sábado, 30 de octubre de 2010

El Que Juega Con Candela – El Caso Del Fuego Extraño Por Milton Acosta

El mismo día que Aarón es ordenado, dos de sus cuatro hijos, todos sacerdotes, son descalificados de una forma que nadie olvidará. Nadab y Abiú mueren quemados en lugar de las ofrendas que trajeron a Dios, por haber ofrecido “fuego extraño” (’esh zarah). Es el primer día de Aaron como Sumo Sacerdote. ¡Vaya manera de concluir la ceremonia de ordenación! Qué historia tan rara. Los detalles del relato son tan escasos que hace difícil determinar qué fue lo que ocurrió (Levítico 10:1–5). ¿Cómo puede un fuego ser “extraño”; Candela es candela. Si en esa época se usaba leña para los sacrificios, ¿qué diferencia puede haber entre un fuego y otro? Lo extraño no es solo el fuego que ofrecieron, sino la forma como nos han contado esta historia.

Si uno es un astuto moralista, podría elaborar un sermón con una lista de pecados que “ de seguro” tenían los hijos de Aarón que fueron fulminados; y otra lista de la clase de vida que Dios espera de sus ministros para que no salgan chamuscados; esa estrategia homilética no sería extraña de algunos predicadores. Pero en realidad el texto no dice explícitamente por qué Dios mandó fuego y quemó a estos dos; o, por lo menos no lo dice directamente. Por eso, en vez de lanzarnos a elaborar listados, valdría la pena primero hacer un esfuerzo por entender el episodio de manera más global.

Lo primero que debemos observar es que la Biblia contiene otras historias donde se mezclan el triunfo con la tragedia. La primera victoria de Israel en Canaán va seguida de la destrucción de la familia de Acán (Josué 7). La inauguración del ministerio del gran profeta Samuel va seguida de la destrucción del sacerdote Elí y sus dos hijos (1S 4–7). Jesús es bautizado, el Espíritu Santo desciende, Dios dice que está complacido, y enseguida Jesús es tentado por Satanás (Mt 3–4). Pentecostés, las conversiones masivas en la iglesia primitiva, las sanidades y la generosidad desbordada de los primeros cristianos están seguidos de la muerte súbita de Ananías y Zafira (Hech 1–4). La historia de Nadab y Abiú podrá ser rara, pero no está sola. ¿Habrá aquí un patrón bíblico que refleja un patrón humano y a su vez otro divino?

Una explicación probable del caso que nos ocupa es que el fuego que usaron Nadab y Abiú venía de un lugar ordinario (quizá de la cocina, una fogata, una lámpara cualquiera) y no del altar, como lo demanda la norma. Se especifica en las instrucciones que la procedencia es importante porque “de esa manera Aarón no morirá” (Lev 16:12–13). También existía la advertencia específica de no ofrecer a Yavé “incienso extraño” (quetoret zarah) (Ex 30:9). Probablemente se refiere a lo mismo. Pero ¿qué es exactamente “lo mismo”? Si fuego es fuego, incienso también es incienso.

La explicación de la procedencia indebida del fuego y del incienso tienen sentido, pero no parece razón suficiente para un castigo tan drástico. Es cierto que hay cosas en la Biblia que uno no entiende, pero ¿no será que hay algo más que simplemente el fuego?

Siendo que lo que se ofrece no es fuego, sino animales o cereales, el fuego parece indicar más que la candela no más. Por eso los comentaristas coinciden en afirmar que el texto de Levítico no dice qué ofrenda trajeron. De todos es sabido que el fuego no es la ofrenda. El fuego se describe de dos maneras: es extraño y Dios no lo mandó. Siendo este un caso del típico paralelismo hebreo, podemos suponer que se trata de lo mismo. El fuego que Dios manda no puede ser extraño y si es extraño es porque no fue el que Dios mandó. Así pues, no nos queda duda de que para el sacerdote, el fuego no es cosa de juego, pero todavía a este fuego le falta claridad.

