turquía que son, supuestamente, estados seculares que garantizan la libertad religiosa, hay una realidad distinta. Los que vivimos en países con libertad religiosa genuina debemos guardar celosamente el privilegio, porque la tolerancia postmoderna probablemente volverá intolerante frente a una postura de verdad absoluta, como la que debemos defender los cristianos de convicción bíblica al proclamar el evangelio. Es interesante observar que Pablo hizo uso pleno de sus privilegios de ciudadanía romana, no sólo en esta ocasión sino también en otras.

Cuando nos encontramos por primera vez con el carcelero, está simplemente trabajando. Probablemente sea soldado romano jubilado. Se le ordena a que guarde a sus prisioneros nuevos con cuidado, así que los pone en la celda interior y asegura sus pies en el cepo. Pablo y Silas, a estas alturas, estarían seriamente lastimados y sangrando debido a la golpiza que recibieron, pero eso no le importa a este romano endurecido.

Procedió, aparentemente, sin preocupación. Sin embargo, el carcelero habrá tenido mucho en qué pensar. Primero, tendría que considerar el impacto de Pablo y Silas en la ciudad, y la conmoción pública causada por la joven esclava y sus anuncios tampoco se podía ignorar. Adicionalmente, la conmoción pública causada por la liberación espiritual de la muchacha y el arresto de los visitantes sería también de conocimiento general. ¡Y por encima de todo tendría que intentar a comprender el espectáculo asombroso que los presos producían al orar y cantar alabanzas a su Dios a la media noche, a pesar de sus golpes y pérdida de sangre! En vista de lo que sucedió en seguida, no debemos desestimar el efecto en los demás del testimonio gozoso de los cristianos mientras pasan por circunstancias difíciles. Hay pocas pruebas más  convincentes de la realidad de la fe cristiana.

El carcelero no tuvo tiempo para reflexionar sobre todos estos eventos  extraños, ya que fue despertado bruscamente de sus sueños por un terremoto súbito y violento. Lo primero que vio eran las puertas abiertas de la cárcel. Debido al pánico que sintió en ese momento, sacó al instante la conclusión  que todos los prisioneros habían escapado y que él tendría que ser ejecutado por fallar en el cumplimiento de su deber. Habrá pensado que la situación no le dejaba más alternativa que la de suicidarse.

A la luz de su conversión inmediatamente posterior, el relato nos enseña algo en cuanto al pecado de suicidio. El suicidio, como cualquier otro asesinato, es  pecado. Sin embargo, a la luz de este pasaje no podemos concluir, como lo han hecho algunos, que el suicidio es pecado imperdonable. Jesús nos enseñó que el pensamiento es tan pecaminoso como el acto. Sin embargo, este hombre, que por cierto cometió el pecado de suicidio en su corazón, fue perdonado. A la luz de este caso no debemos concluir, en cuanto a los casos trágicos de suicidio de un cristiano, que su acto demuestra que no pudo haber sido cristiano.

Dejando estas consideraciones, vemos que el carcelero fue confrontado repentinamente con su propia muerte. Estaba a punto de lanzarse a la oscuridad sin esperanza alguna. En ese momento se habrá enfrentado con la realidad de la vida y la muerte de manera totalmente nueva. Dicen que, en tales momentos, las personas recuerdan su vida entera, que pasa como relámpago a través de su mente. Fue en ese preciso momento que Pablo le habló.

