viernes, 12 de marzo de 2010

El Estudio De Dios

Alguien ha dicho que "el estudio apropiado de la humanidad es el hombre". No voy a negar este concepto, pero pienso que es igualmente cierto que el estudio apropiado para los elegidos de Dios es Dios mismo; el estudio apropiado para el cristiano es la Deidad. La ciencia más elevada, la especulación más encumbrada, la filosofía más vigorosa, que puedan jamás ocupar la atención de un hijo de Dios, es el nombre, la naturaleza, la persona, la obra, los hechos, y la existencia de ese gran Dios a quien llama Padre.

En la contemplación de la Divinidad hay algo extraordinariamente beneficioso para la mente. Es un tema tan vasto que todos nuestros pensamientos se pierden en su inmensidad; tan profundo, que nuestro orgullo se hunde en su infinitud. Cuando se trata de otros temas podemos abarcarlos y enfrentarlos; sentimos una especie de autosatisfacción al encararlos, y podemos seguir nuestro camino con el pensamiento de que "he aquí que soy sabio". Pero cuando nos damos con esta ciencia por excelencia y descubrimos que nuestra plomada no puede sondear su profundidad, que nuestro ojo de águila no puede percibir su altura, nos alejamos con el pensamiento de que el hombre vano quisiera ser sabio, pero que es como el pollino salvaje; y con la solemne exclamación de que "soy de ayer, y nada sé". Ningún tema de contemplación tenderá a humillar a la mente en mayor medida que los pensamientos de Dios.

Más si bien el tema humilla la mente, al propio tiempo la expande. El que con frecuencia piensa en Dios, tendrá una mente más amplia que el hombre que se afana simplemente por lo que le ofrece este mundo estrecho.

El estudio más excelente para ensanchar el alma es la ciencia de Cristo, y este crucificado, y el conocimiento de la deidad en la gloriosa Trinidad. Nada hay que desarrolle tanto el intelecto, que magnifique tanto el alma del hombre, como la investigación devota, sincera, y continua del gran tema de la Deidad.

Además, a la vez que humilla y ensancha, este tema tiene un efecto eminentemente consolador. La contemplación de Cristo proporciona un bálsamo para toda herida; la meditación sobre el Padre proporciona descanso de toda aflicción; y en la influencia del Espíritu Santo hay bálsamo para todo mal. ¿Quieres librarte de tu dolor? ¿Quieres ahogar tus preocupaciones? Entonces ve y zambúllete en lo más profundo del mar de la Deidad; piérdete en su inmensidad; y saldrás de allí como al levantarte de un lecho de descanso, renovado y fortalecido. No conozco nada que sea tan consolador para el alma, que apacigüe las crecientes olas del dolor y la aflicción, que proporcione paz ante los vientos de las pruebas, como la ferviente reflexión sobre el tema de la Deidad. Invito a los presentes a considerar dicho tema esta mañana.

Las palabras que anteceden, desde hace más de un siglo por C. H. Spurgeon (que en esa época, increíblemente, tenía sólo veinte años de edad) eran ciertas entonces y siguen siéndolo hoy. Ellas constituyen un prefacio adecuado para una serie de estudios sobre la naturaleza y el carácter de Dios.

Pero espere un momento -dice alguien-, contésteme esto: ¿Tiene sentido realmente nuestro viaje? Ya sabemos que en la época de Spurgeon a la gente le interesaba la teología, pero a mí me resulta aburrida. ¿Por qué vamos a dedicarle tiempo en el día de hoy al tipo de estudio que usted nos propone? ¿No le parece que el laico, por de pronto, puede arreglárselas sin él? Después de todo, ¡Estamos en el año 1979, no en 1855!".

La pregunta viene al caso, por cierto; pero creo que hay una respuesta convincente para la misma. Está claro que el interlocutor de referencia supone que un estudio sobre la naturaleza y el carácter de Dios ha de ser impráctico e irrelevante para la vida. En realidad, sin embargo, se trata del proyecto más práctico que puede encarar cualquiera. El conocimiento acerca de Dios tiene una importancia crucial para el desarrollo de nuestra vida. Así como sería cruel trasladar a un aborigen del Amazonas directamente a Londres, depositarlo sin explicación alguna en la plaza de Trafalgar, y allí abandonado, sin conocimiento de la lengua inglesa ni de las costumbres inglesas, para que se desenvuelva por su cuenta, así también somos crueles para con nosotros mismos cuando intentamos vivir en este mundo sin conocimiento de ese Dios quien es el dueño del mundo y al que él dirige.

Así comienza el capítulo I del libro: “Hacia El Conocimiento De Dios”, de J.I. Packer. Dado que nuestra conducta y acciones como cristianos va a depender del concepto de Dios que tengamos, la relevancia de este libro para hoy es inmensa. El estudio escasea y en este contexto es gratificante contar con una lectura de este tipo. Les animo pues a leerlo con detenimiento y sin prisa, seguro que será de bendición para su vida.

Debido a que el libro salió hace 31 años, es muy difícil o casi imposible conseguirlo. Lo puede descargar en la siguiente dirección: http://www.mediafire.com/?nqzmmkjtm5k.

Cortesía de: Santa Lectura: http://santalectura.blogspot.com/

Dios les Bendiga

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