No es raro encontrar académicos que resuelvan la muerte de Nadab y Abiú apelando a la acusación: Dios es arbitrario, impredecible e implacable. Sin embargo, eso acarrea otros problemas. Si Dios es Dios, y además desequilibrado mental, uno más bien debería cuidarse de acusarlo falsamente. Si es grave calumniar al prójimo (Sal 101:5), imagínese cómo será calumniar a Dios. Por otro lado, ¿Qué tal que tengamos la razón y que se dé cuenta de lo que hemos dicho? ¿Quién podrá salvarlo de las manos de un Dios iracundo? Calumniado o desenmascarado, resulta igual de peligroso. Por eso uno debe concluir que quien acusa a Dios de tales cosas en realidad no cree lo que está diciendo. Habla por hablar y quizá para que sus lectores digan, “qué interpretación tan sagaz y atrevida, cómo rompe las cadenas eclesiásticas que aprisionan a millones de ingenuos feligreses, qué hito de la interpretación bíblica”. El académico cínicamente dirá para sus adentros: “¡Qué ascenso el que me he ganado!” Cabe preguntarnos, ¿Lo habremos acusado falsamente?

De la alternativa acusadora se desprende una conclusión: “estos textos son una protesta contra Dios.” Ciertamente es innegable que en la Biblia haya protestantes. Muchos salmos se podrían citar como ejemplo. Tal parece que a Dios no le asustan los protestantes, ni a los protestantes protestarle a Dios. En la Biblia no es extraño que un creyente no entienda algo o que simplemente exprese sus sentimientos. La pregunta es si el creyente tiene razón en lo que dice. Veamos un par de ejemplos.

Cuando el naciente Israel dudó de la presencia de Dios dijo: “Dios nos sacó de Egipto para matarnos en el desierto”. Aquí no tenemos que adivinar qué estaban pensando; lo dijeron claro y escueto (Dt 2:27). En la misma Biblia esto se explica diciendo que Israel es un pueblo de dura cerviz. Querían una fe sin pruebas y sin dificultades. Noemí, una mujer creyente, acusó a Dios de ser su enemigo: “la mano de Dios ha salido contra mí.” El libro de Rut muestra esto como expresión de dolor y amargura por todas las pérdidas que Noemí había sufrido. Pero con el tiempo y el cambio de las circunstancias, Noemí ve a Dios de otra manera y lo alaba. En ambos hay protesta. Sin embargo, en el primer caso hay censura y en el segundo celebración. ¿Por que? Porque Dios no es curva de rating que sube, baja y se dibuja al vaivén de las encuestas.

Supongamos, como dice un autor, que en la Biblia hay hechos que llevan a algún individuo a ver a Dios “agresivo, como un demonio listo para fulminar a cualquiera.” ¿Qué nos hace pensar que el individuo tiene razón? ¿Por qué no se nos ocurre pensar que la respuesta de Dios viene por algún pecado individual o colectivo que este individuo no es capaz de reconocer? Una cosa es la elección por gracia y otra muy distinta matar gente por deporte. El problema es que cuando se presupone la bondad del ser humano, Dios fácilmente termina siendo el villano. En esto la hermenéutica posmoderna y la moderna se dan la mano.

La protesta en la Biblia es parte de la fe (Salmo 89). Pero una cosa es reconocer la protesta en la Biblia y otra convertir a Dios en un desadaptado celestial. ¡Eso sí sería jugar con candela! Para intentar entender el caso de Nadab y Abiú se debe mirar el patrón de la conducta de Israel y tomar una decisión, aunque sea aproximada, a partir de allí. Tiene más sentido decir que la historia bíblica es la historia de las rebeliones de Israel, antes que afirmar que la Biblia es la historia de las arbitrariedades de Dios invitando a la protesta.

Sin el ánimo de agotar todas las opciones exegéticas para este fuego, ofrecemos a continuación algunas reflexiones en tres direcciones: el tipo de historia, lo típico de Israel y el tropo literario.

1. El caso del fuego extraño pertenece a dos grupos de relatos bíblicos: la fulminación de personas ante objetos de culto y la descalificación de miembros de una familia sacerdotal (Nm 3 y 26). Levítico da instrucciones para el oficio sacerdotal, y señala algunas formas indebidas de ofrecer sacrificios: ministros despeinados, con ropas rasgadas, cabeza rapada y barba despuntada (Lv 21:5–6). Así es el culto Cananeo, obviamente a dioses distintos a Yavé (cp Ez 44:17–21; Lev 19:27–28; 21:10).