La muerte provee todavía una oportunidad apologética muy grande para el cristiano. Todavía hay miedo de morir en el corazón humano. Tememos lo desconocido, el dejar de ser, y aún el juicio final. Woody Allen, el comediante americano, lo expresó en su estilo inimitable: “No es que temo morir, sólo no deseo estar allí cuando acontece.” Difícilmente podría expresarse mejor la desesperación aguda del no cristiano frente a la muerte, que en las siguientes líneas del poeta galés, Dylan Thomas:

Aquí, entre las luces del cielo soberano
Está conmigo a dónde voy, un viejo ciego
Que anda en la pradera del ojo de su hijo.
Sobre él  cayó un mundo de desgracias, como la nieve.
Gritaba mientras moría, al final temiendo oír el último sonido
De la esfera de este mundo que se extinguía sin respirar;
Demasiado orgulloso para llorar,  demasiado débil para frenar las lágrimas,
Y atrapado entre las dos noches, la de la ceguera y la de la muerte.
Herida más profunda de todas, que tenga que morir
En ese día más oscuro. Si solamente podría ocultar
Las lágrimas, excluyéndolas de sus ojos, demasiado orgullosos para llorar.
Hasta que muera yo, no se apartará de mi lado. 

¿Qué mensaje tienes para tal hombre? ¿Le dirías: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo”? ¡Equivocado! Eso es para más adelante. La primera palabra del evangelio que escuchó el carcelero fue: “¡No te hagas daño!”  ¿Cómo podría ser esa la primera palabra del evangelio? Es la primera palabra del evangelio porque es palabra de esperanza y a la vez, palabra de amor.

Es urgente que la gente escuche de nosotros palabras similares en nuestra época postmoderna. Las personas angustiadas necesitan oír de nosotros palabras que les demuestran que nos preocupamos por ellos en medio de sus problemas. La gente necesita escuchar que hay mucho para vivir. Las personas a quienes intentamos evangelizar necesitan oír que son hechos a imagen de Dios y que sí nos importa si viven o mueren. La vida humana sí tiene un valor alto, y un significado y dignidad únicos. Tú no eres solamente animal altamente desarrollado, ni máquina bioquímica compleja. Eres ser humano creado para disfrutar de una relación personal con el creador del universo. ¡Tú sí le importas al creador!

Las palabras de apoyo y ánimo que el carcelero escuchó de la boca de Pablo le habrán impactado más aún porque las pronunció un hombre a quien le estaba haciendo daño. Sin mostrar compasión para con Pablo, y sin prestarle atención alguna a sus contusiones y heridas sangrientas, el carcelero le había lanzado a Pablo a la cárcel más segura, encadenándole allí. ¡Ahora escucha a este mismo Pablo rogarle no tomar su propia vida! Demostrarles a las personas un amor desinteresado como lo hizo tan claramente Pablo, es prerrequisito de la evangelización efectiva. ¡La gente no te escuchará si no puede percibir que para ti tiene importancia!

El carcelero ahora se sintió abrumado por el miedo y el asombro; miedo por su confrontación reciente con la muerte, y asombro causado por las muestras del interés de parte de Pablo por salvarle la vida. “Pidiendo luz, se precipitó adentro, y temblando, se postró a los pies de Pablo y de Silas; y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?” (v.29-30) ¿Qué quería decir y por qué les hizo esta pregunta que llegó a ser tan famosa? Está claro que no se refería a salvarse de la muerte física ya que Pablo había logrado salvarle la vida con su grito. Todos los prisioneros permanecían allí. Ya no parecía necesario suicidarse. ¿A qué se refería? ¿Tenía claro todo lo que nosotros pensamos cuando usamos el término “salvo”? Es probable que no. En el pasaje se nos dan dos pistas a seguir para comprender por qué el carcelero hablaba de ser salvo. La primera tiene que ver con la realidad que, a pesar de haber escapado del horror de estar a un paso de morir, tenía todavía en su mente todos los pensamientos que brotaron en el momento de la crisis. Estos pensamientos de temor, culpa y desesperación no habían desaparecido y quiso ser liberado también de ellos. La segunda se sugiere por qué el carcelero, para referirse al concepto de “salvo”, usó una forma de la palabra usada por la muchacha endemoniada cuando gritaba: “estos hombres … os anuncian el camino de salvación” (v.17). Parece probable que el carcelero dedujo que estos presos tenían algún mensaje pertinente a su condición y les preguntó entonces: “¿qué debo hacer para ser salvo?” (v.30).

Cualquiera que haya sido el significado preciso de la pregunta del carcelero, Pablo y Silas le respondieron con precisión. ¡Su respuesta era tan precisa que  tal vez habrán dicho ambos las mismas palabras, simultáneamente! La respuesta para Pablo y Silas era muy obvia, y la respuesta directa e inmediata implica que aceptaron la pregunta del carcelero como pregunta válida. No hubo necesidad de ponerse a discutir con él el significado exacto de sus palabras. No le hacen problemas porque su cambio de corazón ocurrió en medio de una crisis de pánico, donde podría haber sospechado el carcelero por un momento que sus presos misteriosos hubieran, tal vez, causado el terremoto. Tampoco iniciaron un debate en cuanto a los roles respectivos de la soberanía divina y la responsabilidad humana en la salvación. ¡No! Aceptaron su pregunta y le respondieron directamente.

Aprender a responder así a la gente es de vital importancia en nuestra época. Las personas pueden acercarse a nosotros con toda clase de ideas entremezcladas, envueltas en un lenguaje espiritual. Sin embargo, si son genuinos en su búsqueda de ayuda espiritual hay que darles una respuesta directa. Por ejemplo, podrían usar un término como “redención”, pero posiblemente le darían un significado distinto del uso bíblico, y sería para nosotros la oportunidad para poder explicarles el verdadero camino hacia la redención.

Pablo y Silas aceptaron su pregunta como enteramente válida. No le dijeron: “No te preocupes tanto. No eres tan malo. Cálmate porque no es muy sabio arreglar tales problemas delicados cuando estás tan emocionado”. ¡No! Le animaron a creer que necesitaba desesperadamente ser salvo, porque sabían que todos necesitamos ser salvados de la culpa del pecado, de la adicción al  pecado y del juicio divino sobre el pecado. Sabían que estos asuntos tenían que ser arreglados urgentemente. “Ahora es el día de la salvación”.

También le dieron una respuesta claramente definida y precisa: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa”. Claramente creían que su  afirmación era verdad absolutamente. No hubo calificativas como “tal vez” o “quizás”, o “bueno, esto es lo que pensamos nosotros, pero pueden existir otros caminos hacia Dios”. ¡No! Sólo hay un manera de ser salvo. Jesús dijo: “Yo soy el camino, la verdad, y la vida. Nadie viene al Padre sino a través de mí.” Pedro lo dijo también: “No hay otro nombre, bajo el cielo, dado entre los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12). La verdad absoluta es que necesitamos absolutamente ser salvos. Nadie más, ni papa ni profeta, nos puede salvar. Ningún sistema de obras buenas nos puede salvar, solamente  Jesús lo puede hacer, a través de la fe personal puesta en él.

Este mensaje no le gusta a la gente de nuestro mundo postmoderno y pluralista, que cree que hay muchas verdades, muchas metas narrativas y muchos caminos hacia Dios. Sin embargo, este hecho no nos debe conducir a modificar el mensaje evangélico. Tenemos que comprender nuestro mundo, y tenemos que aprender cómo comunicarnos con nuestro mundo actual, pero no debemos recortar el mensaje para que encuadre con las ideas del mundo actual. Puede ser que no le gusta el mensaje a la gente, pero es la única esperanza para este mundo empobrecido y perdido. En él siempre habrá gente como el carcelero de Filipos, para quién las palabras del evangelio serán como los sabores más exquisitos, como una carta de la familia, o como la lluvia sobre tierra seca.