Si los sacrificios se hacen para la expiación de los pecados, los sacerdotes no pueden hacer su labor de cualquier manera. Y, si la narración no es secuencial, entonces Nadab y Abiú conocían las normas (1P 4:17), al igual que los hijos de Elí (1S 3). No estuvieron a la altura de su oficio.

En otra ocasión, 70 individuos mueren fulminados por mirar dentro del arca de Yavé (1S 6:19–20). El hecho ocurre en una época cuando Israel ha convertido a Dios en un amuleto. Aquí también se menciona la santidad de Dios. Es decir, se pretende adorar a Yavé con estructura de pensamiento paganos. Vale la pena notar que muchos más fueron los casos que Dios toleró que los que castigó.

2. La injusticia existe, pero cuando veíamos en el colegio al reconocido estudiante indisciplinado acompañado de la mamá rumbo a la oficina del rector, todos pensábamos en coro: “Algo hizo” (el estudiante, no la mamá). A falta de información nos guiamos por el patrón y completamos la historia. ¡Que viva la hermenéutica posmoderna! El comportamiento típico de Israel (incluyendo a los sacerdotes) nos alumbra el camino en este oscuro fuego. Así, el caso señala un asunto crucial de la fe bíblica: no dejarse conformar a la cosmovisión circundante, ni pretender adorar a Dios con mentalidad pagana. Un fuego extraño de hoy es la práctica que dice: “dame tu plata y Dios te la multiplicará”.

3. A la luz de todo lo anterior, parece que antes del fuego extraño está el humo de la teología pagana evidente en comportamientos en el culto y más allá del culto. Siendo el fuego un elemento central, más visible, y que es en últimas el que consume, cuece y consuma el sacrificio, es muy posible que “fuego extraño” sea una metonimia (parte que representa un todo mayor) para referirse al culto pagano en general y al cananeo en particular. Así las cosas, el problema es mucho más grande que el mero fuego. Un ejemplo positivo de metonimia es hablar de “los hermosos pies que anuncian la paz” para referirse a la paz, la victoria y la salvación de Dios (Is 52:7). Así como estos pies no difieren de otros que no anuncian nada o que anuncian guerras o malas noticias, tampoco hay diferencia entre un fuego y otro. Esto no niega el respeto a la norma sobre el origen del fuego, pero es posible que “fuego extraño” sea más que la candela. Si no les importó la procedencia del fuego tampoco les importó el resto.

Finalmente, sostenemos que el relato del fuego extraño es confuso. Parece que ni el mismo Aarón entendió por qué murieron sus hijos. Primero guardó silencio. Después preguntó (quizá sarcásticamente): “Si hoy hubiera yo comido del sacrificio expiatorio, ¿le habría parecido correcto al Señor?” (Lv 10:19). Más confundidos quedamos cuando Aarón hace una pregunta y el texto dice que Moisés quedó satisfecho con su respuesta.

Aarón tenía sus debilidades; después de participar en la fabricación de un becerro de oro para que Israel lo adorara, no reconoce su responsabilidad, como tampoco lo hizo Elí, otro sacerdote (Ex 32:1–6; 1S 3). Estamos pues ante un problema de la clase sacerdotal; ministros de comportamiento ambiguo que no saben qué hacer con hijos torcidos. La crítica es entonces para los ministros y el escarmiento para todos. Por la gracia de Dios, es extraño que sean chamuscados siempre, pero por la maldad humana no es raro que los ministros de Dios ofrezcan fuego extraño, es decir, que hagan cosas que Dios no mandó. Queda la duda de cómo los “consumió” el fuego porque al sacarlos del campamento los tomaron “por las túnicas” (Lv 10:5); que sepamos, en ese tiempo no existían los trajes ignífugos de bomberos.

Tomado de:

http://pidolapalabra1.blogspot.com/2010/08/el-que-juega-con-candela.html

http://pidolapalabra1.blogspot.com/2010/09/el-que-juega-con-candela-2.html

http://pidolapalabra1.blogspot.com/2010/09/el-que-juega-con-candela-3.html

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