Hay que observar también que Pablo y Silas dirigieron al carcelero directamente hacia Jesús. No le dijeron: “Bien, tenemos una teología denominacional con la cual tienes que familiarizarte. Tendrás que leer todas las cartas de Pablo, la Confesión de Westminster y también La Institución de la Religión Cristiana escrita por Juan Calvino, antes de poder comprender claramente todo lo necesario.” ¡No! Dijeron: “Cree en el Señor Jesucristo”. La teología es importante. Las escrituras son de suprema importancia. Sin embargo, no estamos invitando a la gente a la teología. Ni siquiera la invitamos a la Biblia, ni tampoco a una iglesia. Invitamos a la gente que se acerque a una persona. La invitamos a creer en el Señor Jesús. Este hombre de Filipos tenía mucho que aprender en cuanto a la identidad de Jesús y lo logrado por él, y Pablo y Silas procedieron a hablarle la palabra del Señor y enseñarle algo de teología, pero su énfasis fundamental está en la fe en una persona. Esto tiene importancia crucial para nosotros hoy también. La gente postmoderna tiene muchas suspicacias frente a las organizaciones y su dogma, pero sí tienen mucho interés en las relaciones y en la experiencia. ¡Tenemos un mensaje específicamente apropiado para ellos! Llamamos a nuestros contemporáneos a formar una relación con su creador y a la experiencia de la confianza personal puesta en Jesucristo.

Después de decir todo esto, no debemos de olvidar el hecho que Pablo y Silas procedieron después a enseñar al carcelero y a su familia las implicancias precisas de la fe cristiana: “le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa” (v.32). En ninguna parte del Nuevo Testamento encontramos justificación para conseguir decisiones solamente emotivas a favor de Jesús, o para animar a creer ciegamente como alguien que salta al vacío en la oscuridad. Al contrario, constantemente encontramos que el  énfasis está en conseguir que las personas conozcan lo que se les pide creer.      

Debemos observar también que Pablo y Silas enfatizaron el rol del carcelero en cuanto a su familia. Le dijeron: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.” En la Biblia no encontramos el individualismo estéril que tanto daño ha hecho a la vida moderna. La Biblia subraya la importancia de las comunidades humanas, las de la familia, la iglesia y la nación. La fe, según la Biblia, no es asunto netamente del individuo. Está claro, por supuesto, que cada persona debe escoger creer por sí misma como individuo, pero esta elección tiene repercusiones para otros, y nos introduce también a la confraternidad de los hermanos en Cristo.

Este aspecto de la enseñanza bíblica entra en resonancia más con personas postmodernas y con personas premodernas, de las cuales hay muchas en el mundo de los dos tercios, que con la gente que está de acuerdo con el énfasis moderno sobre el individualismo. Nuestro mensaje debe enfatizar la comunidad de la familia, la comunidad de la iglesia y la comunidad más amplia de la sociedad. El cristiano no es llamado a ser ermitaño. Es llamado a interactuar con otros y funcionar como la sal de la tierra y la luz del mundo.

Conclusión

Ya hemos visto al apóstol Pablo en su actividad como evangelista, a través de Hechos 16.  Hemos visto cómo interactuó a nivel personal con tres personas muy diferentes: Lidia, mujer de negocios, la muchacha esclava endemoniada, y el carcelero de Filipos. Confío que nos haya orientado en algo en cuanto a cómo relacionarnos con distintos tipos de persona que se encuentran en el mundo postmoderno, y cómo relacionarles con el evangelio.

También espero que, a través de esta serie de presentaciones sobre la predicación y evangelización de Jesús y de Pablo, que hayan aprendido del Maestro y de su alumno ilustre cómo comunicar el evangelio. Específicamente espero que hayan visto que la Biblia es libro de texto de utilidad incomparable tanto para aprender metodología como para aprender el mensaje evangélico, y espero también que sigan utilizando sus recursos para orientar sus diversos ministerios en nuestro mundo cambiante.

Rvdo Alex MacDonald,

Buccleuch and Greyfriars, Edinburgh,

Iglesia Libre de Escocia.

Conferencia en el SEL, octubre 2003

Se debe respetar la autoría de los trabajos presentados en esta página Web por lo que su uso debe ser debidamente citado

Todos los derechos © Recursos Teológicos

No hay comentarios:

Mateo El Sucio Marcos 2:13-17

Introducción: Una de las cosas más difíciles para el hombre es reconocer. Reconocer que esta equivocado, reconocer sus errores, reconocer ...